El teatro catalán triunfa en Buenos Aires
"Esto es una fiesta": la capital argentina acoge la undécima edición del Temporada Alta
Buenos AiresEl festival Temporada Alta de artes escénicas finaliza mañana domingo su undécima edición en Buenos Aires. Cada mes de febrero, desde hace once años y de manera ininterrumpida –también en pandemia, telemáticamente–, una muestra de espectáculos catalanes viajan a la capital argentina, en el marco de un intercambio cultural promovido por el Institut Ramon Llull que involucra a compañías teatrales de los dos países. Cuatro piezas seleccionadas han estado en cartel durante una semana en la sala Timbre 4, que defiende el lema "el teatro hace bien”. Se trata de Ma solitud el espectáculo de clown de Guillem Albà que implica objetos y títeres y que presenta una sencillez y sensibilidad extraordinarias; Loco Amoris, una reflexión sobre las relaciones de pareja que se convierte en una sesión tragicómica de terapia para el público, dirigida por Pau Roca y escrita por Pablo Macho Otero, intérprete junto con Emma Arquillué; Queremos ir al Tibidabo, de la directora Cristina Clemente –Com si fos ahir y Les del hoquei– , en esta ocasión producida por una compañía argentina; y 360grams, de Ada Vilaró, una pieza emotiva, penetrante y empoderadora que parte de la relación de la autora e intérprete con su cuerpo y su vida después de decidir no reconstruirse el pecho que le extirparon debido a un cáncer.
Todo empezó con una conversación informal: el director del Temporada Alta, Salvador Sunyer, y el adjunto de dirección artística, Narcís Puig, seleccionaban piezas de todo el mundo para el festival que se hace cada otoño en Girona y en un diálogo con productores argentinos, estos se animaron y propusieron trasladar obras catalanas a Buenos Aires. Esto fue en 2012 y desde entonces el Temporada Alta Buenos Aires (TABA) se ha ido consolidando como una cita ineludible para los amantes del teatro en la ciudad.
El intercambio que enriquece
En una de las semanas más calurosas del verano porteño, la sala Timbre 4 de la calle México y su adyacente en la avenida Boedo se han convertido en auténticos puntos de intercambio cultural: los coloquios postfunción tenían lugar de manera viva, horizontal y entusiasta en espacios como el bar del teatro o la acera de la calle. El público, formado por personas aficionadas y profesionales del teatro, ha llenado –o casi llenado– cada tarde las 146 y 39 butacas de cada sala, respectivamente, con una entrega extraordinaria y una curiosidad genuina por saber qué se cuece en la movida teatral del otro lado del océano. “El TABA es una fiesta –dice la actriz Ayelén del Valle, que viene cada año como espectadora–. Me encanta charlar con personas que se dedican al teatro igual que yo, pero en otros lugares del mundo, saber cómo lo viven y que vean cómo trabajamos nosotros”. Salía de Loco Amoris, con la cual había conectado –y reído– muchísimo: “No importa que las historias vengan de lejos: he tenido exactamente los mismos problemas en mis relaciones que los que tenían Pablo y Emma”.
El intercambio también se da en la forma: una gran parte del público coincide en el hecho de que una de las aportaciones más destacadas del TABA es que programa lenguajes escénicos que no son habituales en Argentina. Flor Fernández, aficionada al teatro, se refería al espectáculo de Guillem Albà como una cosa “original y nueva” para ella, porque los títeres para adultos “no son tan habituales aquí”. “Ver teatro hecho desde otros lugares te da muchas ideas para pensar en el ámbito dramatúrgico”, destacaba el actor y dramaturgo Tomás Landoni. Ada Vilaró estaba entusiasmada con la implicación del público local. Ella rechaza la idea de la unidireccionalidad –el intérprete hace, el público recibe– y concibe el teatro como una manera de compartir: “El público de aquí se sabe partícipe de la experiencia y cuando lo vive tanto, la suma con lo que haces tú en el escenario genera un estado mágico para todo el mundo”.
Teatro por todas partes
Aunque el TABA es una cita marcada a la agenda cultural del verano, las artes escénicas siempre se respiran con fuerza en Buenos Aires. “Es una capital mundial de teatro”, afirma Narcís Puig, que representa al festival en el hemisferio sur: “Nueva York, Londres y Buenos Aires son las ciudades donde el fenómeno del teatro es particularmente explosivo”. Más de 300 salas hacen de la capital argentina una de las ciudades con más oferta teatral del mundo. El teatro de gran alcance se concentra en la avenida Corrientes, una especie de Broadway o West End a la latinoamericana, donde las noches de viernes y sábado el bullicio en bares y restaurantes se debe a los espectadores que salen del teatro con hambre y ganas de comentar los espectáculos. “Es un poco como lo que pasaba antes en el Paral·lel, comenta Puig. A la vez, hay un circuito de salas menos comerciales, como sería la Timbre 4. Guillem Albà destaca el hecho de que muchas de ellas tienen incorporada una escuela de teatro, y es que en este epicentro de las artes escénicas, la interpretación como hobby tiene una demanda altísima.
Albà, que en este viaje ha impartido un taller abierto de clown, nunca había hecho una clase para tantas personas: “Éramos cuarenta, fue impresionante. Había actores, pero también médicos, taxistas… gente de todo tipo que, en la medida que puede, estudia teatro”. Las cuatro obras que han formado el cartel del TABA 2023 harán, a continuación, una breve gira por Uruguay y Perú.