Historia

La venganza de Hitler: secuestrar a los nietos de sus enemigos

Catherine Bailey reconstruye la historia de Fey, hija de uno de los diplomáticos de la Operación Valquiria

BarcelonaEn 1948, tres años después del final de la Segunda Guerra Mundial, 42.000 madres y padres continuaban buscando a sus hijos en Europa, según un artículo de The International Tracing Service. No era nada infrecuente que los nazis secuestraran a niños y les dieran nuevas identidades para que así sus padres no les pudieran localizar. Lo hicieron para convertir niños de Europa del Este en nazis y también por venganza. Fue el caso de los dos hijos de Fey, la hija de Ulrich von Hassel, el diplomático alemán que en septiembre de 1944 fue ejecutado por haber participado en la Operación Valquiria, un complot que quería acabar con la vida del líder nazi. A Fey la enviaron al campo de concentración de Stutthof, donde murieron más de 85.000 personas, de las 110.000 que fueron deportadas. Cuando sus hijos llegaron a Wiesenhof, un orfanato regentado por los nazis en los Alpes, cerca de Innsbruck, tenían un apellido nuevo: Vorhof.

La productora, directora de televisión y escritora Catherine Bailey leyó las memorias de Fey y se enamoró de su historia. Conoció a sus dos hijos, Corrado y Roberto, prácticamente octogenarios y que actualmente viven en la población italiana de Brazzà. "Hasta ahora había escrito libros sobre grandes familias inglesas [Black diamonds y The secret rooms] y quería escribir sobre un periodo tan oscuro y tan terrible como la Segunda Guerra Mundial. Las memorias de Fey me impactaron mucho y su historia era una forma de explicar cómo fue la Europa de finales de la Segunda Guerra Mundial", dice la autora de Hasta que nos volvamos a ver. La historia de una madre, sus hijos desaparecidos y el complot para matar a Hitler (Planeta). En el libro Bailey no solo resigue la historia de Fey sino también de la Operación Valquiria y de la venganza de Hitler contra todos los que participaron en ella y sus familias: "Hasta el último miembro del clan tiene que ser exterminado", dijo el líder nazi el 3 de agosto de 1944.

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Fey no quiso olvidar nada

La autora se ha especializado en explicar la historia a través de microcosmos familiares. Para reconstruir la historia de Fey se documentó con sus memorias, A mother's war, los diarios que escribió a lo largo de toda su vida y sus cartas. Bailey también ha recorrido a los archivos y ha tenido muchas horas de conversación con Corrado y Roberto. "En sus memorias Fey es muy precisa sobre los lugares por los que pasó y esto me ha permitido hacer mucha investigación sobre todo lo que sucedió en estos lugares. Me he documentado mucho a través de libros sobre la resistencia en Italia y también he leído muchas memorias de supervivientes". Fey no esperó a recuperarse, escribió sus memorias en el momento en que salió del campo. "Quiso escribir todo lo que le pasó porque quería reconstruir su matrimonio (hacía tres años que no veía a su marido y en el campo se había enamorado perdidamente de Alex von Stauffenberg), y lo hizo también por sus hijos, porque en el momento que empezó a escribir todavía no los había podido recuperar", detalla Bailey.

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Las memorias, A mother's war, no se publicaron hasta 1990, más de cuarenta años después de que fueran escritas. Fey tuvo la suerte de encontrar a sus hijos. No fue fácil porque los nazis quemaban todos los papeles y archivos y muchos orfanatos fueron cerrados. De hecho, Corrado y Roberto, en el momento en que fueron localizados, estaban a punto de ser enviados a la casa de un agricultor de la zona. "Corrado, que era el más mayor, entonces tenía cuatro años, no recuerda mucha cosa. Supongo que olvidar es uno de los mecanismos que los cerebros de los niños tienen para protegerse –dice Bailey–. Tiene, sin embargo, una imagen grabada: el cuerpo de un hombre asesinado durante un bombardeo en la carretera que pasaba por delante del orfanato". Corrado, de pequeño, tenía pesadillas. Soñaba que él, su hermano pequeño y su madre eran enviados a un campo de concentración y les ponían en fila ante una fosa antes de ejecutarlos.

Fey no quiso olvidar nunca lo que le pasó. "Constantemente, revisitaba los lugares, escribía a menudo, y visitaba a la gente que había conocido. Leía muchas memorias de otros deportados. Escribe que había visto cómo mucha gente era destruida por sus recuerdos y ella no quería que sus recuerdos la destruyeran. Creía que lo más importante era perdonar, hacerlo era necesario para continuar adelante –explica la autora–. Era una mujer con una gran fortaleza".

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Continuó con su marido, Detalmo Pirzio-Biroli, el oficial italiano con quien se había casado de muy joven. "Volvió con él porque sabía que si se divorciaba perdería el contacto con sus hijos –detalla Bailey–. Era una mujer muy fuerte que creía que tenía que aceptar su destino sin amargura y sin ánimos de revancha porque si no se acabaría destruyendo a ella misma". Fey, según explica Bailey, también cargó durante mucho tiempo con un sentimiento de culpa. "Hubo un momento que decidió quedarse en Brazzà, en la finca al norte de Italia donde vivía con su marido, que se había ido al sur porque estaba implicado en la resistencia italiana, y siempre pensó que si hubiera abandonado este lugar, quizás los niños no habrían sido nunca secuestrados", afirma Bailey.

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