Enric Auquer: "Por primera vez, he entendido realmente qué significa darlo todo al teatro"
Iván Morales estrena una adaptación de la novela 'El día del Watusi', de Francisco Casavella, en el Teatre Lliure
Barcelona¿Es posible llevar al teatro una novela larguísima, desordenada y queridamente excesiva como El día del Watusi?El actor y dramaturgo Iván Morales (Barcelona, 1979) se ha dejado contagiar por la ambición literaria de Francisco Casavella (1963-2008) y ha trasladado al escenario las casi mil páginas que narran las aventuras de Fernando Atienza, un joven arribista que crece en las chabolas de Montjuïc y descubre, con cierta desorientación, las diferentes caras de la Barcelona del tardofranquismo y la Transición. "Casavella era un genio, tenía mucho talento, pero al mismo tiempo quedó inundado por el libro, superado por todo lo que podía contar –dice Morales–. Levantar la obra de teatro ha sido un poco lo mismo".
Pese a tener una larga trayectoria como director, Morales ha asumido el proyecto con "una sensación que no había vuelto a tener" desde que dirigió la primera obra: "Es la sensación de hacer algo que no se podía hacer , y al ver la obra pensar que es justamente lo que quería hacer". Después de hacerlo una precuela en el Festival Grec 2023, del 10 de abril al 5 de mayo presentará El día del Watusi enteraen el Teatre Lliure de Gràcia con Enric Auquer, Guillem Balart, David Climent, Bruna Cusí, Raquel Ferri, Vicenta N'Dongo y Xavi Sáez. Si en el Grec representaron Los juegos feroces (2002), el primer volumen deEl día del Watusi, ahora añaden otros dos actos, que equivalen respectivamente a Viento y joyas(2002) y El idioma imposible (2003).
El día del Watusi describe una Barcelona que, a juicio de Morales, ha quedado silenciada por el relato oficial: "La Transición se ha cuestionado mucho, pero la mirada de Casavella es todavía un poco tabú; habla sin complejos de la lucha de clases y hace un relato casi grotesco de la construcción de los partidos políticos". Enric Auquer, que interpreta al protagonista de la obra, considera que "Casavella es menos frívolo que muchos de los discursos de hoy en día": "Tiene un discurso que acaba siendo intelectual, con una reflexión política muy fuerte, pero que surge de una conexión real con la calle, con gente que no está ni politizada. No tiene intención de dar un mitin".
"Hace un retrato de la ciudad que rara vez hemos podido ver en el teatro –añade la actriz Vicenta N'Dongo–. El ambiente de las barracas, los merenderos, la Barceloneta y la heroína, que se llevó a toda una generación. Es una Barcelona que tiene cierta poesía". Morales se ha aproximado a ella a través de sus propios recuerdos: "Conozco bien este mundo. Conocí a Francis de vista, y todos los personajes de la obra tienen que ver con quien soy y de dónde vengo. Está bien coger este testimonio y contárselo a las nuevas generaciones". Según N'Dongo, uno de los personajes más interesantes es la madre del protagonista: "Es una mujer venida de fuera, como tantos andaluces y murcianos, que tuvo que cuidar los hijos y pudo darles una educación". "Es un homenaje a todas estas mujeres", añade.
"Buscar a Dios en un 'afterhours'"
El día del Watusi comienza el 15 de agosto de 1971, cuando Fernando Atienza todavía se mueve por Montjuïc, y sigue el periplo que le lleva a la zona alta de la ciudad durante la primera juventud y por las calles de alrededor de la plaza Reial a principios de los ochenta. "Desde una infancia truncada hasta la destrucción del relato, pasando por una especie de pequeño Nicolás", dice Auquer. Según Morales, la estructura de la obra "es como irse de fiesta toda una semana": "Empiezas con un concierto animado; en la segunda parte entras en una zona más psicodélica, como si estuvieras en una fiesta a las siete de la mañana, y en el tercer acto entras en una rábano de un miércoles a las dos de la tarde en el que todavía quedan cuatro recogidos".
Para construir la puesta en escena, Morales se ha inspirado en los códigos de las misas evangélicas que él mismo ha presenciado en L'Hospitalet de Llobregat: "Son experiencias escénicas muy catárticas, que consiguen crear un sentimiento de comunidad y trascendencia", explica, aunque "es una obra de texto como una casa" –en palabras de Auquer–, Morales ha "huido del teatro literario ". "Haremos una misa watusiana; cantaremos, bailaremos y tocaremos instrumentos –dice el director–. Es como esa cosa que tenía Francis de buscar a Dios en un afterhours", añade.
"Es una obra preciosamente imperfecta, es tan viva, larga y dinámica que tiene mucho espacio para el error –dice Auquer–. Todo puede salir mal, lo que lleva un bonito riesgo que sostenemos entre todos". Y añade una confesión: "Después de las cuatro horas, acabo muy cansado. Por primera vez, he entendido qué significa darlo todo al teatro".