"Había una sintonía entre hijo, madre, amigas, mar, que yo creo que nunca más ha sido tan profunda"

La editora y escritora Iolanda Batallé recuerda el primer verano en la playa con su hijo

BarcelonaDespués de repasar sus viajes por todo el mundo, la editora y escritora Iolanda Batallé ha descartado los primeros recuerdos de verano que le han venido a la cabeza y se ha quedado con uno aparentemente sencillo, pero mágico: un verano que se instalaron en la playa con su hijo Teo y que fueron a visitarlas a varias amigas de los Países Bajos que aparece en la fotografía. "No nos dimos cuenta, pero era el paraíso. Había una sintonía entre hijo, madre, amigas y mar que creo que nunca más ha sido tan profunda". Y por eso se remonta a este recuerdo del 2005: "Fue mágico. El verano del descubrirnos. Aquel verano nos hizo mucho quienes somos".

Se pone de manifiesto que Batallé adora los veranos porque hace un cuadro de sensaciones. "Fue un verano de mucha fruta, gazpachos, madre e hijo, y de amigas que iban pasando. Sonido de mar, sabor a sal", enumera con una sonrisa. En este retrato, por un lado, le entusiasma el paisaje marítimo que –dice– "cuida de todo" y, por otro, la amistad entre mujeres que se ha mantenido en el tiempo.

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Batallé tenía 33 años y era el primer verano que el pequeño estaba fuera de la barriga. "Teo y yo, el hijo y la madre, como dos pequeños salvajes, acostumbrándonos el uno al otro y generando esos vínculos que nunca se rompen, ese cordón umbilical fuera de la barriga". Ella se estrenaba en la maternidad siguiendo los consejos que le rodeaban y que van cambiando generación a generación. Entonces decían que era bueno zambullir a los niños en el agua salada y dejarles andar si eran independientes porque, tal y como había leído, en un momento u otro el niño giraría. Evidentemente, siempre le tocaba correr detrás suyo.

La escritora descubrió entonces también la diferencia entre ser madre y no serlo. Su amiga añoraba a la Batallé de antes, que cocinaba cada día y que salía a bailar, pero ella ya no era la misma. Años después, algunas amigas que más tarde fueron madres se lo admitieron: "Ahora entiendo aquellos meses de verano". Su momento idílico era cuando Teo hacía la siesta y tenía el rato de tranquilidad para leer, hasta que un día oyó unos pasos y se encontró al niño al lado. Inmensamente sorprendida, le volvió a poner en la cuna de viaje y pudo comprobar cómo su hijo escalaba la red como Spiderman para salir de la cuna. Ese verano también hubo renuncias: "Se acabó la siesta para siempre".