Relaciones laborales

¿Tu cabeza es demasiado exigente?

Los líderes autoritarios y poco empáticos todavía perviven en algunas empresas, pero existen estrategias para gestionarlos

Barcelona"Controlador, mentiroso, antipático e incoherente". Estas son las cuatro palabras con las que Mercè, nombre ficticio porque prefiere mantener el anonimato, define a su actual jefe. Trabaja en una editorial en Barcelona y asegura que el ambiente en la oficina es insostenible, aunque ella y sus compañeros "aguantan" porque el trabajo les gusta y no están mal pagados. "Nuestro jefe pierde a menudo los nervios y cambia de planes constantemente. Recuerdo que un fin de semana me llamó para decirme que debía entregarle una reseña muy urgente y tuve que marcharme de la casa rural donde estaba con la familia porque no tenía internet. Pasé todo el sábado trabajando y cuando le envié no me contestó. El lunes me dijo que al final no era necesario, que se había olvidado de avisarme", explica.

Como la Mercè, el 13% de los europeos aseguran tener una cabeza demasiado exigente, según un estudio del instituto de economía del trabajo IZA, con sede en Bonn (Alemania). Se trata de directivos autoritarios, controladores, perfeccionistas, intolerantes, que quieren todo para ayer y nunca están del todo satisfechos. Suelen pedir más de lo que el trabajador puede llegar a dar, sea con temas de calidad o tiempo, ya menudo lo hacen de manera desagradable.

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Quien más quien menos todo el mundo ha tenido que trabajar alguna vez con un jefe exigente y ha sufrido sus consecuencias. Tratar con ellos no suele ser una experiencia placentera y es motivo de muchas bajas y desmotivación laboral.

Ahora bien, no es lo mismo un jefe exigente que un jefe tóxico, que ya sería una persona que directamente trata mal, humilla y desprestigia a los trabajadores. "Son los que nunca proporcionan feedbacks positivos, utilizan una comunicación destructiva, ignoran o desprecian a los trabajadores ya menudo les hacen amenazas, como perder el puesto de trabajo", explica la psicóloga Maite Finch.

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Esto hace que los empleados acaben sintiéndose desmotivados y sin autoestima en el ámbito profesional. "Cuando el entorno laboral no permite crecer, ni aprender, ni percibirse como alguien valioso, el impacto negativo en la autoestima es muy alto. Y, si un día logran salir de ese entorno, les cuesta mucho visualizarse como a profesionales que tengan algo que aportar", lamenta Finch. Sin contar con que vivir en una situación constante de presión y amenaza les hace elevar los niveles de estrés y ansiedad. "Presentan síntomas de taquicardia, presión en el pecho, malestar general y tensión muscular constante", continúa.

Tapar inseguridades

Aunque un jefe exigente puede no ser tóxico, esto no significa que no pueda provocar consecuencias nefastas en un entorno laboral. Idealmente, un líder debe saber adaptarse a cada trabajador para que se sienta motivado y produzca. Pero la realidad a menudo no es tan idílica y aparecen cabezas que no paran de pedir más y más a sus empleados. ¿Qué hay detrás de tanta exigencia?

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"No todos los jefes exigentes lo son por el mismo motivo", matiza Gina Aran, directora de Inginium y profesora de la UOC y ESADE experta en recursos humanos y liderazgo. Algunos lo son porque tienen mucho rodaje detrás y saben hacer el trabajo de forma rápida y correcta. "Tienen una sobreseguridad y sobreexperiencia que hace que exijan a los demás cosas que no pueden ser", destaca. En cambio, también existe el perfil contrario: "Una persona insegura que, con esta forma de actuar, lo que hace es tapar estas inseguridades", continúa. Otra posibilidad es que haya tenido vivencias negativas en la vida personal o profesional y ahora, de alguna forma, lo esté intentando compensar haciendo una demostración de poder. "Es muy típico de personas que no están valoradas en casa y, cuando están fuera, son unos chulos", remarca.

También puede ocurrir que, simplemente, el jefe tiene poca formación y experiencia sobre lo que significa liderar un equipo de personas. "Puede ser para que sea un novato o para que esté imitando modelos de liderazgo que ya no son válidos", dice Aran. Y otro motivo, muy habitual según la experta, es que la cabeza también está muy presionada por sus superiores. "Entonces el problema no es con esa persona, sino con la organización", matiza.

