Una mujer y los monstruos, con Rosa Renom

Una mujer que ama. O que quiere amar. Una mujer que ama traicionada por los monstruos. Por los hombres. Una mujer víctima de un patriarcado nauseabundo que regresa a la casa de la que huyó hace treinta años con un ojo de terciopelo dejando un hijo de cuatro años y seguida por una perra de nombre Lasso, en honor a la cantante de Vilafranca del Penedès Gloria Lasso.

El ama de llaves es la segunda entrega del llamado Tríptico de la Epifanía de Josep Maria Miró, que se inició con El cuerpo más bonito que se habrá encontrado nunca en este sitio. Como la primera entrega, esta segunda habla del desencanto sobre la naturaleza humana. Pero si en ese monólogo a seis voces se mostraba el retrato de una comunidad que no tolera el deseo fuera de la norma, de una sociedad atemorizada por los diferentes, ésta Mayordoma nos introduce en el horror de la esclavitud sexual de una mujer sacrificada en el altar del vicio nada lejos de hechos reales estremecedores que no hace mucho nos han impactado —el caso Pelicot— pero se ve que ajenos a la escritura de la obra a pesar de la coincidencia. En ambos textos la belleza es un elemento determinante de los hechos. Pero si al primero la teatralidad brotaba de la palabra, en El ama de llaves hay más narración literaria.

¿Y por qué vuelve a casa del marido donde sufrió tantas vejaciones e incluso se preocupa porque respira con dificultad? Quizás para mostrarle que, sin embargo, no le han podido hundir y que sigue viva. No es una remembranza herida o rabiosa. No hay indignación ni odio.

Rosa Renom asume el reto de explicar lo inexplicable sin dramatismos, con el distanciamiento emocional del tiempo pasado envuelta en una penumbra fantasmagórica. Y es que a diferencia del monólogo que protagonizó Pere Arquillué, en el que todo se decía y se veía en el rostro del actor iluminado con un foco, a esta ama de llaves quien fue director de aquella maravilla la sume en una oscilante oscuridad que dificulta verle la cara. Renombre sobresale en la dicción para convocar la historia al imaginario del espectador con la delicadeza e incluso la satisfacción de quien ha vuelto del infierno sano y salvo. La dirección del autor se centra en el ritmo, las puntuaciones y los silencios con mucho cariño. Propuesta muy recomendable.