¿Y ahora qué? El futuro de Netanyahu, en juego
El futuro de Israel sigue pendiente de lo que haga la comunidad internacional. Es evidente que los israelíes no quieren retirarse de los territorios palestinos bajo ninguna circunstancia, y que el acuerdo sobre la Franja de Gaza no va a modificar las intenciones del estado judío, por muchas negociaciones regionales que impulse Donald Trump en los próximos meses o años. El problema para la resolución de la crisis eterna con los palestinos es que hoy en día existe una mayoría clara y amplia entre la clase política israelí que en esta cuestión en particular está de acuerdo con Benjamin Netanyahu. Porque en la oposición hay partidos tan contrarios a un acuerdo como el primer ministro, que lo ha repetido públicamente esta semana.
Todo sigue siendo similar a lo que había antes del 7 de octubre de hace dos años, cuando Hamás lanzó su mortífero ataque contra el sur del país y causó la muerte de más de 1.200 personas. Para muchos israelíes la historia empezó ese día, pero los problemas vienen de lejos y durante décadas Israel no ha hecho nada por resolver el conflicto, y ha ido consolidando la ocupación un año tras otro.
Si no hay una fuerte presión de la comunidad internacional, nada bueno se moverá. Y tiene que ser una presión directa, como la que hubo con la República de Sudáfrica del apartheid. Un diplomático israelí me dijo hace tiempo que dos años después de empezar el boicot internacional contra la República de Sudáfrica, el régimen se deshizo rápidamente como un bloque de azúcar mojado.
La crisis de Gaza, que ahora cambia de fase, necesita que la comunidad internacional empiece a aplicar sanciones simbólicas. Debería ser el principio de una etapa resolutiva y no meramente contemplativa a la que estamos acostumbrados, empezando por penalizaciones en Eurovisión y en la UEFA, y continuando con sanciones más sólidas, políticas y económicas. La iniciativa de Emmanuel Macron de impulsar la creación de un estado palestino en Cisjordania y en Gaza va por el camino correcto. Sin embargo, deberemos esperar para ver cómo evoluciona la idea. Evidentemente, Israel y Estados Unidos intentarán desmontarla desde el principio, y disponen de recursos suficientes para hacerlo. En este sentido, Washington se ha convertido en un satélite político de Tel-Aviv.
Trump no disimula
El presidente Trump ya demostró con quién se identifica en su primer mandato, y ahora lo ha confirmado. Sus enviados especiales para la resolución del conflicto, Steve Witkoff y Jared Kushner, son dos judíos americanos más sionistas que Netanyahu. Esto confirma que la visión de Trump no es equilibrada, lo que hace difícil afrontar los problemas. En cuanto al futuro de Netanyahu, todo indica que él quiere continuar en el cargo indefinidamente y presentarse a las próximas elecciones, que tendrán lugar probablemente en septiembre del 2026, si no se adelantan. Netanyahu presume de haber cambiado Oriente Próximo, pero también quiere cambiar Israel por dentro, crear un país muy diferente al que recibió, y está trabajando en esa dirección.
Netanyahu quiere impedir la creación de una comisión estatal, es decir, supervisada por el Tribunal Supremo, que investigue los graves errores que condujeron a la catástrofe del 7 de octubre. En su lugar, Netanyahu quiere una comisión gubernamental que él pueda controlar. También necesita bloquear de algún modo el juicio sobre su presunta corrupción. No será una cuestión sencilla. Pero el primer ministro, que la próxima semana cumple 76 años, cada día muestra que no quiere abandonar la política activa.