Ópera

"Stalin le puso un bozal al que podía haber sido uno de los grandes compositores de ópera"

'Lady Macbeth de Mtsensk', de Shostakovich, inaugura la temporada operística del Liceu con agua en el escenario

Barcelona"Cuando me incorporé como artista residente del Liceu, Víctor Garcia de Gomar, el director artístico, me preguntó qué ópera me gustaría dirigir", recuerda Àlex Ollé. La respuesta fue Lady Macbeth de Mtsensk, la segunda y última ópera de Dmitri Shostakovich (1906-1975), que solo se había representado en el Liceu en mayo de 2002. "Siempre me había parecido extraordinaria, tanto desde el punto de vista musical como dramatúrgico. Y sigue siendo de gran actualidad", añade sobre el título que inaugura la temporada 2024-2025 del Liceu, de la que se realizarán ocho funciones del 25 de septiembre al 7 de octubre, con Josep Pons al frente de la orquesta y el agua como protagonista escénica. Efectivamente: un escenario encharcado para interpretar la ópera que en 1936 llevó a Stalin a exclamar que "era caos en vez de música" y a Shostakovich a temer por su vida.

"La piscina de agua fue una propuesta de Alfons Flores [escenógrafo y colaborador habitual de Ollé], y nace de la necesidad de evocar simbólicamente el estado anímico de Katerina, la protagonista, que es como una cloaca, un agujero negro. Además, el agua nos ayudaba a transmitir que todos los personajes tienen los pies en la mierda, aunque no se den cuenta", dice Ollé. Esta piscina tiene capacidad para 10.000 litros de agua que provienen del reaprovechamiento de las aguas freáticas del Liceu, que pasan por un proceso de tratamiento y desinfección y se mantienen en un circuito interno para evitar su desperdicio, tal y como informa Ollé.

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"En la reunión inicial de la producción ya vi que el enfoque era el correcto. Se trata de buscar en las profundidades del agua el alma de Katerina", dice la soprano estadounidense Sara Jakubiak, que debuta en el Liceu y también se estrena en el papel de Katerina (que en el segundo reparto cantará la española Ángeles Blancas). Tampoco es problema para el tenor checo Pavel Černoch, que también debuta en el teatro de la Rambla y que ya ha interpretado el papel de Serguei en otras producciones. "[De la producción del Liceu] me gusta que todo lo que hago en escena tiene sentido, y puedo entender por qué me muevo en una piscina de agua, porque tiene un simbolismo muy grande", asegura Černoch, que interpreta al personaje de Serguei, el amante de Katerina, que en el segundo reparto asume el también checo Ladislav Elgr. El elenco lo completan una veintena de solistas, entre ellos Alexei Botnarciuc (en el papel de Boris) e Ilya Selivanov (en el de Sinovi). "Y ochenta personas del coro. Es una gran producción", asegura Ollé, que traslada la acción del siglo XIX a una época no determinada del XX.

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La pesadilla rusa y la pesadilla soviética

¿Cuál es el estado de ánimo de esta Lady Macbeth de Mtsensk? La ópera de Shostakovich, con libreto de Aleksandr Preis, parte de la novela corta homónima de Nikolai Leskov (1831-1895), publicada en 1865. Ambientada en una zona rural durante la época zarista, el relato cuenta la historia de Katerina Ismailova. Según dejó dicho el propio Shostakovich en las memorias recogidas por Solomon Volkov en el libro Testimonio (1987), el relato de Leskov "es un retrato veraz y trágico del destino de una mujer inteligente y excepcional con una vida triste y monótona que, como suele decirse «muere en las condiciones de pesadilla de la Rusia prerrevolucionaria»".

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Katerina, desatendida por el marido y maltratada por un suegro autoritario, espera que la salve el amor de Serguei, un sinvergüenza poco fiable. Abrumada por una situación deprimente, decide que el asesinato es la única forma de huir de la opresión. Sin embargo, Shostakovich y Preis omitieron en la ópera el asesinato de un niño, el sobrino, y añadieron una escena en una comisaría que aporta el elemento grotesco que el compositor ruso ya había explorado en su primera ópera, La nariz, estrenada en 1930 y considerada "demasiado formalista" por la Asociación de Músicos Proletarios de Rusia, una acusación que se repetiría seis años después a propósito de Lady Macbeth de Mtsensk.

