La economía tunecina, al lado del abismo por la guerra en Ucrania

Un aumento sostenido de la inflación puede dejar a amplios sectores de la sociedad en riesgo de malnutrición

Ricard G. Samaranch
y Ricard G. Samaranch

TúnezLa guerra de Ucrania ha trastornado toda la economía mundial, pero los que más lo sufren son los países que ya se enfrentaban a una situación delicada antes. Este es el caso de Túnez, un país que importaba más del 50% de su consumo de cereales de Ucrania y Rusia, y que ve como su deuda externa aumenta de forma desbocada por la inflación en los mercados internacionales de materias primas. Y no ayuda el hecho de que esté inmerso en un conflicto político creciente por la determinación del presidente Kaïs Saïed de imponer un nuevo sistema político sin contar con la oposición.  

“Ahora mismo, sufrimos un sistema de racionamiento de algunos productos básicos. Por ejemplo, solo se pueden comprar dos kilos de arroz, harina y azúcar por persona. Y también hay problemas para encontrar aceite de oliva”, explica Aymen Herbewi, periodista económico de la radio Shams. Al menos, ahora ya no hay largas colas para comprar pan, como hace unas semanas. Este es un producto subvencionado, y en Túnez, como en el resto de la región, hay una larga historia de “revueltas del pan” cuando el gobierno ha decidido subir el precio.

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Con un crecimiento económico estancado desde la Revolución de 2011–la previsión de este año es del 2,4%–, el gobierno ha incurrido en déficits anuales muy graves, lo que ha provocado que la deuda pública se haya disparado hasta el 90% del PIB. Antes de finales de año, tendrá que cubrir un agujero contable de unos 4.000 millones de euros, una tarea bastante complicada después de que la agencia Fitch degradara en marzo la solvencia del país hasta el nivel de los “bonos basura”. 

Uno de los quebraderos de cabeza de este año es que la factura energética se ha multiplicado en paralelo al precio del petróleo, que también es un producto subvencionado en Túnez. El presupuesto de 2022 incluía una estimación del precio del barril de petróleo alrededor de los 60 dólares, lejos de los 114 actuales. Aun así, las subvenciones no pueden absorber todo el incremento de los precios. “En el último mes y medio, ¡la gasolina ha subido cuatro veces! Pero nuestras tarifas hace 10 años que no se mueven”, se queja Kamel, un taxista veterano.

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Crisis de hambre

En un país donde el salario mínimo es de 403 comidas (125 euros) y el paro juvenil supera el 40% en muchas regiones, un aumento sostenido de la inflación hasta el 10% puede dejar amplios sectores de la sociedad en riesgo de malnutrición. En la calle, circulan rumores que el Estado solo tiene fondo para pagar los salarios de los funcionarios durante las próximas semanas. El espectro de la quiebra sobrevuela el país. Los expertos, sin embargo, lo matizan. “No hay una amenaza real de quiebra, porque el Estado siempre podrá recurrir a la financiación interna de los bancos tunecinos”, sostiene Majdi Hassen, director del think tank económico IACE. 

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“Sin la ayuda del FMI, el problema puede ser el pago de los créditos a divisas. El año que viene tenemos varios vencimientos cuantiosos. Pero antes de la quiebra, se optaría por otras medidas, como una fuerte devaluación de la moneda, estrictos controles de capitales… Serían medidas muy dolorosas”, añade. En el mes de enero, la UE ya tuvo que desembolsar de urgencia millones de euros para sufragar la compra de cereales, puesto que varios barcos se negaban a descargar esta mercancía en territorio tunecino sin cobrar por adelantado en divisas. 

Según este economista, a corto plazo, uno de los riesgos más preocupantes es que el ejecutivo mantenga los precios controlados de algunos productos al nivel actual por miedo a la reacción de la ciudadanía. Esto podría llevar a miles de agricultores a abandonar el campo para no poder hacer frente al encarecimiento del combustible y los pesticidas.

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El Gobierno tunecino hace meses que negocia la concesión de un crédito con el FMI para evitar caer en el abismo, pero la situación política dificulta el acuerdo. El presidente Saïed se otorgó poderes absolutos el año pasado, alienando la oposición y las potencias occidentales. El Fondo exige que la UGTT, el sindicato más poderoso del mundo árabe, apruebe las reformas draconianas previstas para garantizar que, a diferencia de lo que pasó con el anterior crédito, esta vez las reformas sí que se aplicarán.

“La posición de la UGTT será clave para el futuro inmediato del país”, opina el analista Beixir Jouini. La central sindical es la única institución capaz de movilizar la calle. Hasta ahora, había mantenido una calculada ambigüedad, pero su relación con el gobierno es cada vez más tensa. El sindicato ha convocado una huelga de la función pública el 16 de junio, suscitando esperanzas entre la oposición, que confía que el malestar social acabará derribando el presidente. 

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Además de aumentar el déficit y la inflación, la guerra en Ucrania también podría afectar el sector turístico, fundamental para crear ocupación y hacerse con divisas. En 2019 visitaron el pequeño país norteafricano más de 630.000 turistas rusos y 30.000 ucranianos. Se teme que muchos de ellos este año no hagan vacaciones. Sin embargo, Hassen ve la situación como una oportunidad. “En verano, Túnez, Egipto y Turquía pueden acabar captando a los turistas que no puedan ir a Europa o a Estados Unidos. Y en invierno, podríamos atraer a jubilados europeos que se enfrenten a facturas de gas de 600 euros mensuales. Les saldrá más barato vivir aquí”, apunta el economista.