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Asumir responsabilidades

Aunque nuestro superior sea exigente y parezca que nos haga la vida imposible, Gina Aran remarca que siempre hay un punto en el que nosotros, como trabajadores, también debemos asumir nuestra parte de responsabilidad. "Se trata de cambiar el nuestro mindset y no tomar el rol de víctima, sino de protagonista: «Yo también tengo una parte de responsabilidad y decido qué puedo hacer con esta situación en la medida de lo posible»", matiza.

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En la misma línea, Aran considera que siempre es bueno tener en cuenta que, tras un comportamiento exigente, agresivo o desagradable, siempre ocurre algo. "Por tanto, intentamos estar por encima y cogemos una actitud algo magnánima de pensar que esa persona lleva una mochila encima que no está acabando de gestionar bien. Es una actitud de concesión, no de sumisión, que es muy diferente", remarca. .

De esta forma, recomienda aceptar las críticas, pero pensando "escéptica e higiénicamente, no personalmente". "Si la otra persona tiene una mochila, no debes quitártelo como algo personal. Por tanto, tampoco tienes que poner los ojos en blanco, poner mala cara, sonidos o gestos extraños. Sonríes afablemente y tratas de comprender cómo quiere las cosas", recomienda.

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Coger el control

Una de las técnicas que se aconsejan a la hora de tratar con un exigente superior es el de adelantarse a él. Esto requiere que, previamente, hayas detectado un patrón de control a la hora de actuar. Pongamos que te das cuenta de que, cada vez que sale de la reunión de comité, siempre viene a tu despacho a hacerte una crítica oa pedirte cosas. "Cuando sepas que viene hacia ti, ya te adelantas proactivamente y le enseñas o haces preguntas sobre lo que estás haciendo", aconseja Aran.

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También suele ser muy eficaz ir informando sobre tus progresos y los siguientes pasos que tienes pensado dar. "Incluso es bueno pedirle el suyo feedback de todo lo que estás haciendo, sobre todo si queda por escrito por correo, de forma que siempre podrás volver a tener una referencia", continúa la experta.

Por otra parte, es aconsejable que el propio trabajador se construya su propio patrón de trabajo. "Así el superior se acostumbra y se relaja, porque ya ve cómo trabajas y qué puede esperar de ti en cada momento", explica. Sugerir innovaciones en la empresa y querer aprender y buscar nuevas vías de actuación también es una buena manera de mostrar a tu jefe que controlas tu cargo. "Aunque después ellos sean los que se cuelguen las medallas. No importa, que lo hagan: el que vale eres tú", remarca.

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Ahora bien, en ocasiones los superiores acaban teniendo comportamientos tóxicos. En estos casos, Maite Finch recomienda que, desde la calma y la tranquilidad, se les haga saber que existen límites que no estás dispuesto a que traspasen. "Lo que no funciona es caer en el mismo tipo de comunicación y actitud que él", considera.

Finalmente, las dos expertas recomiendan a todas las personas que tengan una cabeza tóxica o exigente que, cuando se plieguen del trabajo, aprovechen para rodearse de amigos y familia con quien se sientan a gusto y les hagan sonreír. "Vete a tomar un café con personas que te sumen y que hagan que la vida valga la pena. El trabajo sólo es un medio de subsistencia y, al final, tú eres el responsable de si te afectan o no los comportamientos y las mochilas de los demás", concluye Aran.

¿Por qué existen tantos líderes poco preparados?

Muchas personas se preguntan cómo es posible que en una empresa haya personas poco preparadas y que no saben dirigir equipos en cargos directivos. Al respecto y algunas cuestiones derivadas se reflexiona en el libro ¿Por qué tantos hombres incompetentes se convierten en líderes? (Empresa Activa, 2020), del psicólogo experto en recursos humanos y liderazgo y profesor de la University College de Londres y la Universidad de Columbia, Tomás Chamorro-Premuzic. Un libro que cuenta con diferentes estudios científicos y que, entre otras cosas, destaca el sesgo de género que todavía pervive a la hora de elegir líderes o promocionar a los trabajadores de una empresa. Chamorro-Premuzic alerta de que la poca representación de las mujeres en los cargos directivos no se debe a su carencia de capacidad, preparación ni falta de motivación, sino en la dificultad de detectar los puntos débiles de los candidatos hombres. El autor asegura que, cuando se considera a un hombre para un cargo de liderazgo, los mismos rasgos que predicen su caída suelen confundirse con señales de talento, como un exceso de confianza y egocentrismo. Son atributos que en un principio pueden ser vistos como carisma y competencia, pero que más adelante pueden causar estragos.