L'atac rus a Ucraïna

"Si la UE no abre sus puertas a los objetores de conciencia rusos, acabarán encarcelados"

Una cuarentena de entidades reclaman a las instituciones europeas que acojan a los objetores y desertores que no quieren luchar en Ucrania

BarcelonaHace diez años que el Movimiento de Objetores de Conciencia de Rusia ayuda a los rusos que, por sus convicciones, no quieren ir a la guerra. Sobre el papel, la Constitución rusa reconoce el derecho a la objeción de conciencia, pero desde el inicio de la invasión de Ucrania su trabajo se ha complicado mucho. El Kremlin ha tildado a la organización de "agente extranjero" y ha bloqueado su página web. Desde el exilio, su presidente, Sasha Belik, explica a ARA que, pese a que sus activistas siguen dentro del país asistiendo a quienes intentan resistir el llamamiento a filas, incluso "hemos visto cómo enviaban al frente a hombres que caminan con muletas". Pese a la flagrante vulneración de sus derechos, los objetores rusos encuentran las puertas de la Unión Europea cerradas, en contra de lo previsto en el derecho internacional. Para ayudarles, una cuarentena de entidades de toda Europa han impulsado una petición a la UE que reclama acogida para los objetores, desertores y soldados rusos que se han rendido a las autoridades ucranianas.

Teóricamente, los rusos que son llamados a realizar el servicio militar obligatorio pueden sustituirlo por una prestación social alternativa si declaran convicciones religiosas, políticas, filosóficas o éticas contrarias a la guerra. La ley que lo permite es compleja, pero con suficiente persistencia y un buen abogado pueden conseguirlo. Más difícil lo tienen los jóvenes que fueron movilizados por el decreto especial del pasado septiembre, que no están cubiertos por la ley que regula la prestación sustitutoria. Organizaciones como Go by the Forest (Pasa por el Bosque), que ayudan clandestinamente a huir del país a los jóvenes que no quieren ir a luchar en Ucrania, intentan orientarlos a través de un canal de Telegram. Su portavoz, Ivan Chuviliaev, explica cómo lo hacen. "Un día nos contactó un hombre porque la policía había hecho una redada en un hostal de Moscú: les habían hecho levantar de madrugada y les habían llevado a un cuartel. Les habían tenido cinco o seis horas encerrados en pequeñas habitaciones sin luz, ni agua, ni comida y les habían amenazado con que si se negaban a ser reclutado. m hacer saber que objetar no es ningún delito y que no tenían derecho a encarcelarle: le torturaron y le acusaron de traidor, pero él respondió que conocía sus derechos y al final se le quitaron de encima y pudo volver a casa".

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Prohibido abandonar el ejército

La guerra de Ucrania también ha enterrado la posibilidad de que tenían los soldados profesionales de romper su contrato con el ejército e irse a casa. Según las estimaciones disponibles, en la primavera y el verano del 2022 varios miles de militares rusos pudieron retirarse del servicio rompiendo sus contratos, pero un decreto de Vladimir Putin del pasado 21 de septiembre lo prohibió. Ahora, si un soldado ruso rechaza participar en operaciones de combate, se expone a ser perseguido por el nuevo artículo 332 del Código Penal ruso, además de ser enviado a un campo de "rehabilitación psicológica" antes de ser devuelto al frente.

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Go by the Forest también tiene experiencia en ayudar a militares profesionales a huir de la guerra. "Hay muchos que no quieren matar, ni combatir, ni participar en la invasión de Ucrania para convertirse en asesinos o violadores", apunta Chuviliaev. "Solo se apuntaron al ejército para ganarse la vida: para tener un buen sueldo –hablamos del equivalente a tres mil o cuatro mil euros mensuales, que en Rusia es mucho dinero, y además tienen el alojamiento y la alimentación pagados– a cambio de pasarse todo el día en una oficina y participar en maniobras una vez al año. Muchos lo hacen para mantener a la familia o para pagarse luego los estudios. Pero de repente se han encontrado que la situación ha cambiado y que se pueden encontrar en cualquier momento en el frente".

Sergei Krivenko, director de la ONG rusa Ciudadanos-Ejército-Ley, recuerda que según el derecho internacional los estados europeos deben dar asilo a los objetores de conciencia rusos. "No es un problema de buena voluntad de los países democráticos, sino una obligación. La objeción de conciencia es el ejercicio de la libertad de conciencia, por lo que sufren represión en Rusia. Es una cuestión de defensa de los derechos humanos".

