BarcelonaCuando Cristina Plazas (Madrid, 1969) recibió la llamada de Lucía del Greco (Roma, 1992) para encarnar a la escritora francesa ipremi Nobel Annie Ernaux en una adaptación teatral de la novela Pura pasión (Ángulo, 2022), intentó ser menos impulsiva que de costumbre. “Yo recordaba El evento, pero no conocía mucho a Ernaux. Enseguida le iba a decir que sí, pero respondí que le leería y le diría algo”, dice. Una vez leído, aceptó “el reto” sin siquiera avisar antes a su representante. Después de actuar en el TNC con Criminales, de Jordi Prat y Coll, Plazas protagoniza ahora Pura pasión, un monólogo adaptado y dirigido por Lucía del Greco que hace en el Teatro Akademia hasta el 1 de diciembre. Es una historia que narra, en primera persona y desde sus recuerdos, el enamoramiento febril de Ernaux de un hombre más joven que ella.
El comienzo no fue fácil para Plazas. “Son un equipo creativo muy joven y tenían ideas alocadas que me costaban entender –explica–. Lucía quería un personaje que narraba la historia desde la frialdad de haber vivido una pasión, ya desde la distancia. Este punto lo veía muy claro y pudimos encontrarnos aquí, pero yo soy una actriz muy visceral y siempre trabajo desde la emoción más vívida, así que al principio tenía dudas”. Pese a los miedos, la actriz quiso darle un voto de confianza al equipo. “Un día mi pareja me dijo: «Cuando trabajas con cualquier director, sobre todo si es hombre, nunca lo pones en duda». Y pensé que tenía razón y que tenía que confiar en Lucía, que ella sabía perfectamente lo que se hacía”, dice. Aunque todo lo que le pedían le resultaba difícil, decidió dejarse llevar. "Es lo más inteligente que he hecho en este montaje", asegura.
"He llorado mucho"
Para construir un personaje sólido, Plazas primero tuvo que trabajar toda la euforia del enamoramiento para poder distanciarse después. “He llorado mucho haciendo esto, pero sabía que el llanto pertenecía al pasado –explica–. Me ha servido agarrarme a la idea de que lo que has vivido ya no duele, porque sabes que has escogido experimentarlo desde el primer instante”. “Las pasiones tienen que ver con lo que no puedes controlar y eso significa vivir intensamente. Es como comer de más, ¿no?”, dice la actriz.
Aunque Cristina Plazas conversa abiertamente con las amigas sobre sexualidad, lamenta que socialmente sea todavía tabú hablar del deseo femenino de las mujeres mayores. "Que una mujer de más de cincuenta años hable de sexo provoca rechazo a la mitad de la sociedad", dice. “Los hombres pueden hablar de nuestros cuerpos sin pudor, pero si nosotros decimos que nos pone calientes un hombre somos unas salidas. No podemos decir que nos gusta un culo o un pene; a lo sumo, podemos decir que nos gustan los brazos de un hombre”, añade. La actriz recuerda que cuando su abuela tenía Alzheimer se comportaba de forma muy sensual, y que eso no gustaba a la familia. “Ella se acariciaba y decía tener orgasmos, y todo el mundo sentía repulsión –explica–. A mí, que era muy joven, me violentaba, pero al mismo tiempo me curiosía ver cómo alguien podía sentirse tan intensamente”.
En el mundo de la interpretación, la pasión y la espera son sentimientos habituales que la actriz siente hacia su profesión. Cuando rodó la película La isla del holandés (2001), de Sigfrid Monleón, Plazas vivió un episodio desagradable con el actor Féodor Atkine: “Habían llamado acción y me dijo que no me asustara, que me haría algo. Yo pensé que me echaría mano, pero me dio un cabezazo y me desmayé”. La actriz recuerda pensar: "¿Esto es la pasión en el cine?". También rememora cuando casi consigue el papel que Belén Rueda interpreta en Mar adentro (2004). “Piensas que si te cogen, la vida te cambiará, pero la vida te cambia cuando dejas que las cosas ocurran naturalmente –explica–. Al año siguiente de no haber sido elegida tuve una hija”. Cristina Plazas sigue apasionada de un trabajo que considera “maravilloso” y pronto actuará en la obra Las bárbaras, de David Selvas.