El pequeño milagro de la forestación de Castell de Mur
La voluntad de los vecinos y el Ayuntamiento y una pizca de suerte han hecho posible la recuperación de varios núcleos abandonados de este pequeño municipio del Jussà
Castillo de Mur"No es solo piedra. No es solo tierra. Es un grito que despierta generaciones. Es la voz de un pueblo que se alza con las manos sucias y el corazón incendiado. Es memoria que no se arrodilla. Es orgullo que no pide permiso". Son frases, casi versos, de Josep Maria Martí, un albañil del Alt Camp que hace unos días dirigió unas jornadas de recuperación de la piedra seca en el Meüll, un pequeño núcleo de Castell de Mur (en el Pallars Jussà). "Es más que piedra, es memoria viva", concluye Martí, que conduce proyectos similares en otras comarcas catalanas, como en el Alt Urgell.
Bajo el hashtag #recuperemelmeull, las jornadas (que ya van por la tercera edición) suponen una pequeña parte (y una de las más visibles) de un proyecto colectivo de forestación. El Meüll es uno de los núcleos que en los años setenta, como otros muchos del Pirineo, quedó totalmente abandonado. El último matrimonio que quedaba cerró definitivamente las puertas de su casa en 1974, en tiempos de olas migratorias constantes hacia las áreas urbanas. Pero de una forma casi fortuita aparecieron en el 2008 Mercè Pons y su marido para comprar las antiguas escuelas del pueblo y rehabilitarlas para ir a vivir. Venían de Barcelona y decidieron cambiar radicalmente de vida para establecerse en la montaña e iniciar un negocio de alojamiento rural. "Mucha gente viene a la zona para visitar no sólo el castillo, sino también el desfiladero de Mont-rebei, el museo de los dinosaurios (en Isona) o hacer turismo por el Pallars", explica Mercè Pons, que es precisamente una de las principales impulsoras de las jornadas de piedra seca. Hace unos tres años que, a través del albañil Josep Maria Martí y varios miembros de la Asociación de Vecinos, están recuperando un muro de piedra que cayó hace muchos años. Calculan que en otros tres años lo tendrán perfectamente recuperado y aseará la entrada del Meüll, como la viva representación de esta voluntad de levantarse del olvido.
El municipio entero de Castell de Mur tiene censadas actualmente cerca de 180 personas (entre residentes permanentes y empadronados que todavía mantienen sus propiedades). Desde 1990, el conjunto del municipio ha experimentado un aumento del 25% de su población. Se trata de uno de los índices más altos de la comarca, sólo superado por Talarn (favorecido por el impacto de la escuela militar de suboficiales) y Senterada. Esta forestación de Castell de Mur coincide con la resurrección de cuatro núcleos que habían quedado completamente vacíos en los años noventa. Se trata de, como hemos dicho, el Meüll, y también de Santa Lucía de Mur, Puigmaçana y las Casas de la Estación. Aparte, otras como Bodegas y, sobre todo, Vilamolat, han experimentado un incremento de población sustancial.
Precisamente de Vilamolat es Josep Castells, que fue el alcalde de Castell de Mur entre 2007 y 2015 y, en la anterior legislatura, el delegado de la Generalitat en el Alt Pirineu y Aran. Fue durante su mandato en el ayuntamiento cuando se alcanzaron metas que podrían ser impensables en una gran ciudad, como las de conectar todos los pequeños núcleos de Castell de Mur a las redes de agua potable y de luz y de llevar la fibra óptica hasta las casas. La puesta en marcha de estos servicios (aunque todavía incompletos por la falta de un operador para la fibra) ha hecho consolidar la llegada de personas como la Mercè Pons y la implantación de otros proyectos de turismo rural. Y es que Castell de Mur, que ha perdido gran parte del campesinado y ha visto prácticamente desaparecer el pasto, tiene en el turismo su principal esperanza económica. Y ahí están los temores de algunos, que querrían diversificar los ingresos y evitar el riesgo de una masificación turística al estilo de la Cerdanya.
Pese al moderado optimismo, Josep Castells admite que hay todavía obstáculos para que el municipio se consolide. Por un lado, la necesidad de garantizar nuevos servicios, como envíos y banca, y en especial la mejora de las comunicaciones viarias. "Del despoblamiento todo el mundo habla, pero hay que analizar ejemplos concretos para ver dónde fallamos", comenta Castells.
El actual alcalde del pueblo, Miquel López, está de acuerdo. "Lo esencial es dar los servicios básicos para hacerle atractivo a los recién llegados", dice. "Las personas no quieren poner en marcha un proyecto de vida en un lugar donde no pueden tener las mismas condiciones que en una ciudad", añade. Una buena comunicación terrestre es, para el actual ayuntamiento, el principal arrecife que afrontan hoy, sobre todo porque gran parte de la red viaria es de propiedad municipal. "Es un gran quebradero de cabeza para nosotros", admite López, que pide más implicación de la Diputación y la Generalitat para mejorar caminos y pistas.
De los urbanitas a las nuevas generaciones
La forestación de Castell de Mur ha sido posible gracias a dos perfiles muy diferentes de repobladores. hace 35 años decidió instalarse en Santa Llúcia de Muro con su marido y su hija. Algunos días a la semana debe trasladarse por trabajo a la Ciudad Condal, pero ella se considera una privilegiada. "de hecho he conectado con aquello de lo que los humanos no deberíamos haber desconectado nunca". Castells, que ha decidido quedarse en Vilamolat, y sobre todo de Laia Escolà, una joven de 27 que se ha arreglado una antigua masía familiar de Collmorter. "Tengo que continuar ligada aquí", admite.
A pesar de los graves problemas de cobertura telefónica, Escolà vive en Collmorter. para dinamizarla.
Recuperación de viviendas
Uno de los grandes retos de Castell de Mur es, como en la mayoría de los municipios rurales, la recuperación de las casas que llevan décadas deshabitadas. Josep Castells recuerda que ha habido un trabajo previo para promover la rehabilitación de los inmuebles con sus propietarios a cambio de un arrendamiento asequible. Y parece que se han logrado algunos avances, aunque con cuentagotas. A la gente le cuesta desprenderse de su patrimonio.
Mercè Pons recuerda que en Meüll, a pesar de vivir sola con su familia, se ha creado una asociación de vecinos con una docena de miembros, todos propietarios de casas deshabitadas. Su rehabilitación y la implicación de los vecinos fuera de la villa en los proyectos locales son los objetivos básicos para consolidar el proceso de recuperación del pueblo. Un proyecto que, a través de la piedra seca, busca consolidar un sueño que de momento se ha convertido en un pequeño milagro.