Matar de hambre a Gaza, un castigo planificado

Si hay algo que pone los pelos de punta son las imágenes permanentes de criaturas muriéndose de hambre en Gaza, por expreso deseo del primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, y de sus antecesores, con el silencio cómplice de la mayoría de la población israelí, totalmente desinformada, y la incomprensible posición de Alemania de no condenar esta salvajada, por la mala conciencia del Holocausto. Una vergüenza para el conjunto de Europa, en la que hay que reconocer que el gobierno español sí ha dado la cara desde el primer momento.

Hace seis años, con el título Matar de hambre, publiqué un extenso libro en el que explicaba cómo el hambre se podía planificar como castigo político, o bien por desidia política, por incompetencia y desinterés de los gobernantes sobre la población. Expliqué unos 50 casos de los últimos años, una barbaridad, en los que ya se incluía Gaza. El problema, por lo tanto, no es nuevo, aunque sí más grave que hace seis años. En 2018 las Naciones Unidas ya advirtieron de que lo que Israel estaba haciendo en Gaza la condenaba a la extinción.

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Vayamos un poco más atrás. En 2002, la FAO advirtió de que aumentaba el hambre en Gaza y de que se encontraba en una grave situación de inseguridad alimentaria. En 2004 Israel empezó a construir los muros de la vergüenza en Cisjordania, antes de que Hamás ganara las elecciones. En 2007 comenzó el bloqueo terrestre, aéreo y marítimo de Israel sobre Gaza, y al año siguiente empezó a destruir sus infraestructuras básicas, incluidas las agrícolas, la electricidad y el agua. En 2009 Gaza ya se quedó sin agua potable, y todo esto antes de que Netanyahu fuera nombrado primer ministro. Después, todo fue a peor. Había una estrategia de hacía tiempo para ir matando paulatinamente a la población de Gaza, que se consideraba "prescindible", y se hacía incautando las pocas tierras productivas, limitando la pesca y prohibiendo la compra de alimentos en el exterior. Así, su alimentación llegó a depender en un 95% de su compra a Israel. En 2018 la FAO estimó que el 54% de la población de Gaza estaba subalimentada.

Esta permanente deshumanización, institucionalizada, es lo que ahora se ha convertido en la limpieza étnica, la deportación masiva y la destrucción de la población de Gaza sin contemplaciones, y se hace de dos maneras, con bombas y provocando hambre. También presentando a los palestinos como enemigos religiosos, llamándolos "Amalek", el enemigo bíblico del pueblo judío que debía ser exterminado. Detrás de lo que vemos, hay también un intento de "purificación" de un territorio islámico, con lo que se mezcla la política con la religión, una combinación explosiva alimentada por la influencia del ultranacionalismo judío en el gobierno, que demoniza a los palestinos.

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Según un sondeo de la Universidad Estatal de Pensilvania y Geocartography, publicado por Haaretz en marzo, un 82% de los ciudadanos israelíes apoyaban la expulsión de los palestinos de Gaza. Con este apoyo, el gobierno israelí no se detendrá, continuará destruyendo, desplazando y los dejará morir de hambre, salvo que salgamos a la calle de forma masiva, aquí y en todo el mundo.