Las calles de Helen Levitt o cuando las criaturas campaban libres antes de las pantallas
Hay fotografías de un pequeño detalle o de un gesto capaces de explicar un mundo entero, la vida de un momento determinado. Imágenes que conservan la atmósfera emocional más allá de un instante. Es el caso de la obra de Helen Levitt (1913-2009), la fotógrafa estadounidense que dedicó parte de su trayectoria a retratar la vida cotidiana de las calles de Nueva York con naturalidad y un sentido del humor muy fino. Levitt nació en el Bronx y descubrió la fotografía trabajando en una tienda de revelado. Inspirada por la obra de Walker Evans y Henri Cartier-Bresson, con quien trabó amistad, aportó una mirada muy espontánea y una capacidad de observación llena de matices. Ahora, en el KBr Fundació Mapfre puede visitar una extensa exposición suya, que vale mucho la pena, basada en la totalidad de su obra.
La etapa fotográfica más popular de Levitt es la de las escenas de niños jugando en las calles del Spanish Harlem, donde trabajaba en una escuela pública. De camino al trabajo se fijó en la forma que tenían los niños de relacionarse entre ellos. Le llamaron la atención los dibujos hechos con tizas que pintaban en el suelo y en las paredes. Eran barrios muy pobres donde los niños aprovechaban todo lo que encontraban para distraerse, trepaban por las fachadas, se sentaban en las escaleras de los portales o corrían disfrazados en medio de la actividad de los comercios. Un escape de agua, rampoines abandonadas en una esquina o unas cajas de cartón estimulaban la imaginación de unas criaturas que campaban libres, más o menos vigiladas por la mirada distraída de vecinos que tomaban el fresco en las ventanas o daban la charla junto al escaparate de alguna tienda. Desde una perspectiva actual es inevitable leer peligros implícitos o hacerse preguntas sobre algunos de los mensajes que las criaturas yaceban en las fachadas. Los niños se inventaban puertas imaginarias o escribían rótulos junto a las ventanas que ahora son todo un enigma.
En la exposición también se proyecta el corto documental In the street, que Levitt dirigió junto a Janice Loeb y James Agee en 1948. Fue un filme olvidado durante décadas que el MoMA y la Biblioteca del Congreso recuperaron y restauraron en los años ochenta. Es una pieza fundacional del cine documental independiente estadounidense. La película, de sólo dieciséis minutos, es una prolongación de la mirada fotográfica de la autora, como si sintiera la necesidad de dejar constancia del ritmo y la energía de esa vida urbana. Loeb era amiga y cuñada de Levitt, también fotógrafa, y la propietaria de la cámara con la que lo filmaron. James Agee era novelista y guionista de películas como La reina de África o La noche del cazador. Los tres juntos también trabajaron en el documental The quiet one, nominado a un Oscar, sobre el proceso de integración de un niño emocionalmente conflictivo en una escuela de Wiltwyck.
In the street es una maravilla porque desde una sencillez absoluta muestra la dignidad de unos barrios en los que había mucha miseria. Las criaturas otorgan identidad y alegría a las calles. Cuando esté en la gran sala del KBr, si observa discretamente a las personas que miran la película, verá que todas esbozan una sonrisa permanente mientras dura el cortometraje. Y le ocurrirá lo mismo si se sienta en el pequeño banco y se adentrá en aquel Spanish Harlem. Es la esencia de la niñez. La forma de relacionarse de las criaturas es un lenguaje universal en el que todos nos reconocemos. Y es inevitable pensar si esa forma de jugar tan libre y compartida parece ahora un acto de resistencia, antes de que las pantallas y los miedos hicieran el mundo de los niños un poco más pequeño.