Palestina

Las aceitunas de Cisjordania se quedan sin cosechar por la presión de soldados y colonos

Crecen los ataques y obstáculos a la movilidad de los campesinos palestinos

Hares /Beita (Cisjordania)El camino hacia el pueblecito palestino de Hares, en la Cisjordania ocupada, es un laberinto. Muchas carreteras están bloqueadas por los soldados y apenas está señalizado. Los checkpoints y las barreras se han multiplicado desde el ataque de Hamás, y las colonias israelíes, ilegales según el derecho internacional, están blindadas por el ejército. Los palestinos no pueden acercarse a ellos. "Es sólo una pequeña cata de todo lo que estamos sufriendo en Cisjordania desde el inicio de la guerra", explica el activista palestino Issa Souf, que lleva 35 años trabajando por la liberación de Palestina desde la no-violencia . Postrado en una silla de ruedas desde 2001 a causa de un disparo de un soldado israelí Souf conoce bien el impacto que han tenido históricamente los colonos y militares en los territorios palestinos. Y no duda en afirmar que "Israel está aprovechando la guerra de Gaza para acelerar el empleo en Cisjordania".

La activista describe cómo, en plena temporada de la recogida de la aceituna "el ejército no está permitiendo a muchos palestinos acceder a sus campos", que a menudo están cerca de las colonias o en zonas controladas por Israel. El olivo es uno de los cultivos más importantes en Palestina, y recibe cada año los ataques sistemáticos de los colonos. Según la ONU, sólo en los primeros cinco meses de 2023, más de 5.000 olivos fueron vandalizados en Cisjordania. "Quieren atacar el corazón de su economía", explica Sara, una activista israelí que acompaña a palestinos durante la campaña de recogida. El Centro for Economic Policy Research (CEPR) indica que entre 800.000 y 100.000 familias palestinas viven directamente de la recogida de la aceituna, aunque en algunos momentos del año el sector ocupa hasta un 90% de los trabajadores.- _BK_COD_ Souf explica también que desde el inicio de la guerra se ha limitado aún más la libertad de movimientos en Cisjordania. El número de ataques y la cifra de fallecidos en Cisjordania no han hecho más que crecer desde el 7 de octubre. 2023 es el año más mortífero para los palestinos de los territorios ocupados en dos décadas: unas 390 víctimas. Desde el ataque de Hamás, al menos 188 palestinos han muerto a manos de soldados o colonos israelíes en Cisjordania. "Estamos solos ante los ataques. Nuestro gobierno lleva cinco años sacando armas de la circulación, pero Ben-Gvir [ministro de seguridad israelí, ultraderechista y partidario de los asentamientos] está armando a los colonos", afirma Souf.

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Miedo, soledad y secuelas

Desde la casa de Issa Souf, en Hares, el trayecto en coche hacia el pueblecito de Beita, cerca de Nablus, no debería durar mucho más de 30 minutos. Pero para llegar se tarda más de una hora. El camino más rápido atraviesa la ciudad palestina de Huwara, pero la carretera sólo está habilitada para los israelíes. La calle principal del municipio también está cerrada a los palestinos: las tiendas tienen las persianas bajadas desde el 7 de octubre y soldados israelíes patrullan día y noche e impiden que nadie pase. Huwara ha sido escenario de varios ataques masivos contra palestinos por parte de colonos israelíes, antes de la guerra de Gaza. Unas agresiones que activistas y palestinos no dudan en comparar con los pogromos que sufrían los judíos en Europa en los siglos XIX y XX.

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En Beita, Fathi y Orhan Hamayel viven con miedo las incursiones del ejército israelí y las agresiones de los colonos y no se atreven ni a ir a sus campos: “No hemos podido cosechar las aceitunas porque no podemos llegar. Y si fuéramos no podríamos trabajar porque pueden venir los colonos”. Padre e hijo saben bien de lo que hablan. Orhan fue arrestado en plena noche y sin cargos en abril del 2022. Intuyen que por haberse manifestado contra el empleo. Tras pasar unos meses en prisión israelí de Megiddo en "detención administrativa", para la que no hace falta juicio en Israel, el joven regresó a casa. A su llegada, el pasado 8 de febrero, encontró un objeto extraño cerca de su casa y lo cogió. Era un explosivo presuntamente olvidado por el ejército en una incursión. Le explotó en la cara y perdió un ojo y la mano izquierda. "Tenemos pruebas de todo. No era un explosivo de fabricación palestina. Y los israelíes lo saben porque de no haber detenido de nuevo al Orhan", explica Fathi.

Desde la guerra, la familia teme más incursiones y ataques. Conocen a jóvenes del pueblo que han sido apaleados por colonos "mientras paseaban por la montaña", dice Orhan. "Mucha gente no está yendo a trabajar por miedo. Todo el mundo intenta gastar lo menos posible para ahorrar. Quienes tienen campos no van a buscar las cosechas, por si tienen la mala suerte de encontrarse con colonos. No se puede hablar con ellos . Sólo hablan con las armas y los soldados les protegen", asegura Fathi, quien añade que las ONG israelíes y extranjeras que les acompañaban a cosechar aceitunas y frutas no han vuelto a Cisjordania desde octubre. "Estamos solos", dice. Orhan, que ya no puede trabajar a causa de las heridas, no duda en afirmar que lo que ocurre en Gaza y en Cisjordania es parte del "castigo colectivo" que impone Israel por el ataque de Hamás: "Si alguien d 'entre los cinco millones de palestinos comete un error, los cinco millones somos castigados'.

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