El mundo pequeño de...

Daniel Etter: "Desde que estudié no he vivido más de un año en ninguna parte"

Premio Pulitzer de fotografía

San Aniol de Ventanas (Garrotxa)Acaba de llegar al valle de la Llémena, a caballo del Gironès y la Garrotxa, después de un largo viaje desde Alemania en furgoneta. No hace ni diez minutos que ha aparcado. Es el trayecto que hace acompañado de dos bicicletas y su perro Omali –que en suajili significa “tesoro” o “algo valioso”– cada vez que busca unos días de descanso entre semanas de viaje por trabajo. "La Llémena es mi refugio entre guerras", admite. Este año ha estado en Líbano, Siria, Acapulco (México) y pronto volverá a Mosul (Irak). Casi ni lo recuerda, debe consultar el móvil para enumerarlo. "Y el 2025 ha sido tranquilo respecto a lo anterior", suelta.

Daniel Etter (Solingen, Alemania, 1980) es periodista, fotoperiodista y documentalista. Con las carreras de ciencias políticas y periodismo, es una rara ancianos a quien le gusta combinar todas las facetas de la investigación. Pero si en algo ha sobresalido es en el fotoperiodismo, cubriendo conflictos de forma reposada, lejos de la primera línea de fuego. En 2016 ganó el premio Pulitzer de fotografía en la categoría de breaking news, junto con otros colaboradores de The New York Times, por la cobertura de la crisis de los refugiados en Europa en agosto de 2015.

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La imagen de Laith Majid, refugiado iraquí, llorando mientras sostenía a uno de sus hijos después de haber llegado en una embarcación muy precaria a la isla de Kos, en Grecia, se hizo viral. "Estoy abrumado por la reacción ante las lágrimas de alivio de esta familia. Esa es la razón por la que hago lo que hago", escribió en un tuit tras publicar la fotografía.

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El refugio garrochino

El éxito por el Pulitzer asegura que no lo ha cambiado. Pero ese reconocimiento sí que, en paralelo, estuvo acompañado de un pequeño gran cambio de vida. Hace una década compró Bajo la Quinta, una masía humilde en uno de los diseminados de Sant Esteve de Llémena, en el municipio de Sant Aniol de Finestres, que los vecinos conocían como Can Barràs. Llegar fue del todo circunstancial. "Mi expareja estudiaba en Barcelona en el 2013 y yo entonces vivía en Estambul, pero nos cogieron a un grupo de periodistas cruzando la frontera con Siria, el conflicto judicial escaló y tuve que marcharme piernas ayúdame de Turquía", recuerda.

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Fue así como Etter se encontró buscando un hogar asequible que se convirtiera en una base de operaciones cerca de Oriente Próximo, porque es bueno "poder tomar distancia de los conflictos". Bajo la Quinta poco a poco le fue descubriendo una pasión que tenía enterrada: la de cultivar sus propios alimentos, generar vida, en una finca biodinámica diseñada a partir de la permacultura.

La ambición jardinera

Etter se describe como fotoperiodista, pero también como un "ambitious gardener", que podríamos traducir como un apasionado de la jardinería o la horticultura, por ser más exactos en su caso. A su juicio comparten muchas cosas: "El proceso de crear una cosa, que da mucha satisfacción". Pero lo más complicado de este proyecto es combinarlo con un ritmo frenético de vida. "Desde que acabé de estudiar sobre 'no' nómada y su alta de raíces. Por eso en la finca se centró en plantar olivos de diferentes variedades –en un valle donde tradicionalmente nunca se han cultivado– y en hacer un huerto por temporada. asegura, ante la perplejidad de una catalana que sabe cómo los tomates, las berenjenas y los últimos calabacines pueden acabarte saliendo por las orejas.

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La sequía extrema

Este proceso de transformación de Sota la Quinta se realizó mientras se vivía uno de los picos de sequía más duros de los últimos años. "¡La Llémena, la riera, se llegó a secar por completo! Hacía años que cubría las consecuencias del cambio climático desde la distancia, ya fuera mostrando cómo se están secando los humedales mesopotámicos, el hambre en Somalia a consecuencia de graves sequías o la desertificación de los oasis en Marruecos, así como en mi finca", expresa. A raíz de esto, y tras denunciar los efectos de la embotelladora de Sant Aniol, se lanzó a realizar una gira por diferentes proyectos de agricultura y regenerativa en Europa para aprender y buscar soluciones, que plasmó en el libro en alemán Ensayo de campo. Mi granja y la búsqueda del futuro de la agricultura (Penguin, 2024).

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Las raíces

Aquel libro le ha llevado a querer dar un paso más. "Me doy cuenta de que yo solo no puedo –dice–. Ahora pienso en trasladarme a la granja y montar una finca mayor, con trabajadores, para poder vender". Admite que durante esta década nunca ha echado raíces en el valle de la Llémena: "Aunque he creado muchas raíces", dice con ironía sobre la cantidad de olivos plantados. No habla bien el castellano, y menos el catalán.

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Una década después de la foto que le dio el Pulitzer, ve otro cambio de ciclo. Etter no es fotógrafo de un solo instante. En 2015 siguió el viaje de Laith Majid y su familia detrás de un camión hasta Alemania. Pero una cruel carambola del destino les devolvió a Irak poco después: se estaba muriendo la madre y quería despedirse de ellos. Solo se quedó el hijo mayor, Mustafa, que cayó en una espiral de problemas hasta acabar viviendo en la calle. En una Europa con el auge de la extrema derecha, en el aniversario de la foto en agosto, Etter escribía en Instagram: "En los últimos años el Mustafa me ha llamado cada Navidad deseándome lo mejor y explicándome orgulloso de que hace años que se gana su sueldo".