'Conquistadores': para pasar el rato, una tarde de fiesta mayor

Ramon Madaula ha cogido gusto a los personajes históricos. Aún viva su aventura con un Buffalo Bill de pistola de fogueo ya la espera del duelo entre Napoleón y su hermano José (Los Buonaparte) que se estrenará el 20 de diciembre en el Teatro Akademia, el actor y dramaturgo ha imaginado una nuestra comedia en torno al muy noble Jaume I convocando el espíritu del rey al que llamaban “lo mal mamado” en el plató de rodaje de una serie histórica sobre él.

El dramaturgo Madaula es un gran observador que suele anclar sus creaciones a realidades que conoce de primera mano. Lo hizo en su debut como dramaturgo en Cosas nuestras, donde confrontaba un director de teatro y un crítico; lo hizo en Adosados inspirándose en un artista cuestionado por la familia y lo hizo en Los Brugarol recordando sus orígenes sabadellenses. Comedias todas ellas protagonizadas por hombres de mediana edad y sus contradicciones en las que equilibra el humor y la crítica.

Conquistadores es diferente. Es una comedia disparada para conquistar la risa de los espectadores. Una comedia con fantasma que nace de las esperas. De las que él mismo ha vivido al rodar una serie. Esperas habitadas con los estereotipos de todos los compañeros que se juntan en el plató. Está el clásico productor que quiere sangre y sexo. Está la concejala que llama (fantástica Tilda Espluga). Hay una refugiada ucraniana que hace de limpiadora (Mònica Glaenzel). Existe una directora muy segura (Vanessa Segura). Hay un ayudante de dirección (Moha Amazian), en este caso un marroquí que va en grande para confrontarle con el racismo del rey. Hay un actor que no está nada seguro de cómo desempeñar su papel de rey (Roger Coma). Hay un histriónico Xavier Bertran clavando las risas en cada uno de los cuatro papeles que interpreta... Y está el fantasma de Jaime I, que habla con un catalán antiguo (Ramon Madaula).

Comedia para pasar el rato de una tarde de fiesta mayor menos hilarante de lo que presume y con una dirección de Josep Maria Mestres que por momentos nos parece demasiado contenida y con ásperas transiciones que influyen en el ritmo. Funcional espacio escénico realista (Ignasi Camprodon) y una correcta interpretación global.