Europa

El volcán islandés se apaga, pero la vida en Grindavík no volverá a ser como antes

La población de la pequeña localidad costera se queja de que no puede volver a casa y de que las ayudas son insuficientes

Xavier Rodríguez
y Xavier Rodríguez

ReikiavikLa erupción el lunes de la fisura volcánica de Sundhnjukagígar, situada al suroeste de Islandia, puso el punto y final a casi un mes y medio de especulaciones entre los geólogos islandeses sobre la posible aparición de un nuevo volcán en la península de Reykjanes. Para los habitantes de la pequeña población pesquera de Grindavík, de 4.000 habitantes, que fue evacuada el 10 de noviembre, también supuso el fin de toda esperanza de volver a casa en un futuro inminente. La lava brotó con virulencia a escasos tres kilómetros de los límites de la ciudad, lo que frustró los planes de muchas familias de poder celebrar en casa las fiestas de Navidad.

Ante la aparente tranquilidad de las semanas previas al volcán, la policía tuvo que actuar echando de Grindavík a algunos vecinos que se habían aventurado a pasar la noche en su casa y en los negocios, saltándose las medidas de evacuación impuestas. Úlfar Lúðviksson, jefe de la policía del sur de Islandia, en declaraciones hechas a la cadena de noticias RÚV tan sólo horas antes de la erupción, mostraba prudencia a la hora de levantar el estado de emergencia en la zona. "Si hay algún pequeño cambio en la situación de riesgo presente, podríamos tomar en consideración poner fin a las medidas de evacuación".

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La aparición del volcán, pese a justificar la actuación prudente de las autoridades islandesas, ha supuesto un duro golpe para la población de Grindavík, que buscaba superar la pesadilla de la amenaza de un volcán cerca. Fríða Egilsdóttir, maestra de una escuela de Grindavík, explica en Facebook cómo ha afectado todo a los que vivían hasta hace poco en su ciudad. "Un 1% de la población islandesa [los vecinos de Grindavík] no vive en su casa, lo que representaría proporcionalmente a un millón de estadounidenses viviendo en la calle. ¿El volcán se activará mañana? ¿Mañana pasado? ¿En un mes? ¿año nadie sabe cuándo podremos volver a casa, nadie sabe cuántos de nosotros querrá volver a su casa..." Fannar Jónasson, alcalde de Grindavík, en declaraciones al programaSpegillinnde la televisión nacional islandesa, ha manifestado su intención de volver a la población esta primavera: "Muchas de las cosas que hay que arreglar para poder volver a vivir en Grindavík van por buen camino, y otras no tanto".

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Pérdida del valor de las casas

Los daños materiales causados ​​por los últimos terremotos se estiman en 10 billones de coronas islandesas (66,3 millones de euros). A la pérdida del valor catastral de las propiedades se sumarán los perjuicios generados por el vacío legal existente en el sistema de compensaciones para propiedades en estado ruinoso. Hay personas que todavía no saben si podrán reparar su casa con lo que reciban de compensación, ni siquiera el paquete de ayudas económicas aprobado por el gobierno islandés para las personas con rentas en Grindavík. Actualmente existen cerca de 120 familias de la población que no tienen hogar estable ni posibilidades económicas de mantener dos viviendas. Algunos vecinos no quieren hablar con los medios más allá de aducir que la situación es de por sí lo suficientemente grave y embarazosa. Otros han abandonado el país a la espera de que la situación de emergencia desaparezca. E incluso algunos que, como Einar Kristján ?orsteinsson, que ya ha perdido más de 20.000 euros en su negocio de hostelería por las cancelaciones, se quejan de la lentitud del gobierno para dar respuesta a las necesidades de la población: "Los habitantes de Grindavík estamos muy cansados ​​de que un día te digan una cosa y al día siguiente otra. Así no podemos planificar nada".

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Turistas versus vecinos

La sensación de angustia de muchos vecinos contrasta con el alud de comentarios de entusiasmo y admiración de todo el mundo compartidos en las redes sociales frente a las imágenes de efervescencia volcánica. "Los turistas lloraban de emoción". Así describía Páll Vigosson en el diarioVísirsus clientes cuando aprovechó la ocasión de parar en medio de la carretera para poder ver el volcán. El superintendente jefe de la policía nacional islandesa, Víðir Reynisson, no podía ser más rotundo: "No es un volcán turístico, pedimos a la gente que no se acerque a la zona". Bryndís Gunnlaugsdóttir, de Grindavík, daba un paso más y compartía en las redes sociales el pensamiento de muchos de sus vecinos: "Te das cuenta de esa positivado tóxica. La gente dice: 'Es fantástico porque nadie ha tomado daño'. consciente, pero esto no cambia el hecho de que nosotros estamos heridos, nos sentimos mal y esto es muy duro”.

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Volcanes y 'fake news'

Este desencanto de los habitantes de Grindavík se ha visto agravado por el alud de noticias falsas filtradas a través de redes sociales y por el alarmismo social creado por la prensa extranjera presente en el país en el momento de las evacuaciones. Redes como TikTok han vivido una invasión de publicaciones llenas de fatalidades apocalípticas. Para luchar contra la desinformación, el ministerio de Cultura y Negocios islandés ha decidido destinar 100 millones de coronas islandesas (663.000 euros) a informar mejor de cualquier actividad volcánica en la zona de Reykjanes.

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El volcán de Sundhnjukagigar, por el momento, ha decidido apagarse. Sin embargo, los expertos aseguran que Islandia ha entrado en una fase de erupciones recurrentes en la zona sur que se pueden seguir produciendo a lo largo de los próximos dos siglos. Tan sólo en los últimos tres años, los habitantes de la península de Reykjanes han vivido una erupción anual. La entereza y la resiliencia que forma parte del ADN de los isleños se desprende de las palabras de Fríða Egilsdóttir, vecina de Grindavík, que como un mantra colectivo despide así su escrito en las redes sociales: "Pase qué pase, hay que agarrarse cada día tal y como es, agradecer que estemos sanos y salvos y poder estar juntos con los nuestros. Hay que disfrutar de esos instantes preciosos que no volverán nunca".