Música

Rammstein, rock inclemente de fuego y lluvia en el Estadio Olímpico

El grupo alemán impone su ley en Barcelona a pesar del aguacero

BarcelonaHa pasado casi un año desde que la Fiscalía de Berlín archivó el caso contra el cantante del grupo Rammstein, Till Lindemann, investigado por abusos sexuales. Varias fans habían hablado de los abusos en las redes sociales, pero la Fiscalía, que actuó de oficio porque ninguna mujer había presentado denuncia, consideró que “la evaluación de las pruebas disponibles y la escucha de los testigos no permitían establecer que el acusado haya tenido relaciones sexuales no consentidas con mujeres”. El jaleo de hace un año no ha afectado al poder de convocatoria del grupo alemán, que este martes ha actuado en el Estadi Olímpic Lluís Companys con las 52.000 entradas agotadas (los precios: de 62 a 150 euros).

El público ha encontrado justamente lo que se espera de Rammstein: fuego, pirotecnia, humo, volumen alto, consistencia rítmica, todo tipo de recursos escénicos y un repertorio suficientemente representativo de tres décadas de trayectoria. Han sonado clásicos fundacionales como Asche zu Asche y Rammstein, algunos temas del disco Zeit (2022) y unas cuantas de las canciones que han contribuido a consolidar la leyenda furiosa del grupo, como Lleva hast, Sonne, Pussy y e Ich will. Y en el primer segmento de la actuación no ha faltado Links 2-3-4, la canción de ritmo marcial con la que en el 2001 el grupo quiso explicar al mundo que Rammstein eran de izquierdas, pese a los equívocos provocados por determinadas apuestas estéticas. La invitada inesperada ha sido la lluvia, insistente casi toda la noche, que ha provocado un efecto cromático no deseado: el negro de las camisetas del público, habitual en conciertos de metal, ha quedado escondido bajo los colores de capelinas, impermeables y paraguas. De repente era como si Pilarín Bayés estuviera realizando una intervención artística a las puertas del infierno. La lluvia también ha añadido un extra de épica porque el grupo tocaba en un escenario descubierto, salvo en una zona central bajo una pérgola. El escenario, por cierto, recordaba algún tipo de estructura industrial, de industria pesada con sindicatos bien organizados.

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Los riffs monolíticos de Links 2-3-4, el ritmo industrial de Keine lust y la velocidad casi punk deAsche zu Asche tuvieron una respuesta entusiasta que se mantuvo durante todo el concierto, con picos de intensidad cada vez que entraba en juego la pirotecnia. Acción-reacción primaria siempre efectiva. En realidad, la música de Rammstein no necesita aditivos escénicos, porque es lo suficientemente poderosa para agobiar sin ayudas, sobre todo cuando hay una buena sonorización como la de ayer en el Estadi Olímpic. Además, Lindemann sigue siendo un muy buen frontman, dominador en los registros más graves y con ese don dramático capaz de hacer perturbadora la lectura de la lista de la compra. Sin embargo, no renuncian alatrezo, el cochecito gigante y el niño terrorífico inmolados en Puppe, al cuchillo de matarife, el lanzallamas y el cañón en Mein Teil... Y aunque se agradece un despliegue que demuestra que piensan en el público, la opereta satánica a veces estorba más que otra cosa.

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Cabe decir que un tratamiento escénico más minimalista sí que ha acompañado alguno de los mejores momentos de la noche, como el juego de luces en la acometida electrónica de la introducción de Deutschland, que ha convertido el estadio en un club para bailar apretando la mandíbula como preludio de la parte más contundente de la actuación, la parte de Radio (con esa manera de hacer pasar el tecno Kraftwerk por una apisonadora metálica), Mein Teil y sobre todo Du hast, uno de los puntos álgidos del concierto, con el público implicadísimo entre los riffs de guitarra y gritando el estribillo como sólo ocurre con los himnos. Incluso la lluvia claudicó un rato ante la comunión del grupo con el público, una alianza aún más inquebrantable en el tramo final.

En la pausa de antes del bis, la realización ha entretenido a la gente mostrando imágenes de espectadores en las pantallas. Algunas mujeres han enseñado los senos, algunas parejas se han besado y había uno que blandía a un muñeco de Barrio Sésamo que ha sido ovacionado repetidamente cada vez que lo enfocaban las cámaras. El grupo ha vuelto para hacer Engel con piano en un escenario secundario y acompañado de las teloneras, el dúo Abélard. Nuevamente en el escenario principal, Lindemann se ha encaramado en un cañón eyaculador (como el Macho Cabró de Cervera) para cantar Pussy (Rammstein y la sutileza...) y la banda ha recuperado la inclemencia rítmica con Ich will antes de cerrar con un segundo bis algo más de dos horas de rock de fuego y lluvia.