Japón rompe su tabú sobre las armas nucleares
Dos ex primeros ministros y los supervivientes de Hiroshima y Nagasaki rechazan frontalmente la ruptura de décadas de consenso sobre el tema
El consenso antinuclear que ha definido Japón durante casi seis décadas ha empezado a resquebrajarse. Un alto cargo del gabinete de la primera ministra, Sanae Takaichi, asesor en la definición de la política de seguridad nacional, aseguró, en declaraciones a varios medios locales, que el país "debería poseer armas nucleares". Una opinión personal que, pese a ser calificada de "irrealista" a corto plazo, ha reabierto un debate extremadamente sensible en el único país del mundo que ha sido víctima de ataques atómicos en tiempos de guerra.
Las declaraciones llegan en un momento de fuerte tensión geopolítica en Asia oriental y coinciden con la revisión en curso de la estrategia de seguridad nacional impulsada por el gobierno de Takaichi, conocida por sus posiciones duras en materia de defensa y por su proximidad con los sectores más duros de la política de seguridad norteamericana, en sintonía. Aunque el ejecutivo insiste oficialmente en que se mantiene fiel a los tres principios antinucleares –no poseer, no producir y no permitir la entrada de armas nucleares–, la ambigüedad del discurso y el debate interno han encendido las alarmas políticas, sociales y diplomáticas.
El debate toca un nervio profundo y muy sensible en la sociedad japonesa: Hiroshima y Nagasaki causaron más de 200.000 muertes y dejaron una impronta duradera en varias generaciones. Aquella experiencia traumática cristalizó durante la posguerra en un amplio consenso contra las armas atómicas, íntimamente vinculado a la Constitución pacifista de 1947 ya la voluntad de proyectar a Japón como una potencia civil comprometida con la paz y el desarme.
Este consenso quedó institucionalizado en 1967, cuando el primer ministro Eisaku Sato proclamó en el Parlamento "los tres principios no nucleares", que con los años se convirtieron en un auténtico credo nacional. Sato, galardonado con el premio Nobel de la Paz en 1974, les defendió en plena Guerra Fría, mientras Japón confiaba su seguridad en la disuasión nuclear de Estados Unidos. Sin embargo, hoy el endurecimiento del entorno estratégico –con China reforzando su arsenal, Corea del Norte avanzando en su programa nuclear y Rusia incrementando la presión militar– vuelve a poner ese equilibrio bajo tensión, enfrentando la memoria histórica con las nuevas doctrinas de seguridad.
¿Debe permitirse la entrada de armas nucleares en Japón?
Ya a mediados de noviembre, fuentes del gobierno aseguraron que Takaichi no tenía intención de revisar los principios de no producir ni de no poseer armamento nuclear. Sin embargo, estas mismas fuentes admitieron la preocupación del ejecutivo por el tercer principio, lo que prohíbe la entrada de armas nucleares en el país. Según esa visión, mantenerlo estrictamente podría dificultar las escaleras en puertos japoneses de barcos estadounidenses con capacidad nuclear y, en una crisis regional, debilitar la credibilidad de la disuasión de la alianza con Washington.
Este enfoque ha provocado una reacción inmediata de los supervivientes de los bombardeos atómicos, agrupados en Nihon Hidankyo, galardonados con el premio Nobel de la Paz en el 2024. En un comunicado, el colectivo "protestó enérgicamente" contra cualquier intento de revisar una política que consideran. Los hibakusha alertan de que permitir la entrada de armas nucleares convertiría al país en una base potencial para una guerra nuclear y, al mismo tiempo, en objetivo directo de un ataque, rompiendo décadas de compromiso con el desarme y la memoria de las víctimas de Hiroshima y Nagasaki.
A las críticas se han sumado también dos ex primeros ministros, que han advertido del riesgo político y simbólico del giro que insinúa el gobierno actual. Fumio Kishida, del propio Partido Liberal Democrático que Takaichi, recordó que los tres principios antinucleares constituyen una política de estado, sostenida por gobiernos de distintos colores, y que él mismo defendió sin ambigüedades durante su mandato.
En la misma línea, Yoshihiko Noda del centroizquierda Partido Constitucional Democrático, pidió la dimisión del asesor y denunció que cada vez más ciudadanos se sienten inquietos ante el rumbo del gabinete del actual jefe del ejecutivo, asegurando que seguirá exigiendo al gobierno que respete un consenso nacional que no puede ser .
En juego no sólo hay una doctrina militar, sino también el relato moral sobre el que Japón ha construido su identidad de posguerra.