Djokovic se proclama campeón en Wimbledon (4-6, 6-3, 6-4 y 7-6)
El serbio suma su 21.º título de Grand Slam y el séptimo sobre el césped del torneo inglés
CiutadellaNovak Djokovic vuelve a ponerse la corona en Wimbledon. El serbio ha firmado una final majestuosa para sumar su séptimo trofeo en Wimbledon (4-6, 6-3, 6-4 y 7-6) y hacer más grande su leyenda. Ha sido el mejor, el tenista que ha puesto el juego por delante de las pasiones y ha dejado de lado su versión más alocada para sentenciar su 21.º título de Grand Slam. Nick Kyrgios, un rival que representa la parte más visceral del deporte, ha perdido la fuerza por la boca y ha acabado sometido a uno de los mejores tenistas de la historia.
"A mí no me gusta el tenis, juego por dinero", ha llegado a decir el australiano, sin remordimientos. Él es así, un rebelde, un inconformista que lleva por bandera la contradicción. En contra de todo aquello establecido, convencido de que tiene razones para sentirse superior a los otros. Djokovic, en cambio, ha sido hielo en esta final. Ante el fuego personificado que ha sido Kyrgios con su incansable espectáculo, el serbio ha mantenido en todo momento la calma priorizando el juego, el estilo y la pausa, y eso lo ha acabado llevando a su séptimo título de Wimbledon en la última década.
A pesar de que el trofeo ya tiene grabado el nombre de Novak Djokovic, la final no ha empezado como el serbio esperaba. Ante un Kyrgios cómodo en el descontrol y luciendo servicio, el serbio no se ha sentido fino con un tenis desordenado y poco previsible. Los cambios, siempre nacidos de la raqueta del australiano, han sido latigazos difíciles de esquivar para el flamante campeón. Con pausa y contingencia, Djokovic ha esperado paciente al segundo set para cambiar la tónica y lograr el control del partido.
El segundo asalto ha devuelto la calma sobre la pista central del All England Club. Djokovic ha conseguido responder a los magníficos servicios del australiano, especialista en aces, mientras que Kyrgios empezaba a encenderse poco a poco. Si el serbio es un personaje peculiar, el australiano, número 40 del mundo, en este sentido juega en otra liga. Con una estética peculiar en el mundo del tenis, siempre con su camiseta de tirantes y gorra con visera plana del revés, Kyrgios es irreverente por naturaleza. En cierto modo, hay algún parecido entre los dos finalistas de Wimbledon. Djokovic siempre ha sido, a diferencia de sus rivales históricos, Rafa Nadal y Roger Federer, el rebelde, el visceral, como Kyrgios. El australiano, sin embargo, ha dejado ver por instantes su cara más oscuridad sobre el césped de la pista central con gritos y malas formas tanto hacia la grada como hacia el juez de silla.
Se impone la calma del serbio
El césped del All England Club empieza a ser como el jardín de casa para el serbio. Es uno de los escenarios donde despliega su mejor juego y donde más cómodo se siente. Mientras Kyrgios se siente más feliz en el desorden, Djokovic ha sabido contar hasta diez cuando su oponente ha entrado en cólera durando casi todo el tercero set, igualado entre los dos tenistas y decisivo para decantar el partido hacia el lado del serbio. El australiano ha perdido los nervios mientras la grada lo atacaba con gritos a cada punto y Djokovic veía como este espectáculo lo beneficiaba. Su paciencia ha tenido recompensa y ha sumado el tercero set en su favor.
El cuarto ha sido como correr un maratón. Los dos tenistas han sudado como nunca para adjudicarse cada punto, con una exigencia física al nivel de la final que se estaba disputando. Cada pelota era a vida o muerte, y se ha acabado decidiendo en el tie-break. Contra un Djokovic con determinación es muy difícil competir y, finalmente, Kyrgios ha tenido que conformarse con el segundo lugar. El peldaño más alto estaba reservado para el tenista serbio, que ya suma 21 Grand Slams y se acerca a la cifra astronómica de 22 que defiende Rafa Nadal.