Putin pone en marcha una causa general
Puede decirse que Vladimir Putin ha culminado el aparato represivo policial y judicial que ha ido construyendo a lo largo de 25 años en el Kremlin. El despliegue por parte del FSB, el antiguo KGB, de una nueva acusación penal contra la disidencia en el exilio –a la que se califica de "comunidad terrorista"- representa el impulso a una especie de causa general contra toda la oposición, similar a la desencadenada por el general Franco al terminar la Guerra Civil.
La oposición rusa del interior, encabezada por la FBK –el Fondo de Lucha contra la Corrupción fundado por Aleksei Navalni– nunca ha salido de la clandestinidad y por ley se les acusa de "agentes extranjeros". Un etiquetado que también cuelga del sociólogo y académico Boris Kagarlitski, encarcelado desde julio del 2023 y condenado en el 2024 por apología del terrorismo. La causa general ya se perfilaba. Y ahora toma cuerpo con el plan kagebista desplegado hace dos semanas, que tilda de conspiradores y terroristas a una veintena de intelectuales, artistas y personalidades como el exempresario Mijaíl Khodorkosvki –indultado por Putin en el 2013 después de diez años de cárcel– y el excampeón de ajedrez Garri Kaspárov. La mayoría de los disidentes se encuentran refugiados en territorio europeo –donde cuentan con el apoyo del Consejo de Europa– quizás porque EEUU empieza a ser para ellos un espacio poco seguro.
Con todo fuera de Rusia, dentro de un exilio digamos edulcorado, hay algunos –pocos– intelectuales contrarios al régimen que no son perseguidos ni incorporados a la causa general. Uno de ellos, Alexander Gabuev, director del Carnegie Rusia Eurasia Center, observa, analiza, reflexiona y expone visiones de la realidad rusa, algunas de las cuales no son entendidas en la sociedad europea. En mayo del 2025, en un artículo en Foreing Affairs, Gabuev se afanaba en hacer ver que, si quiere coexistir pacíficamente con Rusia, Occidente debe restablecer cuanto antes los vínculos rotos a raíz de la guerra de Ucrania. Y Gabuev no iba a decirse que la guerra ha hecho de Rusia una sociedad cada vez más cerrada que se mira a los occidentales con hostilidad y resentimiento a causa de las sanciones económicas.
Miedo, resignación e indiferencia
Alexander Gabuev ha detectado hasta qué punto la dictadura de Putin genera en los rusos miedo, resignación e indiferencia. Miedo, pero también patriotismo. Una situación político-emocional que lleva a Rusia a bascular a favor de China, y que la dictadura china acoge con satisfacción. Precisamente en mayo del 2024, un año antes de su alerta en Foreing Affairs, Alexander Gabuev advertía de que Occidente no se daba cuenta de los cambios profundos en la sociedad rusa que llevan a la gente a distanciarse de Europa como nunca. Antes de la guerra, las transacciones comerciales de Rusia con la UE eran el doble que con China y ahora son menos de la mitad. Los oligarcas y empresarios rusos envían a sus hijos a estudiar a Hong Kong oa Pekín: Gabuev nos recuerda que en el 2023, tras la pandemia, 12.000 estudiantes rusos se instalaron en China, casi cuatro veces más que en EEUU.
Y es esta Rusia, donde la democracia se ha reducido, históricamente, a episodios efímeros acompañados de sobresaltos sangrientos, que se aleja de los valores que son la base de Europa y se acerca al vecino asiático que siempre había sido visto como una amenaza. Nada extraño, pues, de que Putin haya apostado por intensificar la represión en formato de causa general: parece tener bastante claro que no habrá respuesta de la sociedad rusa. Y nada extraño, tampoco, que Xi Jinping y Putin no estuvieran de fantasear sobre la inmortalidad. O con la posibilidad de vivir hasta los 150 años.