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Zoe Garcia: "El autismo no es ningún límite: abre nuevas formas de entender el género"

Biólogo especializado en género por la UAB, miembro del equipo del Col·lectiu Argelaga, educador y activista

28/11/2025

¿Qué retos afrontan las personas trans autistas a la hora de desarrollar sus identidades? Ésta es una de las preguntas troncales que aborda el libro Autigénero. El espectro de las disidencias: autismo e identidades trans, de Zoe Garcia, biólogo especializado en género, educador y miembro del Col·lectiu Argelaga, una entidad que trabaja desde la autogestión para visibilizar las diversidades LGBTIQA+ y neurodivergentes.

García también es una persona trans, no binaria y autista. "Merecemos una narrativa escrita desde los márgenes y que aquellas que habitamos esos márgenes tengamos voz sobre nuestras vivencias y realidades", reivindica cuando habla de su libro. Conversamos para entender qué ocurre cuando estas dos realidades se entrecruzan y qué barreras sociales y culturales todavía quedan por romper.

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Cuando decidiste que había que escribir un libro como Autigénero?

— Fue a raíz de mi diagnóstico de autismo. Esto me llevó a investigar cómo se expresa el autismo en personas que no encajamos en el modelo tradicional de los criterios diagnósticos, pensados ​​sobre todo para hombres cis, blancos y heterosexuales. Me di cuenta del infradiagnóstico en mujeres, personas trans e identidades disidentes, y también de lo frecuente que era encontrar personas autistas dentro del colectivo LGBTIQA+. Cuando buscaba información, veía que la mayoría de las explicaciones eran muy científicas, patriarcales y alejadas de la experiencia real. Por eso quise escribir Autigénero, para dar una mirada no patologizante y crear narrativa desde dentro de la propia intersección.

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¿Cuáles son los principales retos que viven las personas que se ubican en la intersección entre identidades trans y autismo?

— Uno de los mayores retos es la doble violencia: recibimos la que afecta a las personas autistas y la que recae sobre las personas LGBTIQA+. Esto complica el acceso al trabajo, a la vivienda e incluso a diagnósticos fiables, porque a menudo se nos niega una de las dos realidades. También pesa mucho la idea de que, por ser autistas, no tenemos capacidad para decidir sobre nuestra identidad de género, y eso nos infantiliza. Otro reto invisible es el masking doble: esconder rasgos autistas y, a la vez, la propia expresión de género. Es un enorme desgaste y genera mucha invisibilidad.

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Hablemos del masking. Exactamente, ¿en qué consiste?

— El masking es forzarse a actuar de una forma que no te sale de forma natural para intentar encajar. Significa performar una versión de ti mismo que la sociedad considera "correcta", ya sea para esconder rasgos autistas o para suavizar la expresión de género. El problema es que cada vez que hacemos masking estamos internalizando la idea de que lo que somos no es suficientemente válido, y esto tiene un impacto directo en la autoestima.

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Será muy agotador...

— Sí. Planificas cada gesto, cada palabra, cada expresión de la cara... Vivir así dos horas con amigas puede dejarte reventado. Además, genera mucha disociación. Con el tiempo se crea una distancia entre la máscara y quien eres de verdad, y nadie llega a conocerte realmente. Esta desconexión provoca soledad, malestar emocional y, en muchos casos, problemas de salud mental.

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Muchas personas autistas denuncian tratos paternalistas. ¿Cómo condicionan el proceso de autodefinición y expresión del género?

— Cuando el entorno asume que no podemos decidir por nosotros mismas, también da por sentado que tampoco podemos decidir sobre nuestra identidad de género. Esto nos infantiliza mucho. Pongo un ejemplo: una persona cercana, autista y no binaria, de pequeña no podía entrar en tiendas de ropa porque el ambiente era demasiado inaccesible para ella. La familia le elegía la ropa pensando que hacía lo mejor, pero sólo le traían opciones de la sección de niñas. Hasta años después no descubrió que tenía otras formas posibles de vestirse, y eso limitó su expresión de género sin que nadie lo buscara.

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— Por lo general, hay una mirada social muy simplista que aún pesa: se da por supuesto que, si tienes ciertas dificultades funcionales, tampoco podrás reflexionar sobre tu identidad. Esto es falso. Las limitaciones no vienen de ser autista, sino de vivir en entornos que no nos dejan ser como somos.

Formas parte del Colectivo Argelaga. ¿Quién sois y qué hace?

— Combinamos formación profesional con vivencia en primera persona. Todas las personas del equipo somos LGBTIQA+, neurodivergentes o encarnamos alguna de las diversidades sobre las que trabajamos. Esto nos permite entender mucho mejor las necesidades reales y generar espacios de confianza que cuesta encontrar en otros contextos más externos o académicos.

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— Tenemos cuatro líneas muy importantes: los grupos de ayuda mutua, donde facilitamos espacios para que personas autistas y disidentes de género puedan compartir experiencias; las formaciones a profesionales de la educación, la salud, servicios sociales y empresas; las mediaciones en situaciones de conflicto o violencia con perspectiva LGBTIQA+ y neurodivergente; y los proyectos editoriales y de divulgación.

¿Por qué debería servir ¿Autigénero?

— Me gustaría que la gente entendiera que el género es una construcción social y que las personas autistas tenemos a menudo una relación diferente con las normas: nos afectan menos y eso hace que muchas de nosotros nos planteemos con mayor facilidad si somos LGBTIQA+. Para mí, el autismo no es un límite: es una oportunidad para imaginar formas más diversas de entender el género.