Crítica de teatro

Un gran actor para un Hamlet visceralmente loco

Thomas Ostermeier dirige con talento la obra de Shakespeare en la inauguración teatral del festival Temporada Alta

'Hamlet'

  • Autoría: William Shakespeare.
  • Director: Thomas Ostermeier. Dramaturgia: Marius von Mayenburg.
  • Intérpretes: Lars Eidinger, Urs Jucker, Magdalena Lermer, Konrad Singer, Robert Beyer y Damir Avdic.

El teatro del siglo XXI asume que los clásicos deben traicionarlos para acercarlos al mundo actual. Una traición de las formas tradicionales que conservando el argumento y los personajes revoluciona la forma de contarnos las historias. El Hamlet de la Schaubühne de Berlín dirigido por Thomas Ostermeier es un ejemplo paradigmático. Desde su estreno en 2008, se ha convertido en una propuesta icónica celebrada en todo el mundo, que pasó como un rayo en diciembre de ese año por el Teatre Lliure y que ahora ha inaugurado el festival Temporada Alta en el Teatre Municipal de Girona.

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Y es que este Hamlet no es como tantos otros que hemos conocido. No es ningún héroe ni arrastra su duda como un alma en pena. Muy al contrario, el soberbio Hamlet de Lars Eidinger es un joven desconcertado en un mundo de intrigas. Un bufón que penetra en la locura simulada hasta ser un loco que grita, que gesticula como un payaso, que improvisa hablando en inglés directamente al público, que desciende a la platea y le coge la chaqueta a una espectadora antes del duelo final con Laertes. Esto lo permite la fantástica dramaturgia de Marius von Mayenburg, que modifica la estructura dramática sin traicionarla, prescinde de escenas y reescribe otras e, incluso, añade. Esto y la mirada lúdica, desacomplejada, distanciada, respetuosa pero sin reverencia, de Ostermeier.

Al inicio de la función queda claro el tono con el entierro del rey muerto convertido en una cómica escena de cine mudo que podría protagonizar Buster Keaton. No es el único apunte cómico. De hecho, el príncipe ahora barrigudo recuerda a Falstaff. Y vestido como un cura protestante arremete contra Gertrudis. Rosencrantz y Guildernstern parecen un dúo de tontos. Todo es un baile de máscaras constante con cinco actores que doblan personaje. El Claudio de Urs Jucker se enfanga la cara y se convierte en el espectro. Gertrudis se quita la peluca rubia y las gafas ahumadas y es Ofelia. ¡Cuánto talento! Magnífico, el ritmo. La función de dos horas y media pasa volando. Todo es energía. Pero la palabra de Shakespeare respira.

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