La aplaudida barriguita de Rihanna (y la criticada portada de embarazada de Demi Moore)
Rihanna ha devuelto a la actualidad la belleza del cuerpo femenino en plena gestación. Aún así, cuando en 1991 Demi Moore presumió de embarazo, fue un acto enormemente censurado
BarcelonaRihanna ha sido pillada paseando con su novio por Harlem con una prominente barriga de embarazada que llevaba al aire –a pesar del gélido invierno neoyorquino...– y literalmente medio mundo ha celebrado la noticia. Memes de gente pegándose con el subtítulo "Los espermatozoides de A$AP Rocky luchando por ser el hijo de Rihanna" o memes de gente llorando amargamente acompañados del texto "Los compañeros de clase del hijo de Rihanna cuando vean que ella no es su madre" han sido parte del fuego que esta semana ha hecho hervir la olla de la prensa rosa. Esta jarana cibernética, sin embargo, dista mucho de lo que pasaba hace años cuando una barriga de embarazada era el centro de todas las miradas porque había aparecido en los medios con orgullo y plenitud.
La alegría que ha despertado ver la barriguita de RiRi cogida de la mano del hombre al que ama, llena de joyas XL por encima de la barriga y cubierta con un abrigo vintage rosa chicle de Chanel de 1996 –que a estas alturas las firmas de fastfashion ya deben de estar replicando...–, no tiene nada que ver con la amarga recepción que tuvo en muchos sectores la portada que abrió la veda de las embarazadas orgullosas y empoderadas: la de Demi Moore para Vanity Fair en 1991. Sobre las imágenes que People difundió en exclusiva de la cantante de Barbados para dar la noticia solo se ha comentado el estilismo, mientras que de la portada de Moore algunos hicieron enmienda a la totalidad y el debate fue aterrador. Y eso que todo pasó por casualidad.
El número de agosto de 1991 de la mencionada revista había previsto que Moore fuera la protagonista, pero que lo fuera con un vestido verde botella del diseñador neoyorquino Isaac Mizrahi. La encargada de retratarla era una fotógrafa al nivel de la mayúscula fama de Moore en aquellos tiempos: Annie Leibovitz. La fotógrafa, que era amiga personal del matrimonio que formaba la actriz con Bruce Willis, ya había hecho fotos a Moore desnuda de manera particular cuando se quedó embarazada de su primera hija con el actor, Rumer, en 1988. Por este motivo, cuando acabaron la sesión que se había pactado, la célebre retratista norteamericana propuso a su amiga hacerle unas fotos desnuda en un símil de la sesión que habían hecho años antes. Aún así, alguien de la revista vio alguna de las fotografías en la que no aparecía 100% desnuda y dijo: "¡Esto sería una portada fantástica!".
Y así acabó siendo. Contra todo pronóstico, tal como publicó la propia revista cuando se cumplieron 25 años de la portada, Demi Moore aceptó salir desnuda en la portada sin contraprestaciones. Simplemente, porque le gustaron la foto y la idea. Y el resto ya es historia: la portada llegó a los quioscos y el escándalo fue superlativo. Entre las muchas injurias y ultrajes que recibió la cubierta de aquella edición de Vanity Fair está el hecho de que algunos quioscos vendieran la revista tapada como si fuera pornografía, o que se la acusara de sexualizarlo todo por una cuestión de ambición personal. Para hacerse más famosa. Como si la fama fuera un acto criminal. Como si el embarazo de Moore fuera una cuestión de interés público que se tuviera que someter a referéndum...
Aún así, las críticas feroces desaparecieron como un terrón de azúcar en el café y lo que quedó fue una realidad inapelable. La de los números: la revista se vendió a millones y se agotó en muchos lugares. El impacto fue internacional y, una vez más, los más conservadores intentaron impedir un acto de libertad de la mujer sin éxito, porque el mensaje que ganó fue que los embarazos se convirtieron por siempre jamás más en un elemento de belleza; desde entonces, las mujeres que han querido han podido demostrar el orgullo de puertas hacia afuera. Esa portada es hoy en día una de las más icónicas de los años noventa. Resulta todavía completamente vigente por su reconocible estética y, evidentemente, enormemente vigente como elemento subversivo y acto político de la cultura pop.
El juego de palabras "More Demi Moore" (Más Demi Moore) se convirtió en un titular premonitorio del tsunami que vivió la actriz a lo largo de la década que entonces apenas empezaba. Cuanto más y más se hablaba de ella, más se confirmaba que el paso que había dado era trascendente socialmente, cosa que demuestran las tres décadas que han venido detrás, en las que los medios y posteriormente las redes sociales se han inundado de fotos de mujeres embarazadas, que han reivindicado la belleza de sus cuerpos, tanto vestidas como desvestidas. Y es que la moda ha jugado un papel esencial en el acompañamiento de la mujer actual en su reivindicación del embarazo como símbolo de empoderamiento.
Beyoncé, por ejemplo, tuvo un anuncio de embarazo muy trascendente. Era 2017 y rodeada de flores explicó al mundo que esperaba gemelos. Su velo, las flores o la ropa interior que llevaba también fueron aplaudidos como el propio hecho de explicarlo exponiendo el cuerpo. Las hermanas Kardashian también han tenido millonarios anuncios de sus embarazos, así como artistas como Nicki Minaj, acompañada de su primera hija. Modelos de Victoria's Secret como Irina Shayk han desfilado embarazadas para la firma de lencería. Cuando la industria hace suya una tendencia es que el cambio ya es irreversible.