Teatro

Una tierna y entretenida comedia de locos

'Elling' está protagonizada por dos internos de una institución psiquiátrica en Noruega

'Elling'

  • Sala Villarroel
  • Hasta el 17 de marzo

Ingvar Ambjørnsen es uno de los escritores noruegos más famosos, con permiso del premio Nobel de literatura 2023, Jon Fosse. Elling es seguramente el personaje que le ha hecho más popular y al que ha dedicado una tetralogía y del que incluso en 1996 se rodó una película. La obra de teatro, estrenada en España por Andrés Lima en el 2011, se sustenta sobre la fórmula clásica de la extraña pareja habitada por dos seres peculiares que deben confrontarse con la vida cotidiana.

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En este caso se trata de dos internos de una institución psiquiátrica en la acomodada sociedad noruega, Elling y Kjell, que establecen una amical dependencia el uno del otro y que se enfrentarán a los problemas de una vida independiente cuando el gobierno les facilite un apartamento para ambos en Oslo. Abrir una puerta, contestar el teléfono, comprar comida y cocinarla son enormes retos para ellos, sin embargo, planteados sin ningún dramatismo por el autor. Al contrario, Ambjørnsen se sirve de las rarezas y limitaciones de los personajes para crear una serie de cómicas situaciones con un tratamiento amable, luminosamente simpático y completamente alejado del drama que arrastran las enfermedades mentales o los trastornos de comportamiento. Eso sí, siempre remarcando el triunfo de la amistad.

El gran acierto de la obra radica en la definición de unos personajes que nos evocan las peculiaridades del Wilt de Tom Sharpe o el Ignatius J. Reilly de John Kennedy Toole y que en consecuencia cautivan rápidamente a los espectadores. La dirección de Pau Carrió acentúa el alma de payaso que anida en ellos, el carablanca de Elling y el llamativo Kjell. Y que remata con la vecina (atención a sus zapatos). Pau Carrió sobresale en la dirección de los intérpretes y David Verdaguer hace una genuina, magnífica creación de Elling bien secundado por la chispeante concupiscencia de Albert Prat, quizá algo demasiado infantilizado, y los siempre eficaces Queralt Casasayas, Albert Ribalta y Òscar Muñoz. Ha hecho bien la producción al mantener la acción en Noruega, ya que ni la lujosa y muy funcional escenografía de madera (Sebastià Brosa) ni los cuidados del gobierno noruego tienen réplica entre nosotros.