Crítica de música

John Eliot Gardiner nos eleva al castillo del cielo

Extraordinario concierto de The Constellation en el Palau de la Música, a propósito de Bach

John Eliot Gardiner & The Constellation Choir and Orchestra

  • Palacio de la Música. 18 de junio de 2025

El esperadísimo regreso de John Eliot Gardiner frente a The Constellation se esperaba con devoción, tanto por lo que representa entre el público melómano como por el programa propuesto, tres cantatas de Johann Sebastian Bach (BWV 12, 103 y 146) destinadas al tercer domingo después de Pascua y compuestas en años diferentes (1714, 1725 y 1726).

Cargando
No hay anuncios

Autor de un libro sobre Bach de referencia y traducido en español a Acantilado con el título La música en el castillo del cielo (2015), Gardiner se erigió en este concierto en maestro de la arquitectura, de la elegancia, del matiz en cada frase, de la espiritualidad más pura y sincera, frente a una formación extraordinaria, tanto instrumental como coralmente. The Constellation es una verdadera máquina (en el buen sentido) de hacer música. Y cuenta con solistas sencillamente soberbios, como la violinista Kati Debretzeni, la flautista Rachel Beckett o el clavecinista y organista Paolo Zanzu.

Dice Gardiner en el ensayo citado que la música bachiana es "un espejo que refleja vívidamente su compleja y áspera personalidad, su afán de comunicar y compartir su visión del mundo con sus oyentes, y su capacidad única para incorporar una invención, inteligencia, ingenio y humanidad inagotables". Exacto. Y en el concierto del miércoles, Gardiner supo recuperar ese espejo y hacerlo explícito gracias a su liderazgo indiscutible.

Cargando
No hay anuncios

La unión de las tres cantatas, con textos seguidos gracias a la sobretitulación, supuso una experiencia ético-estética de altos vuelos. Y contó con solistas vocales excelentes, empezando por el contratenor Alexander Chance y siguiendo por los miembros de un corazón que hace volar sin necesidad de tener alas.

Los inicios de las cantatas BWV 12 (Weinen, Klagen, Surgen, Zagen) y BWV 146 (Wir müssen durch viel Trübsal) fueron algunos de los momentos que preservaremos en nuestra memoria concertística como verdaderas apoteosis de la emoción que puede suscitar un evento musical que es necesario rubricar con mayúsculas. Ante el gesto preciso y aristocrático de Gardiner, el sonido resultante alcanzó trazas de indiscutible trascendencia.

Cargando
No hay anuncios

Vivimos tiempos convulsos. Vivimos en un marco de sociedades cada vez más estúpidas en su polarización. Más cretinas en el uso de la violencia. Más antipáticas en el control digital del individuo. En épocas distópicas como la presente, la música de Bach servida con tanta inteligencia y sensibilidad es más necesaria que nunca. Escribe el amigo y colega Oriol Pérez Treviño en su libro Bach en tiempo de pandemia (Dinsic, 2022): "Existe otro mundo al que también somos invitados a profundizar en él a través de la práctica del silencio; del saber detener la mente; del vivir planamente el aquí y ahora; de la escucha atenta de la Música". Quizás, si cada día escucháramos una cantata de Bach, el mundo sería de otra manera. Durante una hora y media, John Eliot Gardiner y sus músicos nos invitaron, a través de la música bachiana, a entrar en una nueva constelación, injertada de goce, belleza y paz infinita.