Gays

Subo de la cala a pie a buscar el coche después de bañarme. Para seguir el sendero tengo que levantar la mirada. En los últimos días ha llovido. Detrás de las copas verdes y luminosas de los pinos, la plancha del cielo es un bloque macizo de vidrio azul perfeccionado por la tramontana.

Septiembre concuerda con este cielo vacío. La cala estaba vacía. El fin de temporada ha liberado a mi rincón de mundo de la masificación depredadora. Vuelve a haber silencio. Las motos de agua están aparcadas. Las barcotas, amarradas en los puertos deportivos. Las gaviotas y los cormoranes han vuelto. El mar y la tierra respiran. Un grupo de arrendajos se ponen a gritar cuando me ven, cambian de rama pero no se van, son unos pájaros curiosos y más bien me siguen.

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Vuelvo a quedar hipnotizado por el azul puro y sin nubes de sobre mí. Hace un momento yo nadaba por el cielo del mar, igualmente limpio, por el cristal de agua que se desmenuza contra las rocas y después vuelve a mar convertido en burbuja y harina. Hace un momento yo nadaba por la espuma blanca y efervescente, que marca con yeso la silueta de la roca cuando la ola retrocede. El cielo azul hacia donde camino me concentra y me agobia en exclusiva.

Pero digo en exclusiva porque me dejo llevar por la emoción. En realidad, ¿cuántas generaciones no han pasado a lo largo de los siglos por esa misma conciencia de la belleza de ese mismo azul? Cuántos humanos la han oído con la misma intensidad que yo, un momento antes de volver a bajar la cabeza. Y cuántos no habrán tenido la suerte de ser más sensibles que yo y de encontrar aún más belleza y plenitud. ¿Cuántos han vivido antes mío el privilegio de este azul del cielo, o el verde del agua, o el rojo del crepúsculo, o el blanco de la nieve, con una conciencia sinónimo de agradecimiento, y aún más fuerte que la que siento ahora yo?

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De repente, con violencia, un pino se convierte ante mí en una medusa verde venenosa. Los arrendajos lo ven y huyen asustados. Pienso: ¿y lo contrario? ¿Cuántas generaciones no han pasado a lo largo de los siglos por la conciencia opuesta a lo que estás viviendo? Cuántos humanos han conocido el fondo profundo del infierno más salvaje, en un hospital o un psiquiátrico, o en la guerra que me miro a distancia todos los días en la pantalla con los muertos inocentes, los niños bombardeados, las casas, hospitales, ciudades enteras derruidas, las deportaciones y la hambre, el desamparo de la desamparo de la desamparo de la víctima la obscenidad del proyecto de Trump de convertir a Gaza en un gran negocio turístico, como si el turismo fuera la forma moderna de someter y esclavizar para siempre un país derrotado.