El gerundense que hace milagros a bordo de un kayak
Aniol Serrasolses ha hecho historia al descender una cascada glacial de 20 metros, la mayor jamás registrada
BarcelonaImagina tener el poder de volar. Levitar en el aire y sentir que todo es posible. Romper la ley de la gravedad y tener el privilegio de ser un ave que siente la brisa en la nuca mientras contempla los paisajes que le regala este mundo. Esta sensación es la que experimentó el kayakista gerundense Aniol Serrasolses (Bescanó, 1991) cuando descendió una cascada glacial de 20 metros. "Estar en el aire es una sensación increíble. Estás suspendido sobre el agua", se emociona el gerundense, que ha atendido al ARA, al recordar el momento.
Fue un hito histórico. El catalán, deportista de Red Bull, se adentró en las aguas más frías del planeta Tierra para acabar cayendo por el río de hielo y batir un récord mundial. El mayor descenso nunca registrado en este tipo de cascada. Y lo logró en el círculo polar ártico hace poco, a finales de noviembre. En concreto en Bråsvellbreen, la zona del paredón congelado que escupe agua y que está ubicada en la isla de Nordaustlandet. Un destino lejano que cautivó los ojos del kayakista desde el primer momento. Y, como toda historia que emociona a su protagonista, esta tiene su inicio en una fotografía.
"La idea nace de una manera muy simple", empieza a relatar la misma persona que unos años después rompería un récord. Aniol se inspiró en una imagen en blanco y negro que capturó Paul Nicklen, fotógrafo del National Geographic, de las cataratas. El agua salía de un muro de hielo y daba al mar: "La foto me inspiró muchísimo. Era perfecta". Desde entonces, el gerundense empezó a investigar todo lo que lo rodeaba hasta el punto de imaginarse cómo la descendería. Pasaron los años, hasta que en el 2021 propuso el proyecto de su vida a la empresa que le había dado alas para hacer realidad su sueño de pequeño, Red Bull, y en agosto del 2023 se pudo cerrar para ponerlo en práctica.
Para llevar a cabo esta idea solo existía un único intento. Un pequeño error y el sueño se rompería. Pero no todo estaba en sus manos. Había muchas preguntas que solo se podían responder una vez llegados al glaciar: "¿Habrá osos polares? ¿Habrá suficiente agua en las cataratas para poder descender? ¿Las condiciones climatológicas nos respetarán?" Una única duda rompía toda la posibilidad de hacer realidad el récord. "La presión era muy alta porque prometimos hacerlo", dice Aniol. Cámaras para inmortalizar el momento, logística para llegar y personas de la empresa estaban implicadas en esa travesía de la que solo se sabía de su existencia por una fotografía en blanco y negro. Pero después de andar 10 km sobre el hielo, esquivar grietas, atravesar ríos con una escalera y con la negativa de hacerlo por parte de los guías debido a la fuerte marejada, Aniol y su equipo llegaron al inicio del río.
Un salto de gigante
Con el kayak de 2,70 metros y 30 kilos frente a sus ojos, Serrasolses recibió la visita de los nervios antes de empezar la aventura. Pero subió y los miedos desaparecieron. "Una vez dentro no dejo que la mente divague y se vaya a los lugares de dudas. Me centro en remar y disfrutar del momento", comenta antes de explicar los siguientes pasos.
Su herramienta de trabajo empezó a navegar por el río. Cruzó túneles de hielo. Otros tenían el techo abierto, que daba al cielo del Ártico. Las paredes blancas a ambos lados y el azul marino que provocaba la luz del sol cuando se proyectaba sobre el agua dejaban un paisaje idílico. "Es como navegar en otro planeta. Ha sido más loco de lo que había imaginado nunca", decía a la agencia Reuters una vez terminado el hito.
Los ríos se bifurcaban y la corriente lo guió hasta que vio que el camino no tenía continuidad. El final lo tenía en sus ojos. El kayak empezó a inclinarse y la cascada que solo había visto en imágenes se convirtió en una realidad. "Es el mejor momento. Contemplas el lugar donde estás y se te queda grabado en la mente de por vida", afirma al ARA. Mientras caía, disfrutar del momento quedó en un segundo plano, ya que tenía prepararse para el impacto: "20 metros son bastantes".
"Oí el golpe del agua. Acababa de descender la cascada". La felicidad se veía reflejada en la cara de Aniol. El agradecimiento, también. "Pensé: «Mira dónde estamos, es increíble. Qué suerte tenemos de estar aquí». No quería que se acabara". El sueño del catalán se hizo realidad. El hecho de encontrarse con la foto de Nicklen, enamorarse de ella y no quitarse de la cabeza la idea de caer por esa pared helada hicieron que el gerundense batiera el récord. La imagen en blanco y negro cogió color. Y vida.