Turismo

Los mejores secretos del camino de ronda que conduce a las playas vírgenes de Lloret de Mar

El paraje de Santa Cristina y cala Sa Boadella y Treumal han escapado de la urbanización y son una joya por descubrir a pie desde la playa Gran, a través del nuevo sendero litoral

Lloret de MarLa leyenda cuenta que Blanes vendió Santa Cristina a los lloretenses por un plato de lentejas. Sea verdad o mentira, hoy en día cuesta creer que, junto a uno de los puntos más masificados de la Costa Brava, el núcleo hotelero de Lloret de Mar, haya un paraíso de playas vírgenes gracias a la firme preservación de los mismos habitantes, que durante décadas han ampliado la compra de terrenos alrededor del paraje de Santa Cristina para evitar que se hicieran urbanizaciones. Debajo de la ermita llena de exvotos de barcos cargados de jóvenes convertidos en indianos que zarparon a hacer las Américas, la playa de Santa Cristina es un oasis sólo superado por la tranquilidad de las calas que le rodean.

Un pasillo natural entre rocas conduce hasta la cala Treumal en dirección sur. Hacia el norte, en dirección al centro de Lloret, unos acantilados la separan de la cala Boadella, nudista. Es una de las calas más vírgenes de la Costa Brava, de cara a los jardines de Santa Clotilde y la roca de s'Àguia, y desde tierra sólo se puede llegar a pie andando los 200 metros de pista que la conectan con la carretera que sube al paraje de Santa Cristina.

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Este paraíso está unido con la playa Gran de Lloret por un camino de ronda cargado de historia y recién estrenado con unas vistas espectaculares de la Costa Brava. Os proponemos una ruta fácil, de unas dos horas y media de ida, que repasa gran parte de la historia de Lloret de Mar. Se trata de 7 km en total, 1,6 km si se hace el tramo nuevo que pasa a primera línea de mar entre la playa Gran de Lloret y la playa de Fenals, donde se puede visitar la estatua de la Dona Marinera, el rincón idílico de Cala Banys, donde se pueden hacer unas bebidas rodeadas de palmeras, y el castillo de Sant Joan.

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Sa Caravera

Desde el extremo sur de la playa Gran de Lloret de Mar tomamos el camino de ronda inaugurado en la primavera del 2024, con su inconfundible hierro cortan en las barandillas. Justo antes de empezar a subir escaleras, pasamos por la playa de sa Caravera, una zona de aguas mansas y poco hondas mezcladas con rocas perfecta para hacer parada y fonda con niños. Su nombre parece derivar de calavera, a raíz de los cráneos que se encontraban en el pasado después de las incursiones de piratas. Desde este punto, en el otro extremo de la playa vemos Sa Caleta. Son los únicos dos puntos junto a la playa Gran de Lloret donde es posible entrar en el agua sin hundirse a causa de los movimientos de la arena.

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'Mujer marinera'

Decimos adiós a la playa Gran de Lloret desde la imponente y emotiva escultura de bronce de la Mujer marinera, obra del artista Ernest Maragall. Con sus 2,4 metros de altura, es un homenaje a todas las mujeres que tenían la responsabilidad de sacar a la familia adelante mientras el hombre buscaba fortuna al otro lado del Atlántico. Conocida también como la Venus de Lloret, está situada sobre un antiguo bunker construido por el franquismo una vez terminada la Guerra Civil por miedo a una invasión que nunca se llegó a producir. Verá que la estatua tiene el pie muy brillante: es por la creencia de que la mujer que mire en el horizonte y toque el pie verá sus deseos hechos realidad.

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Cala Baños

La zona por la que pasamos, hace un siglo, eran todo viñedos. Todavía hay fotografías antiguas que son testigo de ello. Lo mismo ocurría en los Jardines de Santa Clotilde, que antes de que la familia Roviralta los remodelara albergaban un total de siete fincas para hacer vino. Lloret era, antes del gran comercio por el negocio con las Américas del siglo XIX, un pueblo sobre todo agrícola, conocido por cultivar una patata temprana que se exportaba con el comercio de cabotaje por todo el litoral mediterráneo.

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Cala Banys, la primera parada nada más empezar el camino de ronda, era pues una finca más del paisaje. Hasta que hace tres generaciones la familia que tenía una barraca para hacer ciflas decidió abrirla al turismo y convertirla con uno de los chiringuitos, aún hoy en día, con las mejores vistas de la Costa Brava. Rodeada de palmeras, es una calita de roca –hay zonas de hormigón donde tumbarse– donde se puede dar un baño y unas bebidas al atardecer o ya de madrugada, volviendo de fiesta. Desde la remodelación del camino de ronda, es accesible a través de una larga rampa desde el nuevo Parque de las Olores de Lloret, situado sobre el paseo Manel Bernat.

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Castillo de San Juan

Pasado cala Banys comienza el nuevo sendero que salva el paisaje típico de acantilados de la Costa Brava. Hasta hace un año no era posible continuar el camino sin arriesgarse. Ahora, después de un largo período de litigios con propietarios, se ha podido construir un camino que lleva hasta el castillo de Sant Joan y la playa de Fenals. Es una zona que ya estaba habitada por los íberos y se han encontrado hasta tres poblados, incluido el del castillo de sa Caleta. Ahora las únicas ruinas que restan son las del castillo, construido a principios del siglo XI y que ofrecía protección frente a la piratería.

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Hace mil años, en este paraje luchó por vivir la señora Sicardis, la primera propietaria de Lloret y con la que empezó el linaje de los vizcondes de Cabrera. Fue la semilla de que los lloretenses empezaran a vivir cerca de mar. En el siglo XIII, por una serie de deudas, el pueblo pasó a ser propiedad del obispado de Girona hasta principios del siglo XIX, cuando se pagaron 40.000 libras a las puertas de un siglo que cambiaría el destino del municipio para siempre. Del castillo, ahora sólo se puede subir a la torre, reconstruida después de años dañada. La ermita que albergaba fue arrasada en los años 60 para intentar construir una urbanización.

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Playa de Fenales

Entre preciosos miradores sobre el mar se llega a la playa de Fenals. Otra zona hotelera de Lloret mucho más tranquila y en la que se encontraron restos de una antigua fábrica romana. Actualmente es una de las áreas a las que ha llegado más población ucraniana y donde se pueden encontrar restaurantes que ofrecen platos típicos de su gastronomía.

El camino continúa junto al mar hasta el punto de llegar a los Jardines de Santa Clotilde, gestionados por el Ayuntamiento de Lloret de Mar desde 1997 y donde es posible refugiarse del calor. No se puede llegar a la cala Boadella, la playa de Santa Cristina y la cala Treumal por el camino de ronda. Se pasa por la acera de la carretera que serpentea la costa y existen diferentes accesos para llegar a cada rincón de playa. No se los pierdan, sería una lástima. Y no se pierdan tampoco la ermita de Santa Cristina, con los murales que reproducen una pintura de Sorolla y recuerdan el encuentro del día 24 de julio. Es el día que los lloretenses recuperan el municipio de manos de los turistas, con una procesión marítima hasta el paraje, una competición de remo –el S'amorra Amorra– y un estofado muy cotizado a ras de playa.