El Girona hurga en las heridas del Barça y vuelve a ser el líder de Primera División
Los de Míchel alternan la contundencia ofensiva con grandes ratos de fútbol para dejar a los azulgranas con un palmo de nariz
BarcelonaEl Gerona de Míchel Sánchez vuelve a ser el líder de Primera División. Lo es en solitario. Por delante del Real Madrid y, claro, del Barça. Así: el Gerona de Míchel. Porque es un equipo de autor, esculpido meticulosamente por su entrenador y rematado en el césped por un grupo de jugadores que están maravillando con su buen fútbol. Contra el Barça, ese equipo que no hace tanto era el rey de Europa porque practicaba el mejor fútbol que quizás se ha visto nunca en la historia de este deporte, el Girona fue mejor y, sobre todo, mucho más contundente (2 -4). Los gerundenses están escribiendo un relato precioso. En su enésima exhibición de esta temporada hurgaron en las heridas de un Barça que verá una jornada más como tiene el Atlético de Madrid, el Madrid y el Girona por delante.
Míchel acabó el partido emocionado, llorando sobre el césped del Estadio Lluís Companys. Y eso que la película pudo ser muy distinta. Los de Xavi saltaron mejor al césped, diciéndole al Girona que el balón sería azulgrana, y las primeras aproximaciones corrieron a cargo de Lewandowski, Raphinha, Pedri y compañía. El Barça estaba intenso, y durante los primeros minutos pareció enseñar la misma buena cara que en el triunfo ante el Atlético. Pero en su primer desajuste en la presión, el Girona no perdonó. Un desplazamiento desde la defensa al suelo de nadie –como se echa de menos Iñigo Martínez– acabó con el balón a los pies de Couto, que, solo ante un despistado João Félix, sirvió un pase en largo que Christensen, demasiado blando , no rechazó. En un santiamén la conexión ucraniana Tsygankov-Dobvyk fabricó el primer gol.
Como en el día del Oporto, el Barça sacó el orgullo para reaccionar deprisa, y Lewandowski empató de cabeza a la salida de un córner. Este es uno de los eslabones más débiles del Girona, que ya ha encajado un buen puñado de goles de córner. El empate espoleó a los azulgranas. Tras una deliciosa combinación entre Félix y Cancelo pudo llegar el segundo, pero sería el Girona quien empezaría a demostrar por qué sabe jugar como los ángeles. Cuando los de Míchel entró de lleno en el partido hicieron empequeñecer a los azulgranas a base de buen fútbol. Un puñado de jugadores hasta hace poco desconocidos desdibujaron estrellas de talla mundial. Todo lo miraba Oriol Romeu desde el banquillo, quizá arrepentido de haber cambiado Girona por Barcelona.
Xavi no podrá excusar el bajón de su equipo en un problema de mentalidad. Cuando el Girona de Míchel se sacudió de encima el pánico escénico empezó a marear a su rival. Gündogan y De Jong perseguían sombras, llegando siempre tarde: pesados, lentos... Ivan Martín conducía libre hasta la frontal y Miguel Gutiérrez aparecía –ahora por dentro, ahora por la banda– de forma indetectable. Antes de ser el autor del gol que avanzaría de nuevo a los gerundenses a las puertas del descanso, el lateral, formado en la cantera del Real Madrid, había tenido hasta dos remates casi consecutivos. En la primera, una mano felina de Iñaki Peña salvó a los azulgranas. En la segunda, chutó algo desviado. En la tercera, destapó la botella de cava: un golazo.
Miguel no es un lateral, aunque salga así en la hoja de alineaciones que se reparte antes de los partidos. Miguel no tiene una posición. Encima del césped interpreta un rol, es el protagonista de una falsa anarquía para aparecer en diferentes posiciones del flanco de ataque. El madrileño ejecuta con destreza un plan trabajado a la perfección por su entrenador y que ante el Barça bordó. No es que los azulgranas bajaran los brazos, es que, simplemente, el Girona jugaba mejor. Savinho, que se había pasado casi toda la primera media hora sin oler el balón, le bastó con los últimos 15 minutos del primer tiempo para empezar a ser protagonista. El extremo brasileño sacaba de quicio Kounde, de nuevo lateral, mientras que Dobvyk se encargaba de fijar los centrales.
Araujo, que acabó lanzando la máscara protectora con la que había empezado por una fractura en la mandíbula, y Christensen no podían perder de vista el abultado ariete ucraniano. Dovbyk no solo remata, sino que es un gran activo para los de Míchel: descarga balones y jugar de frente. No suele complicarse la vida y lo hace todo más fácil para su equipo, una receta que convendría que se aplicara de vez en cuando a Lewandowski, más voluntarioso que acertado a pesar de encontrar de nuevo el camino del gol. El polaco volvería a intentarlo en la segunda mitad, en la que el Barça salió con más hambre y buenas intenciones que contundencia.
En el duelo táctico entre dos entrenadores que predican el fútbol de posición como modelo de juego, una máxima clásica del fútbol acabaría imponiéndose: los gerundenses acabaron siendo más contundentes en las áreas. Valeri firmó el tercero cuando el Barça, con fe, no paraba de atacar. Pero lo hacía con disparos blandos, con imprecisión, y el Girona le castigó. Si algo no se le puede reprochar al equipo de Xavi es que no perdió la fe: Gündogan hizo el 2-3 en el añadido. Fue un oasis en el desierto. Porque Stuani, con el Barça alocado, remató el marcador para decirle a toda Europa que el Girona es el líder de Primera.