"Esperaba todo el verano el día de ponerme el traje de flamenca"

La periodista y humorista recuerda con cariño su linaje andaluz a través de los veranos en su pueblo, en Granada

Barcelona— Mamá, ¿es hoy cuando nos ponemos el vestido?

— No, Ana, todavía no.

"Esperaba todo el verano, y diría que todo el año, que llegara el día para ponerme el traje de flamenca", relata, divertida, la periodista y humorista Ana Polo cuando cuenta los veranos de niñez que recuerda con más cariño, a su pueblo, Íllora, en Granada. Su predilección por el traje de sevillanas tenía un motivo estético. De hecho, la llevaban a clases de flamenco y se aburría profundamente, seguramente, porque no ensayaba con la ropa. "Yo sólo quería vestirme, y ponerme flores en el pelo y esos pendientes tan grandes", afirma. Todo para sentarse sobre un carro con las piernas colgando e imaginarse bailando La zarzamora o yendo a Lluvia de estrellas haciendo de Gloria Estefan o Juan Luis Guerra, algo que aún no descarta, bromea. "Estar en la calle, sentarte en un banco a comer pipas u ocupar el espacio público" es lo que más destaca de aquellos veranos de los noventa: "Un hábito que vamos perdiendo y que parece que sólo puedas hacer si consumes".

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Más que el pueblo, rodeado de olivos, a ella lo que le gustaba era la vida de pueblo: charlar con los vecinos con sillas al aire libre, el olor de jazmín y la piscina –a la que, durante un tiempo que la regentaba su tío, "entraba como si fuera una reina"–. También le hacían perder la cabeza los sevenups con tapa gratis, los pinballs de los bares y bolsas sorpresas con minijuguetes por 100 pesetas. Para "la catalana" –así le decían los vecinos–, que vivía en Vilassar de Mar, aquello era una realidad paralela, "un choque cultural" que hacía que relajara su forma de hablar porque se oía "doña perfecta". Al mismo tiempo, allí conectaba con su linaje y sus raíces.

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Toda la familia se juntaban en casa a la abuela y, con los primos, dormían en colchones en el comedor. "Cada día era una fiesta del pijama", explica con entusiasmo. "Noches de confidencias". tenía dos años menos que ella, y que conseguía que hiciera todo lo que quería como, por ejemplo, esconderse detrás del sofá para ver las telenovelas que veía a su abuela. andaluza, se lleva un gusto culinario "negacionista del clima", que consiste en comer sopas y potajes en pleno agosto. Sus platos preferidos de la abuela eran una sopa de albóndigas con boquerones dentro y las migas. "Era increíble. La veía con un cuenco gigante cortando pan seco con torreznillo. Las comíamos con melón. Era una cocinera excelente", añade orgullosa.