En el Ridaura

Emboscarme por debajo de una lluvia de árboles, limpiarte de noticias y opiniones interesadas, yo que crecí en la desembocadura del Ridaura lo remonté a pie el otro día, saliendo por Llagostera y cruzando arriba, de unas ruinas de molino a otras, el otoño es mucho mejor cuanto más fría y más de un aliso, ahora de un arrendajo, ahora de una raíz, la conciencia de un camaleón arriba por los caminos que recorren el Ridaura ensotado espejándolo por encima, yo pisaba hojas que para los ojos eran pétalos y para la oreja y los pies estaban crostos. de las balsas como carne macerada, y debajo de cada corcho había una congregación de bellotas con los caparazones marrones y relucientes de escarabajo joven, y oí caer una bellota detrás de mí, un dedo de madera del bosque que se había desprendido del dedal y me había hecho un toque sonoro en la espalda. así, un paso adelante cada bellota que germina, los árboles querían seguirme, se estiraban, se vinclavan, se tensaban, los troncos sacaban músculo, las venas de hiedra se hinchaban, los chopos abrían los brazos mirando de volar, eran manos y expresiones, y había hojas que se arrancaban por una y otra vez e iban a clavarse entre las hojas de otra encina, pero no eran hojas, eran pájaros, todas las hojas eran pájaros, el bosque se quería ir volando y no podía, árbol por árbol se agarraba al cielo con la mano, ataba con las cuerdas de los troncos el cielo a la tierra, y me fijé. musgo que llevaban los árboles, fina como tel o gruesa como de terciopelo, las piedras hechas almohadas blandas, verdes del verde que los árboles habían perdido como peces transparentes que pierden la escama de hoja y sólo ves la espina, y llegué por un sendero a un salto de agua de un cráneo y goteaba sobre el cauce fino, y de repente el sol llenó los árboles de monedas de oro, la vegetación se doró, un poco borracha, como si por el Ridaura bajara champán, las hojas de los alisos balderas ya punto de caer eran efervescentes y los pájaros su color y el agua parada se resquebrajó de nuevo con el reflejo de ramas peladas entre manchas de confeti verde y rojo de hojarasca que flotaba, y yo dentro de unas tripas que me digerían, con la escritura agarrada como la hiedra en la columna de un tronco.