Arthur Larrue: "El oficio de Putin es crear miedo y exportarlo"
BarcelonaArthur Larrue (París, 1984) trabajaba de profesor de literatura francesa en San Petersburgo hasta que en 2013 lo expulsaron por escribir Partir en guerre. Dice que no puede volver a Rusia: "Hay demasiados accidentes, sería peligroso". Dejó físicamente Rusia, pero regresa muy a menudo a través de los mensajes de sus amigos, rusos y ucranianos, o escribiendo novelas como La diagonal Alekhine, publicada por Alfaguara, con traducción de José Antonio Soriano Marco (en catalán, por La Campana). Aleksandr Aleksándrovich Alekhine (1892-1946) sumó victoria tras victoria detrás de un tablero de ajedrez en la época de entreguerras. Hijo de un rico terrateniente, se crió en la Rusia zarista y obtuvo la nacionalidad francesa después de la victoria bolchevique. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial se alió con los nazis y pasó sus últimos días en la península Ibérica (murió en Lisboa), jugando para sobrevivir y teniendo delirios donde aparecían sus rivales muertos, algunos de ellos judíos. Así lo describe Larrue, que sobre todo se plantea qué quiere decir ser un genio sin ningún tipo de moral.
Usted era profesor en San Petersburgo. ¿Por qué tuvo que marcharse?
— Me marché porque mi primera novela, Partir en guerre (Ir a la guerra, 2013), hablaba de Putin. Entonces trabajaba en la Universidad de San Petersburgo y el rector, que era un antiguo miembro de la KGB y también doctor en filología –siempre me ha parecido divertido que fuera estas dos cosas–, consideró que era poco adecuado que alguien como yo impartiera clases de literatura francesa a jóvenes de entre 18 y 24 años. Mi problema era que tenía amigos disidentes y cohabitaba con ellos. [El libro habla de los Voinà (significa guerra, en ruso), un grupo de artistas que hacían arte en la calle y performances políticas. Nadejda Tolokónnikova, Oleg Vorotnikov y Leonid Nikoláiev, que eran miembros, pasaron por la prisión. Nikoláiev murió en 2015 en circunstancias extrañas.]
¿Cómo cree que la población rusa vive la invasión de Ucrania?
— Mis amigos ucranianos y rusos están en estado de choque. Una de mis mejores amigas, Dasha, es ciudadana rusa de origen ucraniano. Es traductora. Cada día espera un aviso en Telegram que le indica que su familia continúa viva en Járkov. Creo que este ejemplo explica muchas cosas.
Tenemos muy poca información sobre qué opina la población rusa o las dimensiones de la disidencia. ¿Putin cuenta con el apoyo de la población?
— Es una buena pregunta y nos la planteamos demasiado poco. Intento reflexionar sobre ello en un artículo reciente en Le Monde. En Rusia no hay espacio para la opinión pública y solo una parte ínfima o incluso irrisoria es disidente. La gran mayoría de lo que se denomina la intelectualidad rusa, una minoría que vive en San Petersburgo y Moscú y que tiene acceso a mejor información porque puede leer en otros idiomas, tiene una disidencia pasiva. Lo peor de todo es que la mayoría de la población apoya la invasión y a su líder, Putin. Lo que sostiene la nación rusa es el miedo. Cualquier disidencia puede tener consecuencias nefastas. Si queremos entender cómo los rusos pueden dar apoyo, tenemos que entender cómo funciona su sistema político. Desde el siglo XVI, con Iván el Terrible, funciona a partir del miedo: asustadnos y asustad a los otros. Así funciona Rusia. El oficio de Putin es crear miedo dentro y exportarlo. Uno de los errores de Europa es creer que Rusia es una sociedad abierta y más o menos liberal. En Rusia se confunde la fuerza con la ley y el miedo con el respeto. La única pequeña esperanza que tengo es que la guerra se está retardando. Es un gran ejército luchando contra un país minúsculo que resiste. Aparentemente, Putin no da miedo a los ucranianos. Quizás los rusos, ante esto, querrán coger las riendas de su destino. Pero creo que es una esperanza que se basa más en la fe que no en datos.
En cambio, la literatura rusa sí que ha sido disidente. A veces con un sentido del humor muy mordaz.
— Lo decía Borges. Si queréis hacer un favor a los escritores, ponedlos en la prisión. Muchos escritores rusos se han confrontado a la tiranía y han buscado la inspiración en la violencia de la historia. Uno de mis escritores preferidos es Nikolái Gógol. Era ucraniano y escribía en lengua rusa. Era un escritor político y uno de sus grandes temas era la tiranía. Los rusos tienen una gran frase: sería divertido si no fuese tan triste.
¿Por qué le fascina el ajedrez y por qué escogió la figura de Alekhine?
— Empecé a jugar al ajedrez de manera seria en Rusia porque mis amigos se criaron en la época soviética y el ajedrez eran un deporte nacional. Leía mucho sobre ajedrez y jugaba, pero en el libro sobre todo quería hablar del compromiso de los artistas y cómo alguien puede ser un genio, tener un gran talento, y a la vez hacer cosas terroríficas. Hablo de Alekhine, pero podríamos hablar del filósofo alemán Martin Heidegger, que apoyó a los nazis, o de un escritor francés a quien admiro profundamente y a la vez odio, Louis-Ferdinand Céline, que era abiertamente antisemita.
Incide mucho en el origen del talento de Alekhine. No es un niño prodigio como el cubano Capablanca. Alekhine se esfuerza mucho: su talento es fruto de la abnegación, del sacrificio, es obsesión, lo da todo por el ajedrez y se olvida del resto.
— Podía ser el ajedrez, pero podría ser cualquier otra cosa. ¿Qué cuesta ser un genio? ¿Cuando abandonamos la vida por el arte? Ser un genio implica perder la brújula moral? Heidegger lucía simbología nazi y Céline escribió panfletos antisemitas.
Alekhine no se alía con los nazis fascinado por sus palabras, sino porque es un oportunista.
— Sí, aparece como un hombre vil y brutal en el juego.
Renuncia a vivir, todo gira alrededor del ajedrez.
— Entra en un estado de hipnosis, de fascinación. El ajedrez son 64 casillas donde la suerte no existe, como jugador eres el único responsable de todo. Lo único que cuenta son tus decisiones, tus maniobras. Alekhine tenía una obsesión enfermiza: poder ser siempre el mejor, vencer y vencer.
Rescata los nombres de algunos judíos que fueron grandes jugadores de ajedrez y que tuvieron un destino trágico.
— Sí, pienso que era uno de los retos morales o humanos de la novela. El título es La diagonal Alekhine, pero es una novela coral y habla de una generación de jugadores de ajedrez magnífica, muchos de los cuales judíos. Alekhine traicionó a los hombres con quién había jugado. Quería hacer un poco de justicia, aportar un poco de luz a esta generación martirizada y apartada.
Alekhine murió en marzo de 1946 en una habitación de hotel. Se especula que lo asesinaron. ¿Quién lo quería matar?
— Mucha gente: la policía política de Salazar [el dictador portugués] era muy eficaz; Stalin era otro enemigo; quienes habían formado parte de la Resistencia francesa; los judíos... O la misma historia: en marzo de 1946 Alekhine era un hombre de otra época, su juego también había quedado obsoleto.
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