Próximo Oriente

El matrimonio infantil sigue rompiendo vidas en Turquía

A pesar de que la ley lo prohíbe, la complicidad de la justicia y de la sociedad lo permiten

Diyarbakir (Turquía)Cuando todavía no había cumplido 15 años, su padre la llamó y le dijo que se preparara. “Hoy vendrá un hombre y te pedirá que te cases con él”, le dijo. Y ella, que no lo quería de ninguna de las maneras, pidió a su padre que no lo hiciera, pero a cambio recibió una paliza. Dilek Demir recuerda aquella conversación donde empezó todo, ahora hace más de treinta años. “Una pesadilla de principio a fin”, recuerda sobre sus años casada con un hombre a quien no conocía. La misma noche de boda la violaría y poco después, todavía con 15 años, tuvo a su primer hijo.

Tal como narra, no tenía ni ganas ni experiencia para criar a un neonato. “Yo era una niña, y por culpa de mi inexperiencia mi hijo tuvo fiebre y yo no sabía como actuar. Pero tenía meningitis y se quedó sordo”. Entonces, Dilek Demir se prometió que dedicaría su vida a hacer que las generaciones siguientes no tuvieran que pasar por lo mismo. Mientras tanto, sin embargo, tuvo que aguantar más violaciones, de donde salieron tres hijos más, hasta que se divorció. Diecisiete años después de este divorcio, Demir, la muhtar del barrio de Baglar de Diyarbakir, una ciudad al sudeste de Turquía, explica su historia al ARA.

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Incluso antes de ser muhtar –la máxima autoridad electa de un barrio– ya la denominaban como tal por su proximidad con los vecinos y por su voluntad para ayudarles en todo. “Limpiaba casas, o cuando ayudaba a alguien a pedir un subsidio me daban un poco de dinero como premio”, explica sobre aquellos comienzos. Pero un día decidió dar el paso hacia este cargo, que las mujeres del sudeste turco no conocían hasta entonces. “A 1.500 votos de mí, quedó”, dice Demir con una carcajada cuando se refiere al segundo candidato con más apoyo. Se convertía así en la primera muhtar mujer de la historia de Diyarbakir.

Una de cada cinco

A pesar de que la ley turca establece que una menor de 18 años no se puede casar, hay excepciones. Y un estado pasivo, un sistema judicial ciego y una sociedad cómplice hacen que cada año miles de niñas turcas sean obligadas a casarse. “La ley dice que un hombre y una mujer que quieran casarse lo tienen que hacer conforme a las leyes existentes, no dice niños ni niñas”, explica al ARA Emin Gün, presidente del Centro de Derechos de los Niños del Colegio de Abogados de Diyarbakir, que deja claro que una persona de menos de 18 años es un niño.

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Pero el espectáculo de excepciones que deforman la ley empieza, según el abogado, con la ley de civilización turca, que establece que los mayores de 17 años se podrán casar. “¿Pero no decían que los menores de 18 años eran niños?”, se pregunta Gün. Y sigue: “En situaciones excepcionales, si la niña se ha quedado embarazada, un juez puede autorizar una alianza matrimonial cuando tenga 16 años”. E incluso se podrá casar cuando la chica quede embarazada con 15 años y un juez decrete una investigación física que establecerá que tiene 16.

En el ámbito social, el problema es más grave. A pesar de que la ley considera que no hay matrimonios infantiles, “puede haberlos debido a los imams”, asegura el abogado. Y, por otro lado, la ley obliga a cualquier ciudadano a denunciar a las autoridades si se conoce la celebración de un matrimonio infantil. Pero todo el mundo lo sabe: desde el imam que los casa hasta los invitados y el peluquero.

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Pero y el estado, que lo sabe, ¿persigue estos casos? "No, y este es el origen del problema", responde. Las cifras indican que una de cada cinco mujeres que ahora tienen entre 20 y 49 años ha pasado por este trance, según un estudio de las Naciones Unidas. Hoy en día las chicas del sudeste de Turquía que se casaron antes de los 18 años y que ahora tienen entre 20 y 24 años conforman el 20%, lejos del 50% de hace tres décadas. Pero Demir continúa lidiando cada día con numerosos casos de matrimonio infantil. La mayoría de veces una ligera intervención ya es suficiente para que las chicas no se tengan que casar y, de paso, puedan seguir yendo a la escuela. Por ahora ha podido salvar a 40 gracias a las denuncias anónimas de los vecinos del humilde barrio de Baglar, que depositando una carta en un buzón metálico a la puerta de su oficina le informan sobre el siguiente crimen que se intentará cometer.