El ataque ruso en Ucrania

Salarios desorbitados y penas conmutadas: la estrategia de Putin para reponer las bajas en Ucrania

El ejército ruso se desangra, pero Putin evita una movilización antes de las elecciones

BarcelonaSi la toma de Bajmut supuso una victoria extremadamente costosa para Rusia, la batalla para conseguir el control de Avdíivka va camino de convertirse en una carnicería aún más devastadora. Desde hace dos meses, el ejército de Vladimir Putin ha reanudado el ataque en varios frentes, aprovechando el agotamiento de las tropas ucranianas, que no han logrado lo que esperaban de la contraofensiva lanzada en verano. A falta de grandes avances, Avdíivka es el pequeño trofeo que el presidente ruso quiere exhibir lo antes posible, ahora que ya está en plena campaña electoral. Según analistas militares, en los últimos días las tropas rusas están logrando pequeños progresos en torno a esta ciudad industrial cercana a Donetsk, pero el precio está siendo altísimo. Varias fuentes aseguran que las filas rusas están perdiendo a más hombres que nunca desde que comenzó la guerra en Ucrania.

Varios analistas y blogueros militares han comparado la gran cantidad de bajas en la batalla de Avdíivka con los recuentos diarios de soldados fallecidos durante la Primera Guerra Mundial, donde acabaron muriendo unos dos millones de militares rusos. Según el seguimiento diario del investigador de datos militares Ragnar Gudmundsson, las bajas rusas han crecido claramente en los últimos dos meses, con el mayor número registrado en las últimas tres semanas, con más de 1.300 muertos o heridos cada día. Según el ministerio de Defensa británico –que citó los datos difundidos por Ucrania–, durante el pasado mes Rusia sufrió una media de 931 bajas cada día, mientras que durante el asalto de Bajmut fueron unas 776.

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El ejército necesita reposiciones, pero, a menos de cuatro meses de las elecciones presidenciales, Putin –que este viernes ha confirmado que volverá a presentarse– no quiere asumir las consecuencias de otra movilización obligatoria, como la que ordenó en septiembre del año pasado, que provocó malestar social y un éxodo de hombres para evitar ser enviados a primera línea de frente. La semana pasada, el presidente firmó un decreto para incrementar el número máximo de militares en las Fuerzas Armadas rusas en casi 170.000 soldados: de 1,15 millones de soldados a 1,32 millones. Pero en un comunicado el ejército dejó claro que la medida no supone ningún cambio en el reclutamiento ni otra campaña de movilización.

El secretismo de la guerra hace imposible saber cuáles son las cifras reales. La inteligencia británica cree que ni siquiera las fuerzas armadas rusas lo tienen claro, a causa de su "cultura de información deshonesta". Pero esta semana los servicios de inteligencia del Reino Unido actualizaron sus cálculos, según los cuales unos 70.000 soldados rusos murieron en Ucrania –20.000 eran mercenarios de Wagner– y entre 220.000 y 280.000 resultaron heridos. Así, el número total de bajas rusas oscilaría entre los 290.000 y los 350.000 soldados, una cifra coherente con los "más de 300.000" militares rusos muertos y heridos que estima la OTAN.

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"Caminan entre cadáveres apilados"

Pese al elevado número de bajas, los relatos de los soldados ucranianos en el frente describen oleadas de militares rusos que no paran de llegar para mantener el asalto. "Cada día hay nuevas fuerzas, independientemente del tiempo que haga, independientemente de las bajas [...]. Pase lo que pase, siguen arrastrándose, literalmente, sobre los cuerpos de los suyos", relataba un soldado de la 47 Brigada Mecanizada Separada de Ucrania en Radio Liberty, citado por Reuters.

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La mujer de un hombre llamado a filas con la movilización del año pasado relató una situación similar en el medio independiente iStories, donde explicó que los soldados "caminan entre cadáveres apilados". Ella forma parte de un grupo de familiares de reclutas que luchan en Avdíivka que han enviado una carta a Putin en la que acusan a los comandantes de la formación de llevar a cabo una estrategia que supone "el exterminio deliberado" de los soldados. Según la carta, desde que las fuerzas rusas empezaron a avanzar, el mando ordenó que los hombres con heridas moderadas volvieran a las divisiones de asalto. "Necesitan algún tipo de resultado", aseguraba la mujer.

Mykhailo Podolyak, asesor de Volodímir Zelenski, también apuntaba recientemente a la capacidad de Rusia de enviar constantemente nuevos soldados al frente: "Rusia todavía tiene recursos humanos ilimitados que utiliza sin piedad para llevar a cabo las llamadas oleadas de ataques humanos. Prefieren utilizar personas que maquinaria".

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Movilización en la sombra

Para evitar el reclutamiento obligatorio, las fuerzas rusas apuestan por acciones que incentiven a los voluntarios, sobre todo con salarios altísimos, especialmente en regiones remotas. El think tank estadounidense Institute for the Study of War (ISW) considera que el comunicado del ministerio de Defensa de la semana pasada indica que su intención es seguir confiando en una "cripto-movilización generalizada". Críticos del Kremlin también alertan de que se está llevando a cabo una movilización escondida o secreta y de que todavía hay hombres que están siendo llamados a filas para ir a luchar en Ucrania.

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"La movilización todavía se está haciendo de algún modo en la sombra", asegura al ARA Kirill Shamiev, investigador en el European Council on Foreign Relations especializado en las relaciones civil-militares de Rusia, que explica que en algunas regiones se siguen realizando reclutamientos forzados. En cuanto a los voluntarios, indica que hay dos tipos, los que acceden a ir a la guerra a cambio de grandes cantidades de dinero, tanto para ellos como para sus familias –dice que medios independientes han calculado que hombres que luchan durante seis meses o un año pueden recibir lo que cobrarían en unos doce años– y también los reclusos, a los que se les ofrece conmutar las penas.

Lo que a principios de año hacía el grupo Wagner ahora lo hace el ejército oficial. Según Shamiev, se están creando unidades formadas por presos condenados por crímenes violentos, que envían a las posiciones de asalto más peligrosas. "Algunos canales de Telegram de blogueros militares proguerra dicen que estos hombres se envían básicamente a morir. Si sobreviven, tendrán suerte y se les perdonará la pena, pero si no a nadie le importará", dice el analista. Ahora bien, añade que gran parte de los presos en Rusia antes de la guerra, más del 50%, habían sido condenados por delitos relacionados con las drogas, a veces solo por llevar encima una cantidad muy pequeña de estupefacientes. A los reclusos que aceptan ir a luchar en Ucrania se les conmuta la condena a los seis meses, un incentivo que para muchos es suficiente para probar suerte.

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Sin embargo, Shamiev cree que Putin anunciará otra movilización obligatoria tras las elecciones presidenciales para poder nutrir al ejército para una ofensiva en verano. "Si pueden mostrar una imagen convincente, con un 85% o el porcentaje que necesiten para apoyar a Putin, tendrán carta blanca para anunciar otra ola de movilizaciones y otros movimientos impopulares", afirma el analista, que subraya que las elecciones no serán democráticas, sino una especie de evento "para demostrar a las élites que todo está bajo control".