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El precedente de los Balcanes

Las instituciones europeas habían acogido a los hombres que rechazaban combatir en las guerras de los Balcanes, pero un año y medio después de la invasión de Ucrania aún no han dado la señal política que las organizaciones de defensa de los objetores de conciencia reclaman. Los rusos que huyen de la guerra no sólo tienen muchas dificultades para abandonar su país, sino que se encuentran todas las fronteras de la UE cerradas. Unos gobiernos esgrimen el miedo a una invasión, otros dicen que temen la infiltración de espías. Dos argumentos que el presidente del Movimiento de Objetores de Conciencia de Rusia rechaza: "Estamos hablando de unos pocos miles de hombres que necesitan encontrar un lugar seguro en Europa; son pocos, pero es importante salvarlos porque si no acabarán encarcelados o encerrados en campos de concentración... Y sabiendo cómo funcionan los servicios secretos rusos, los agentes del FSB que se infiltran en Europa no necesitan hacerse pasar por objetores de conciencia si pueden comprarse un visado".

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Ivan Chuviliaev: "Putin sólo se mantiene en el poder gracias al miedo y a sus servicios secretos"

Ivan Chuviliaev era crítico de cine y teatro en San Petersburgo hasta que la invasión de Ucrania hizo explotar su vida. Ahora reside en Barcelona y colabora con la organización Go by the Forest (Pasa por el Bosque), que apoya a los rusos que rechazan ir a la guerra.

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¿Cuándo decidió marcharse de Rusia?

— El 24 de febrero: me levanté a las siete de la mañana y vi que la invasión había empezado. Me di cuenta de que no podía seguir viviendo en Rusia, yendo cada jueves al cine para escribir sobre películas o hacer críticas de teatro. La guerra había cambiado todo. Subí a un avión sin ningún plan concreto, y me di cuenta de que lo único que podía hacer era activismo político.

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Y decidió ayudar a los objetores de conciencia.

— Encontré a otros compañeros que también se habían marchado y pensamos que podía ser útil abrir una línea de ayuda para la gente que quería huir del reclutamiento. Putin decretó la movilización parcial el 21 de septiembre y el 1 de octubre ayudamos a la primera persona a huir. Después pensábamos que, una vez terminada la movilización, no tendríamos más trabajo, pero después recibimos decenas de peticiones de soldados que estaban en el frente y querían marcharse. Habíamos subestimado el nivel de antimilitarismo de la sociedad rusa: nadie quiere esta guerra, nadie quiere que su hermano, su padre o su marido mueran en Ucrania. Y toda esa gente necesitaba nuestra ayuda. Y nos dimos cuenta de que el nuestro era un proyecto de largo recorrido: la desmilitarización de Rusia. Es algo que sólo podemos hacer los rusos: nuestro país se ha convertido en una amenaza de muerte para los países escandinavos, para los de Asia Central, China y Japón. Debemos hacer lo que esté en nuestras manos para acabar con el chantaje nuclear, las amenazas, los discursos de odio, que Rusia tenga sólo un pequeño ejército profesional, nada más. Esto es lo único que puede salvar a Rusia de una guerra civil y de las guerras con otros países.

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¿Cuál es la parte más difícil de su trabajo?

— Para mí, emocionalmente, lo más duro es recibir llamadas de mujeres que tienen a su marido preso en una cárcel por un delito menor y que han perdido su rastro. La empresa de mercenarios Wagner se ha llevado a la fuerza a muchos prisioneros menores de 30 años para utilizarlos como carne de cañón en Ucrania. Y no tenemos ninguna posibilidad de ayudar a estas familias: debemos decirles que lo más probable es que estén muertos en algún lugar de Ucrania y que nunca podrán saber qué les pasó.

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Esperábamos más oposición popular en Rusia contra la guerra.

— ¡Hay mucha! Pero no en Moscú ni en San Petersburgo, porque el régimen recluta a la gente sobre todo en los pequeños pueblos y en ciudades remotas donde no se pueden defender. Lo único que tiene Putin para mantenerse en el poder es el miedo y los servicios secretos. El miedo que nos han inculcado durante 20 años. Tenemos que intentar ayudar a la gente de Rusia a sobrevivir y recordarles todos los días que tienen derecho a tener el alma limpia: a no convertirse en asesinos, violadores y ladrones en Ucrania. Que tienen derecho a ser libres. Si les decimos que ser ruso es una vergüenza no va a cambiar nada. Debemos recordarles que la Tierra es redonda, que Putin es un asesino, que Rusia es un estado terrorista y que nuestra gente está muriendo en una guerra sangrienta para invadir a otro país que tiene derecho a ser libre. Este diálogo, que es el que los disidentes rusos han intentado hacer en toda la historia, es la única forma de acabar con esta guerra y de que Rusia deje de ser una amenaza para el mundo.