Música

Morad en el Sant Jordi Club: el secreto de una felicidad imparable

El artista de la Florida presenta el nuevo espectáculo del disco 'Reinsertado' en tres conciertos con las entradas agotadas

Mordad

  • San Jorge Club. 19 de enero de 2024

Éxito abrumador de Morad en el primero de los tres conciertos en el Sant Jordi Club, los tres con las entradas (a unos 37 euros) agotadas, confluencia de lenguas entre el público (castellano, catalán y árabe) y un par de banderas de Marruecos. Era el estreno en Barcelona del nuevo espectáculo basado en el disco Reinsertado (2023), un directo más sofisticado que recoge algún hallazgo de los shows de Rosalía, como el cámara en el escenario que no pierde de vista al rapero de Hospitalet de Llobregat y un uso efectivo de las tres pantallas de vídeo y de la iluminación. En el centro, claro, manda el carisma de Morad y la fluidez melódica de su forma de rapear. Transmite seguridad, incluso la serenidad de quien ha ganado distancia con un pasado conflictivo y ya no debe recurrir solo a la rabia para expresarse artísticamente.

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Lo que no cambia es el entusiasmo de un público muy joven, con muchísimos menores y varios padres, todo el mundo entregado desde el primer minuto, cuando los altavoces proyectaban París como Hakimi, la canción que publicó hace una semana, y más cuando apareció en el escenario para cantar Niños pequeños, una de las piezas con más alma bailable del disco. “Barcelona es mi casa. Cuando se canta en Barcelona es cuando más se disfruta del Morad”, dijo el viernes al principio para espolear aún más a las 4.600 personas que llenaban el Sant Jordi Club. “Los sueños se cumplen y el mío es abrazarte”, decía la pancarta que mostraban dos chicas en primera fila. Y él está muy atento, como si quisiera abrazar a cada uno de los fans. Cuando detecta que alguien no se encuentra bien o que está al borde del desmayo, inmediatamente interrumpe el concierto para que puedan atenderle, y antes de cantar Mamá me dice pide a "todos los menores que hayan venido con la madre o el padre que les cojan de la mano con amor". Hay un amor constante de hijo, de búsqueda de una redención maternal, que salpica todo el concierto: “En los peores momentos de mi vida solo tenía a mi madre. Debemos cuidar a los padres”, insistió. No es extraño, pues, que terminara el concierto proclamando: “Que Dios bendiga a vuestras madres”.

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Un Morad romántico y expansivo

El repertorio del show es un autorretrato que mira atrás sin ira y que muestra también una cara romántica, la de canciones como Dominicana y No estuviera en lo malo. El hip hop más crudo viste los temas más desafiantes, como Un amigo me falló y los más antiguos Normal y Yo no voy. En otras temáticas, la producción es más expansiva y bailable, como en Cómo están?, aquella curiosa doble loa a la calle y al futbolista Mbappé, y abierta a nuevas sonoridades como las de Seya, la pieza que grabó con el congoleño Gims y que acerca a Morad a la alegría rítmica de Stromae.

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Morad viene de callejuelas demasiado oscuras, plazas sin sombra y barrios magullados por diferentes capas de disparates socioeconómicos. Viene también de malas decisiones, de desafíos inconscientes y violencias irresponsables, de unos años en un centro de menores y del conflicto entre lealtades y traiciones a menudo magnificadas por el dramatismo adolescente y seguramente exageradas por la testosterona. Morad viene de allí, como la rabia de La Banda Trapera del Río venía de la ciutat podrida y las pupilas dilatadas, y al mismo tiempo como la elocuencia suburbial para explicar la vida del primer disco de Estopa. Pero Morad, a los 24 años, también viene de una historia de éxito, de 13 millones de oyentes mensuales en Spotify, de una gira europea triunfal, de dos noches en el WiZink Center de Madrid con Dellafuente y ahora de tres noches en el Sant Jordi Club con 4.600 personas cada una. Si hubiera querido, podía haber reventado el Palau Sant Jordi.

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Morad viene de todo eso y se nota en el escenario. La rabia es poca, pero no desaparece, y asoma en algunas canciones. Pero predomina otro sentimiento, la felicidad, el gozo de vivir un momento especial, tal y como demuestra sonriendo en el tema Lo que tiene. Esa sonrisa de satisfacción y de agradecimiento es la respuesta inevitable a una alegría del público que es fruto de una conexión inquebrantable forjada en directo. Ocurre de vez en cuando, y cada uno sabe de qué hablamos cuando pasa: solo había que mirar al público del Sant Jordi Club cantando Manos rotas, Se llama, No estuviera en lo malo, Sigue (con la colaboración en directo del siempre escurridizo Beny Jr, el otro genio de la Florida) y Pelele, puntos culminantes de casi dos horas. Cuando un artista tiene ese capital, adquiere una responsabilidad extra con el público. En este punto tan mágico y trascendental se encuentra Morad hoy.