"He estado en todos los países de América Latina y espero morir sin pisar Estados Unidos"
A punto de cumplir 85 años, José Sanchis Sinisterra, gigante de la dramaturgia, estreno 'La criatura del Dr. Frankenstein' en la Sala Atrium
BarcelonaEl dramaturgo José Sanchis Sinisterra (Valencia, 1940) llega a la Sala Atrium con su ademán afable y un hilo de voz, que combina con unos principios y unos proyectos de piedra picada. A punto de cumplir 85 años, este gigante de la dramaturgia —renovador del teatro, fundador de la Sala Beckett, defensor de la dimensión literaria de la dramaturgia, influyente pedagogo y padre putativo de la escena catalana contemporánea— estrena un nuevo espectáculo en la Sala Atrium, el monólogo La criatura del dr. Frankenstein,del 20 de mayo al 1 de junio, con Ferran Audi como intérprete. Además, el autor tiene varios títulos en proceso de escritura o pendientes de estreno, y mantiene una larga batalla por abrir el Teatro del Común, un espacio de formación, investigación, creación, producción y exhibición teatral en Madrid —donde vive desde hace casi 30 años, después de 25 en Barcelona—, una vez naufragado el proyecto del Nuevo Teatro Fronterizo, una especie de Beckett 2 colocado en una corsetería de Lavapiés. "Tengo momentos que pienso que lo haremos de cualquier manera, y otros que no. Con el ministro, muchas sonrisas, pero nada". Con el PP ni lo ha intentado.
En La criatura del dr. Frankenstein coge al protagonista de la novela de Mary Shelley y reescribe una versión cruzada con Informe para una academia de Franz Kafka. "Es mi maestro absoluto, el plagio siempre que puedo", admite. "Me alimenta ponerme en la sombra de los grandes mitos de la literatura y de personajes que no están en mi universo cotidiano y real", explica. Así que su monstruo se dirige a una audiencia de académicos para reclamar que quiere pertenecer al mundo de los humanos, después de estar dos siglos en la frontera. "Ser ejemplar único debe ser bastante jodido -aventura el autor-. Tenemos la voluntad de pertenecer a algo, a una colectividad, de no ser diferentes". Claro que para llegar a ser humano tendrá que "pagar peaje" y perder la libertad, la singularidad, unos valores que hoy justamente premia al capitalismo, cuando hay grandes líderes mundiales que quieren dejar de ser humanos para ser monstruos. "No quiero hablar de Trump, que se me revuelve el estómago. Muchos de sus comportamientos son tan escandalosamente anómalos que supongo que alimentan su ego. Pero no va a durar mucho", confía.
Curiosidad y riesgo
El teatro es su gasolina. "Estaré aprendiendo hasta el último día. Tengo una curiosidad algo morbosa, me aboco a lo que no me resulta familiar", afirma el autor, que está interesado en la inteligencia artificial y está estudiando mapuche Después de sesenta años de trayectoria y títulos clásicos, Ñaque o de piojos y actores, ¡ ¡Ay, Carmela! y El lector por horas, su teatro sigue evolucionando: "Repetir fórmulas que sabes que dominas es peligrosísimo. Esto para mí es la esterilización del riesgo que debe tener toda escritura. Tiene sus inconvenientes, no lo negaré, porque intento que el texto me reclame cosas, y ahora tengo tres obras atascadas, me gustaría acabarlas inacabadas".
En un momento de desinterés general por las noticias y por la realidad, Sanchis mantiene la fe en el teatro y en la literatura. Está convencido de que es por su compulsión latinoamericana. "He estado en todos los países de América Latina y espero morir sin tener que pisar Estados Unidos. Desde la Guerra de Vietnam y desde que el gigante estadounidense aplastó a Nicaragua y Cuba, que para mí eran países que tenían un aura de esperanza y posibilidad, que me distancé absolutamente del 'american way of life", sentencia.
Para el dramaturgo, el teatro ha sido el lugar donde imaginar otros mundos posibles desde la ficción. ¿El teatro todavía tiene capacidad transformadora? "Es una pregunta que me hago cada día: ¿realmente sirve de algo? Es inmedible. No podemos saber si alguno de nuestros personajes ha hecho o dicho algo que provoque alguna reacción en un espectador. Naturalmente, yo cuando escribo intento que se produzca al menos una grieta en el tejido de la realidad, sobre todo la realidad que se plantea a sí misma como única posible". En su faceta de investigador, ahora está sistematizando las tres áreas que pueden ser transgresoras: la poesía, el humor y el delirio. "¿Qué hace la poesía, desde el punto de vista? ¿Cómo el humor cuestiona, rompe y relativiza la pesadez del lenguaje? ¿Cómo el delirio rompe estructuras de percepción y pensamiento que parecen inamovibles? —plantea Sanchis—. Algunos de mis maestros, como Clarice Lispector o Leonora Carrington, Kafka, Beckett y Pinter, son personajes que tenían una estructura psicológica anómala. Y todos tenían el humor muy presente", afirma. Bertolt Brecht es quien enmarcó los fundamentos de su teatro (tanto por la forma como por el fondo: la lucha de clases) y el psicoanálisis le dio el vuelo filosófico e ideológico a su literatura.
La edad no le ha mermado el empuje o la capacidad. de la americana donde anota títulos, temas y estructuras que quiere escribir o que quiere probar en un laboratorio de dramaturgia actoral. Va leyendo hasta nueve títulos. Asesinato en la colina de los Chopos, que cerraría su trilogía de la Guerra Civil, con ¡ ¡Ay, Carmela! y Terror y miseria en el primer franquismo, y con la que quisiera hablar de los sueños de la España republicana y de los "locos" de Dalí, Lorca y Buñuel cuando vivían en la Residencia de Estudiantes donde, tras un asesinato, "ya se vería la garra del fascismo que se bate sobre el europeísmo". Repite: "Ya no sé si tendré tiempo".