China crece un 8,1% en 2021, pero la actividad se retarda
PekínLa economía china supera con nota sus previsiones de crecimiento económico y cierra el 2021 con un aumento del producto interior bruto (PIB, el indicador que calcula la actividad económica de un país) del 8,1%, el dato más alto desde el 2012. A pesar del buen resultado, la desaceleración del último trimestre advierte de los riesgos a los que tendrá que hacer frente el gigante asiático en 2022.
Los datos publicados por la Oficina Nacional de Estadística muestran la fortaleza de la segunda economía mundial. El crecimiento del PIB supera el objetivo del gobierno, que lo había situado por encima del 6% para el 2021. El año anterior, bajo la presión de la epidemia del covid-19, China creció un reducido 2,3%, pero fue la única de las grandes economías del mundo que se expandió.
Los indicadores también muestran que la recuperación va perdiendo fuerza. En el cuarto trimestre el PIB solo aumentó un 4% frente al 4,9% del trimestre anterior y del espectacular 18,3% de los tres primeros meses del año. Es un serio aviso, y una buena prueba de la preocupación de Pekín para intentar estabilizar la economía es la decisión adoptada por el banco central chino de recortar los dos tipos de interés oficiales en 10 puntos básicos. El anuncio se ha hecho al mismo tiempo que se daban a conocer los datos del PIB.
La necesaria reestructuración del endeudado sector inmobiliario, encabezada por los problemas de Evergrande, ha provocado la caída de las ventas, el recorte en la construcción y miles de despidos. Todo esto repercute en la desaceleración de la economía y, además, hay que añadir también la campaña para reestructurar el sector tecnológico.
Otro de los grandes retos es la estricta política de covid cero, que provoca cortes en las cadenas de suministro con los intermitentes bloqueos de ciudades o las restricciones en el transporte. Los controles de movilidad han hundido al sector turístico.
Dependencia del sector exterior
La expansión de la pandemia al resto del mundo también repercute en la economía del gigante asiático. Liu Guiping, subgobernador del banco central chino, ha advertido de que la escasez de chips, el endurecimiento de las políticas monetarias y la decisión de trasladar la producción a lugares más próximos a los países desarrollados son una amenaza para el crecimiento chino. Liu también reconoció en su intervención en el Foro Global de Gestión de Activos, celebrado el pasado sábado en Pekín, que los países del Sudeste Asiático, con costes más baratos, también representan una fuerte competencia para la producción manufacturera china.
A pesar de los riesgos, los datos de 2021 permiten a Pekín encarar el futuro con mucha más tranquilidad que la mayoría de las economías desarrolladas. En el último año el PIB logró los 18 billones de dólares. La producción industrial creció un 9,6% anualizada y la inversión en activos fijos un 4,9%. Las ventas minoristas, el principal barómetro del consumo, crecieron un 12,5% anual. El desarrollo del mercado interior, sin olvidar el gran peso del sector exportador, es el nuevo modelo económico que impulsa Pekín y que ha bautizado como “doble circulación”.
La tasa del paro continúa estable en el 5,1%, aunque las estadísticas chinas no cuentan la gran masa de emigrantes dentro del país.
En 2022 se espera que el crecimiento se modere. La Academia de Ciencias de China ha pronosticado un aumento del PIB alrededor del 5,5%. Por su parte, el Fondo Monetario Internacional ha anunciado una expansión del PIB chino del 5,6%, mientras que el de los Estados Unidos aumentará un 5,2%. A pesar de la competencia entre las dos grandes economías, si se confirma es un dato positivo para Washington, que es un país plenamente industrializado frente a la economía en desarrollo de la República Popular, que ofrece más oportunidades de crecer.
China podría superar a Estados Unidos como la primera economía mundial en 2030, pero algunos analistas ya han pronosticado que incluso lo podría conseguir antes.
