BarcelonaEmpieza el ensayo de La Calòrica y en la web del Teatre Lliure todavía quedan algunas entradas disponibles para su nuevo espectáculo, Le congrès ne marche pas. Dos días después ya no habrá ni una a la venta y quien se haya quedado sin tendrá que cargarse de paciencia y esperanza, porque la única opción ahora mismo es apuntarse a la lista de espera y cruzar los dedos para que falle alguien. Le congrès ne marche pas, que se estrena este miércoles en la sala de Gràcia y está coproducido por el Lliure y el Centro Dramático Nacional, es el décimo montaje de la compañía barcelonesa tras grandes éxitos como Fairfly (2017), Los pájaros (2018) y De què parlem mentre parlem de tota aquesta merda (2021).
Pero los nervios les persiguen como si fuera el primer día. "En cada espectáculo que hacemos se acumula un extra de presión, siempre existe esa expectación de «a ver qué harán ahora estos»", dice la actriz Esther López. El director, Israel Solà, intenta quitarle hierro: "Hay que librarnos de la necesidad de agradar y de tener siempre éxito porque, si no, entramos en la sala de ensayo muertos de miedo".
Lo que les alivia un poco es lo bien que lo pasan cada vez que se enfrentan a la pieza. Esta vez, además, ellos mismos se han puesto varios obstáculos extra. El actor Xavier Francés había leído Capitalismo y democracia. 1756-1848. Cómo empezó este engaño (Edicions 62, 2019), del historiador Josep Fontana, y vio en el capítulo sobre el Congreso de Viena de 1814 una oportunidad para imaginar un espectáculo. Primer reto: hacerlo mayoritariamente en francés, el idioma que se habló entonces entre mandatarios europeos para repartirse las fronteras de Europa después de la derrota de Napoleón. Primer obstáculo: nadie de la compañía lo habla. "El texto se ha escrito en catalán y se ha traducido. Hemos vivido momentos curiosos durante los ensayos, como por ejemplo que sabíamos nuestro papel, pero no entendíamos las réplicas. Ahora ya sí", explica el actor Marc Rius . "Y que hacemos teatro, está vivo. Dios no quiera que pase nada en el escenario, porque si ocurre sólo haremos «¡Oh la la!» todos", añade el actor Aitor Galisteo-Rocher. Quien no sepa francés, que no se asuste: el espectáculo tendrá sobretítulos en catalán.
La traductora Julia Calzada les ha asesorado en este aprendizaje expreso de francés y también se han servido de que sus personajes no son nativos en esta lengua. De hecho, éste es el segundo reto: por primera vez, La Calòrica tendrá más intérpretes que nunca en el escenario, un total de nueve. Aparte de los veteranos de la compañía –Xavier Francés, Aitor Galisteo-Rocher, Esther López, Marc Rius y Julia Truyol–, han fichado a Roser Batalla, Joan Esteve, Tamara Ndong y Carles Roig para esta nueva aventura. "La dramaturgia escénica ha sido complicada. Desde dentro, es el espectáculo en el que he ido más perdida de mi vida, porque quizás estoy con mi personaje en una esquina, pero el foco está al otro lado y todo son acciones simultáneas de un rompecabezas que el espectador recibe entero", señala Truyol.
Que la música no pare
Aún hay un tercer reto que ha traído de cabeza a la compañía: aprender a bailar el vals. La excusa del Congreso de Viena es política, pero una vez arranca ahí hay mucho más que pactos de estado. "Tenían que ser dos semanas de congreso y acabó alargándose durante nueve meses. Cada país llevaba su séquito con cocineros, caballos, perros. Y toda esa gente tenía que comer y dormir", relata Francés.
Los conflictos amorosos se mezclan con las luchas de ego y con muchas fiestas que, por ser fieles con la historia, eran básicamente bailes de salón. "El concepto de baile es inherente al espectáculo. Nos gustaba la idea de bailar, que la música no pare, girar constantemente, todos al mismo ritmo", subraya el director. Las sinfonías de Beethoven serán la banda sonora del montaje, aprovechando que el compositor alemán se encargó de inaugurar el congreso.
Aunque se trata de un espectáculo de época lleno de ingredientes nuevos hasta ahora para los calóricos, la pieza late con la esencia que define y hace brillar a la compañía. El dramaturgo Joan Yago firma el texto que, como en piezas anteriores, está lleno de humor y dedica una mirada ácida a los dirigentes ya las clases acomodadas, a la vez que carga contra el capitalismo y plantea posibles sistemas alternativos al actual. "Empezamos a trabajar desde la idea de un encuentro inicial de cuatro señores que acaba con decenas de países implicados. Como nos ha pasado otras veces, tardamos un tiempo hasta que empecemos a entender lo que dice políticamente el espectáculo", apunta Yago .
La compañía huye del eslogan y no concibe un mensaje para cada montaje, sino que las ideas acaban emergiendo durante y después del proceso de creación. "Hemos trabajado para descubrir qué hay en el fondo de esta idea y nos hemos encontrado a una gente negándose a ver que su mundo se está desmontando. Ellos siguen con la fiesta y ahí hay un vínculo muy directo con el momento que vivimos, de precolapso del capitalismo", añade el dramaturgo.
Todo esto planea sobre la escena una vez los calóricos salen del escenario y se baja el telón de Le congrès ne marche pas. Lejos de llevárselo a casa, la compañía ya piensa cómo celebrará el estreno. "Hay un lugar ideal para nosotros en el sur de Francia, en Narbona. Como nos gusta mucha comida, queremos ir a Las Grands Buffets, que eso es un todo incluido", explica Rius. Nuevo reto para La Calòrica: intentar terminarse el buffet del restaurante francés.