"A pesar de que Katerina es una asesina, no es un ser humano perdido. Está atormentada por su conciencia, piensa en las personas que ha matado. Los últimos cinco años de su vida han sido como una cárcel. Siento empatía por ella", decía Shostakovich. Según Josep Pons, esta empatía es evidente en una partitura "escrita para que vayamos a favor de Katerina, aunque cause muchos asesinatos", y que utiliza "el sarcasmo" para dibujar los temas que describen personajes como el suegro, a quien dibuja "como un cerdo". "Shostakovich creía que la ópera sería alabada por las autoridades soviéticas, porque él mismo iba a favor de los sóviets", dice Pons. De hecho, no era difícil interpretarla como una denuncia de las condiciones de opresión en las que se vivía en la Rusia zarista. Y, musicalmente, como hace notar Pons, "es de una eficacia absoluta", con "virtuosismo rítmico y tímbrico y una emoción a flor de piel".

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Del éxito al pánico

Pese a la reticencia con que fue recibida La nariz, Shostakovich confiaba en que Lady Macbeth de Mtsensk fuese un triunfo incontestable. Y lo fue. Se estrenó el 22 de enero de 1934 en el Teatro Mikhailovski de Leningrado con mucho éxito de público y crítica. Se hicieron más de ochenta representaciones, y triunfó también en Suecia, Dinamarca, Inglaterra, Suiza, Serbia, Checoslovaquia y Argentina... Pero la Unión Soviética de los años treinta era un territorio imprevisible. El 26 enero de 1936 Stalin vio al menos los tres primeros actos de Lady Macbeth de Mtsensk en el Teatro Bolshoi de Moscú, donde también estaba Shostakovich. El público aplaudió como había ocurrido tantas veces antes, aunque el compositor sufrió duro viendo algunas reacciones de Stalin. El escritor William T. Vollmann describe magistralmente toda la escena en un capítulo memorable de la novela Europa Central (2005).

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La pesadilla empezó dos días después. El 28 de enero el diario Pravda publicó un artículo sobre la ópera titulado Caos en vez de música. No estaba firmado, pero se entendía que era lo que opinaba Stalin, que quería un arte programático que mostrara claramente los logros de la revolución con héroes que actuaran colectivamente. La crítica acusaba a Shostakovich de "no escuchar los deseos y las expectativas del público soviético" (a pesar del éxito que había tenido la ópera desde el estreno en Leningrado) y de seguir "un afán formalista pequeñoburgués", y consideraba que la ópera era una "inarmónica confusión de sonidos" y "una expresión de desgarros radicales de izquierda", que en temporada de purgas ideológicas era señalar al compositor casi como conspirador trotskista. Mal asunto. Un mes después, Pravda repitió la operación con el ballet La corriente límpida. Shostakovich no compuso ni más óperas ni más ballets. "Stalin le puso un bozal al que podía haber sido uno de los grandes compositores de ópera. Es un crimen", exclama Josep Pons.

El compositor ruso sí continuó haciendo música, grandes sinfonías y extraordinarios cuartetos, por ejemplo, pero tuvo que asumir humillaciones como escribir un artículo en el diario Vecherniaia Moskva el 25 de enero de 1938 sobre la Quinta sinfonía en la que decía: "Si realmente he conseguido inscribir en mi música todo lo que he reflexionado y he oído después del artículo crítico de Pravda [el de enero de 1936], podré sentirme satisfecho". Shostakovich sobrevivió a las purgas en las que murieron amigos suyos como el mariscal Mijaíl Tujachevsky, el escritor Isaak Bábel y el dramaturgo Vsévolod Meierhold. Volvió a ser acusado de formalista en 1948, y vivió con el alma en el corazón hasta la muerte de Stalin en 1953.

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Volviendo a Lady Macbeth de Mtsensk, dice Àlex Ollé que es importante "empatizar con Katerina para entender lo que acaba haciendo, porque la violencia que ejerce es el resultado de la impotencia que siente ante un entorno hostil". "Es una de las mejores óperas del siglo XX, una obra que mantiene vigente la fuerza de la denuncia de lo que suponen el patriarcado y el machismo en nuestra sociedad", concluye Ollé. Sobre el porqué de las cosas... En el libro Stalin. The court of the red zar (2004), el historiador británico Simon Sebag Montefiore recoge una anécdota de 1947 sobre el rodaje de la película La conjura de los boyardos, la segunda sobre el zar Iván el Terrible, que estaba dirigiendo Serguei Eisenstein. Stalin se dirigió a Eisenstein así: "Iván el Terrible era muy cruel. Puede representarlo como un personaje cruel. Pero debe mostrar por qué necesitaba ser cruel". Quizás cuando Stalin vio la ópera Lady Macbeth de Mtsenk no entendió por qué Katerina necesitaba hacer lo que hace.