El ruido y el hedor

Jacques Chirac se mantuvo en primera línea política durante décadas. Sabía seducir a su electorado. Sabía lo que había que decirle en cada momento y cómo dirigirse a él. En 1991, la extrema derecha liderada por Jean-Marie Le Pen crecía y la amenazaba. ¿Acercarse a sus postulados sería una buena solución para neutralizarla?

En Orleans, en un acto con militantes y simpatizantes del partido, Chirac puso a prueba sus valores democráticos. Avanzada la cena, con las copas de vino vacías y el micrófono en la mano, se soltó. “Un trabajador francés, que con su mujer gana unos 15.000 francos, y que en el rellano de la escalera, hacinada, ve a una familia con un padre, tres o cuatro mujeres y una veintena de hijos, que ganan 50.000 francos en prestaciones sociales, sin trabajar, ¡por supuesto! (aplausos). Si a esto le añade el ruido y el hedor (risas), el trabajador francés se vuelve loco. Y decirlo no es ser racista”. La conclusión, según proclamó entonces, era clara: era necesario reducir las ayudas al colectivo de recién llegados.

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Zebda, un grupo de Toulouse que mezcla el rock con los sonidos tradicionales, cogió las palabras de Chirac y las convirtió en un himno que despertó las banlieues francesas: Le bruit et el olor. Chirac fue modelando el discurso, siguió seduciendo, y sobrevivió varios años más en primera línea política. El debate sobre la inmigración no fue abordado. Hoy la extrema derecha se prepara para gobernar a Francia con la lucha contra la inmigración y la defensa del trabajador francés como uno de los lemas centrales de la campaña.

En Italia, donde ya gobierna la extrema derecha, Meloni presenta como principal elemento de la política migratoria la apertura de campos de inmigrantes en Albania. En palabras de Lea Ipy, albanesa, profesora de la London School of Economics y autora del libro Libro (Ed. Anagrama), “los albaneses, que hace pocos años eran vistos como bárbaros, criminales y ladrones por los medios de comunicación italianos, ahora son los buenos inmigrantes” (FT, 18 de noviembre de 2023). Son los aliados para frenar la mala inmigración. La velocidad a la que puede cambiar la percepción de la inmigración es sorprendentemente rápida.

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En nuestro país, el debate sobre la inmigración se ha intentado abrir en varias ocasiones, pero tampoco se ha resuelto. La fotoperiodista Mireia Comas nos lo recuerda en Atrapados, una serie de retratos que no dejan indiferente. Nos muestran la cara más oscura de la inmigración, de la mala gestión de la inmigración, y nos sacan de la burbuja en la que muchos vivimos. Sugiero mirar el corto-documental disponible en YouTube. En menos de dos minutos, estalla el silencio en el que duerme nuestra conciencia colectiva.

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El debate sobre qué política migratoria debe llevarse a cabo debe afrontarse de forma informada. Existe una diferencia importante entre la percepción que tenemos del fenómeno migratorio y la realidad. Esta brecha, si se abandona, o si se alimenta, puede hundir el edificio en el que convivimos. Jean-Cristophe Dumont, jefe de la División de Migración Internacional de la OCDE, apuntaba hace unos meses en el Círculo de Economía dos errores de percepción especialmente relevantes. Uno: la inmigración irregular es muy inferior a lo que se piensa. El grueso de las personas que emigran lo hacen por motivos familiares o por trabajo. Dos: los inmigrantes contribuyen de forma significativa a financiar el gasto del sector público. En España, el 11% del gasto público, como la sanidad y la educación, está financiado a través de los impuestos que pagan los inmigrantes.

Los determinantes de los movimientos migratorios son muchos. Hay que tener en cuenta la situación de los países de origen y destino. En el caso español, la demanda de inmigrantes es el resultado, sobre todo, del envejecimiento de la población y el modelo productivo, muy intenso en mano de obra. El PIB ha crecido un 2%, en media, desde 1996, impulsado por el aumento del empleo, que ha crecido un 1,6%. La productividad sólo creció un 0,7%. Tener en cuenta esta situación ayuda a entender por qué en los últimos dos años ha llegado un millón de inmigrantes, y por qué el INE estima que en los próximos dos años llegará cerca de un millón más.

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Integrar a las personas que vienen de todas partes es un proceso largo y costoso. Disponer de un trabajo y compartir la lengua son elementos importantes pero no son los únicos. El hogar al que pueden acceder o la educación de sus hijos, por ejemplo, también son fundamentales. La cantidad y eficacia de los recursos que se dedican a estos ámbitos definen la capacidad de integración de cada país. Los límites son flexibles, pero existen. Es importante ser conscientes de ello, y tener en cuenta que el apoyo que habrá que dar cuando las cosas vayan mal dadas tendrá que aumentar, no disminuir. Llegado el momento, la reacción definirá el olor, o el hedor, de nuestros valores democráticos.