Música

El Sónar revive con el réquiem vocal de las Tarta Relena

Rojuu llega al festival en un trono dirigido por nazarenos y Pongo ofrece uno de los conciertos del día

BarcelonaCon un calor implacable que convertía el SonarVillage en un escenario solo apto para los más valientes o temerarios, el Sónar ha retomado este jueves su crónica anual de la música moderna, un relato vivo interrumpido por la pandemia los dos últimos años. Y cuando hacía solo un par de horas que habían abierto las puertas de la Fira Barcelona ya quedaba claro que el Sónar es necesario porque, simplemente, es un lugar donde pasan cosas. Como ver a la alcaldesa Colau bailando el hip hop rápido y oscuro de UNIIQU3, a la nueva estrella adolescente del trap Rojuu llegando al festival en un trono dirigido por nazarenos, como si aquello fuera una procesión, o a las Tarta Relena acompañadas por un coro de dieciséis voces.

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El de las Tarta Relena ha sido, precisamente, uno de aquellos shows que dan sentido al Sónar y que puede acabar consagrando la propuesta osada y exquisita de este dúo, que entrelaza sus voces en un magma de bases electrónicas y armonías excelsas. El formato del concierto vendría a ser el de las presentaciones del disco Fiado lux, con un escenario desnudo y tenebroso presidido por un círculo de luz ovalada y dos mesas para Marta Torrella y Helena Ros, con aquel aire de sacerdotisas paganas a punto de sacrificar un cordero y un vestido largo de púrpura oscuro que en la penumbra del SonarComplex se confundía con el negro. La puesta en escena de réquiem electrónico exigía silencio total y el público así lo ha entendido, atrapado por los laberintos vocales de Torrella y Ros, que en temas como El suïcidi i el cant o Stabat mater escalan hasta la apoteosis del crescendo electrónico.

Curiosamente, el añadido de las 16 voces ha acabado siendo el detalle más anecdótico del concierto. Las dos apariciones del coro, que ha acompañado al grupo en solo media docena de temas, han estado marcadas por una cierta rigidez en la puesta en escena y una discreta presencia sonora. Si se compara con todo lo que aportan las Tarta Relena cuando acompañan como coristas a Maria Arnal y Marcel Bagés, el experimento deja un regusto agridulce. Con coro o sin, el dúo demostró que hay pocas propuestas tan personales y futuristas como la suya.

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Rojuu llegando al Sónar 2022

Rojuu, adiós a la inocencia

A Rojuu le puede pasar que, como a Cecilio G en el Sónar de 2019, acabamos recordando más su actuación por la espectacular llegada al escenario –la de Cecilio G fue al lomo de un caballo– que por un irregular concierto que ha empezado con una provocación (“Hola Sónar, Fuck Primavera”) y ha acabado con el escenario apretujado de amigos y colaboradores del artista barcelonés entregados a la fiesta del pijama del trap. Es difícil seguirle la pista a un músico tan precoz y prolífico, pero, si hacemos caso al tramo final del concierto, parece que la inocencia y dulzura del primero Rojuu han dejado paso a una propuesta escénica ligada a la oscuridad y la violencia. Es lógico y natural que Rojuu todavía se esté buscando como artista, pero este no parece el mejor camino para hacerlo, a pesar de la innegable conexión con un público al cual anima a bailar pogos como si aquello fuera un concierto de Kortatu en temas como Tofu delivery, con el cantante y youtuber Orslok de invitado. Tan animados estaban Rojuu y sus amigos que se les ha pasado la hora de cerrar el show y, después de un par de avisos, el equipo del Sónar ha acabado cortándole el sonido para echarlo. Ya veremos si en unos años es él quien decide cuánto duran sus conciertos en los festivales.

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Han pasado más cosas en la primera jornada del Sónar del reencuentro: Marina Herlop saliendo a cantar AAH! con el dúo electrónico B1n0, Ms Nina subiendo a niveles peligrosos la temperatura del SonarPark con un reggaeton lúbric y festivo y Sega Bodega embrujando al público del SonarHall con una fantástica escenografía de cortinas y luces láser que encaja de fábula con su pop electrónico, tan estiloso y volátil. Pero el momento más pletórico y dichoso del día ha llegado con Pongo, estratégicamente programada al atardecer, cuando afloja el castigo solar en el SonarVillage. La cantante afroportuguesa, todo energía y efervescencia en el escenario, ha recordado que su primer concierto internacional fue, precisamente, en el Sónar de 2008. “Yo era una niña”, ha dicho, y no exagera, puesto que tenía solo 16 años. Entonces formaba parte de los Buraka Som Sistema y su Kalemba (wegue wegue) popularizó en todo el mundo el kuduro angoleño. “¿Sabéis que es el kuduro?”, ha preguntado al público antes de ofrecer una lección de ritmo, melodía y movimiento.