Entrevista

Sandra Moyano Ariza: "Hay nostalgia de un amor puro"

Profesora en el Barnard College de la Universidad de Columbia

27/10/2025

Es la primera persona de su familia que estudió en la universidad. Licenciada en filología inglesa, se interesó en estudios de vigilancia en la literatura moderna y una beca Fullbright la llevó en 2014 a Estados Unidos. Hoy es profesora en el Barnard College de la Universidad de Columbia, un centro sobre estudios de género. Su tesis lleva por título: Amor algorítmico, reorganización del amor romántico.

Amor y algoritmos. ¿Por qué te interesaron?

— Notaba que había mucha nostalgia de un amor de otra época, y también un discurso paternalista sobre la tecnología que a mí me chirriaba, pero no sabía por qué. Quería entender la melancolía y ser capaz de realizar una crítica de la tecnología desde la comprensión. ¿Por qué criticamos la tecnología sin ser capaz de dejarla? Y el amor era una buena forma de aproximarme a todo esto.

¿De qué tenemos nostalgia?

— De un mundo que antes era más estable. Pero para entender por qué ocurre debemos entender los cambios fundamentales que hubo en el cambio de siglo (del XIX al XX) y que desarrollaron la subjetividad moderna, que implica una interioridad.

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Interioridad…

— Tienes que conocerte a ti mismo, saber qué quieres, tener autoestima. Y esto ocurre en un momento en que se van debilitando las estructuras que antes eran fuertes y que marcaban el camino –iglesia, familia, clase–. Y esto hace que buscar el amor sea una forma de ejercer la libertad.

¿Por qué?

— Porque puedes escoger quién quieres. Y al mismo tiempo se va desarrollando un capitalismo que condiciona la forma en que nos relacionamos, porque regula el tiempo fuera del trabajo. Tienes la industria del entretenimiento, la moda, el cine, el maquillaje… Todo esto acelera la individualidad. Y finalmente nos llega la tecnología, que se había desarrollado gracias a las guerras, pero que llega al individuo. Y comienza la nostalgia posmodernista.

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¿Qué añoramos?

— Esa creencia de que existía un amor estable, y un amor que se creaba por arte de magia, que era más puro y duraba toda la vida.

¿Era así el amor?

— Ésta es la pregunta: ¿lo ha sido nunca? El matrimonio sí podía dar estabilidad, sobre todo económica, a las mujeres. Pero esto no puede confundirse con la felicidad del amor. Yo creo que siempre ha sido algo difícil el amor.

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Pero si tenemos todos estos mecanismos que deberían facilitarlo, ¿por qué decimos que es difícil?

— Es la paradoja del amor o de la libertad. Tienes libertad de amar a quien quieras, pero a la vez hay una imposición, una responsabilidad individual de hacerlo. Y tienes una tecnología que lo hace por ti. ¿Y cuántas cosas puede llegar a proponerte la app?

¿O sea que tenemos la sensación de que nada es suficiente?

— Antes quizás también decías: eso no me gusta tanto, pero tampoco tengo demasiada alternativa. Ahora existen apps que te dan la ilusión de la alternativa.

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¿Las apps cambian el amor?

— Sí, los algoritmos cambian el amor. Hay teóricos que dicen que las tecnologías han corrompido ese amor puro que pasaba por magia y era fácil. Y otros pensamos que lo que ha pasado, es que se intensifican procesos que ya estaban pasando. Hay conductas que encontramos a diario en el mundo real, como el sexismo, y eso lo heredan las tecnologías. Para mí era importante no caer en la idea de "la tecnología nos controla", y tampoco creo en esa idea de "la tecnología es la herramienta e importa el uso que haces".

¿Qué crees?

— Que existe algo de coproducción entre la tecnología y los seres humanos. Antes no vivíamos todo el día en una app, y esto nos cambia a todos, estemos o no en apps de citas. El algoritmo ha sido capaz de monetizar la fase inicial de las citas, pero lo que intercepta es el deseo de encontrar a alguien. Y esta cosa de buscar, de tener opciones infinitas, nos afecta, no hace falta estar en Tinder para recibir sus consecuencias.

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¿Cuáles pueden ser las consecuencias?

— La distancia emocional de la que habla Eva Illouz: crear distancia, el miedo al compromiso, la idea de cultivarte primero tú…

¿El miedo al compromiso es consecuencia de las apps?

— Puede ser miedo al compromiso o reacción al desgaste emocional que todo ello conlleva. La individualidad exacerba la necesidad de ser visto. Esto ha ocurrido siempre: necesitamos ser percibidos e importantes para el otro. Y la revolución digital lo ha hecho aún mayor y vamos a la app a buscarlikes. Pero busquemos algo más, busquemos relaciones significativas. Por eso, quizá no sólo sea miedo, también reacción al desgaste de estar allí constantemente.

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¿Las apps son superficiales?

— Es interesante que la gente ve el amor algorítmico como algo de sólo consumir cuerpos y ser como algo casual, pero las generaciones más jóvenes y desde los años 60 hemos tenido menos sexo. Se folla menos. De modo que existe un discurso cultural que nos dice que esto es muy superficial, unos datos que indican que hay menos sexo y una sociedad desgastada y decepcionada con el amor. Todo esto es real. ¿Qué nos dan las apps para que estemos ahí?

¿Qué nos dan?

— Una compañía, aunque pueda parecer falsa. También hay gente que se sentía sola antes de que existieran las redes, y ahora ha encontrado una comunidad digital. Y creo que debemos entender todas estas cosas, ahora más que nunca.

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¿Por qué más que nunca?

— Porque la derecha, en medio del giro reaccionario en el que estamos, está utilizando esta tecnología para generalizar discursos. Se ve, por ejemplo, en el caso de las tradwifes. En un momento de miseria y malestar donde hay muchas presiones por decidir, está bien que alguien te diga cómo no decidir nada.

¿Nos gusta no decidir?

— Si tú estás intentando realizarte laboralmente, intentando pagar una casa, buscando el amor… existe un desgaste emocional. Por eso puede ser seductora la idea de no decidir.

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¿El desgaste de dónde viene?

— Estamos hipermediatos, y eso mata a cualquier mariposa. Hace 50 años, cuando alguien te gustaba, se alargaba en el tiempo. Hoy todo se acelera. Encima, el relato es que te esfuerces, estés en las apps, vayas al gimnasio, etc. El capitalismo es capaz de vender el amor como una ecuación, y no es así.