Desolación

Tengo algunos recuerdos de cuándo estudiaba bachillerato que hoy serían impensables. No dieron ningún daño a mi educación precisamente porque la escuela nos preparaba para juzgar como adultos el comportamiento de los adultos. ¿Quiere decir que ya veníamos educados de casa? En parte sí, pero no habría sido suficiente si el instituto no nos hubiera responsabilizado también de nuestros juicios. Estos recuerdos son de conductas tan escandalosas como humanamente disculpables, precisamente porque enseñaban a distinguir lo grave y lo que no era. El comportamiento de los profesores es una parte esencial de la educación, que en mi caso estuvo siempre en el sistema público.

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Recuerdo con ternura a una profesora que se nos dormía en clase a primera hora de la tarde. Nosotros callábamos, nos mirábamos y reíamos, hasta que la mujer salía abruptamente de la cabecera, se reubicaba y continuaba la lección. Recuerdo a un profesor sustituto joven que no se dormía en clase, sino en la cama. Tenía alquilado un apartamento en la misma calle del instituto, y alguna vez salieron de la clase para ir a buscarlo a su casa porque se nos había dormido. Si esto parece mentira, aún lo parecerá más que, un día de junio de mucho calor, otro profesor nos hiciera ir a buscarle una cerveza al bar para bebérsela en clase. Este mismo profesor, cuando hacíamos un examen, nos ponía música. Recuerdo que oímos elConcierto de Aranjuezinterpretado por Miles Davis. Otro día nos puso el último disco de Leonard Cohen. Después del examen, le pregunté si podía grabar el disco en un casete. Al cabo de unos días, me llevó no uno, sino dos discos grabados. Cuarenta años después, Cohen todavía me hace compañía, y nunca me falla. Quizás lo idealizo con la nostalgia de la juventud, pero tengo muy buen recuerdo de las clases magistrales y del respeto que teníamos por los profesores buenos. Podíamos ir al bar después de clase con algunos de ellos, y una noche un amigo mío, compañero de clase, se enrolló con una profesora.

Ni la aventura de mi amigo me parece tan grave como los errores que curso tras curso cometen ahora a los responsables de las pruebas de selectividad. El año pasado hubo graves errores en las pruebas de literatura castellana y diseño. Este año, los alumnos de lengua y literatura catalanas han encontrado dos versos mal transcritos de uno de los poemas más conocidos de nuestra literatura,Desolación, que cualquier profesor de catalán debería saberse de memoria. ¿Qué deben pensar los alumnos? Errores como éstos sólo ayudan a convertir aún más el sistema educativo en un aprendizaje de la hipocresía y la irresponsabilidad.