El desprecio a los fotógrafos se institucionaliza en la música

Oasis exige a los fotógrafos que renuncien a los derechos de sus fotos al año. Gracie Abrams en el Cruïlla no deja que los profesionales le hagan fotos. Al Primavera, Charlie XCX y Sabrina Carpenter también les tenían vetados: si querías una foto, debía ser suministrada por su equipo. Guns N' Roses? Lo mismo. The Offspring, pese a venir del punk, exigían por contrato que sólo se les fotografiara en plan general, no fuera que se les viera alguna arruga. Como si Iggy Pop no siguiera haciendo la iguana magnífica sobre el escenario con casi ochenta años y más pliegues en la piel que una pasa. Robbie Williams les hace firmar un contrato según el cual automáticamente ceden las fotografías que hagan de sus conciertos por una libra: si le gusta una imagen para merchandising, es suya por esa compensación que es un insulto. Ben Harper va más allá y también por contrato obliga a cederlas gratis. Además, antes de publicar debe aprobarlas el mánager.

Todo este desprecio profesional hace unos cinco años que se ha instaurado con fuerza. Ha habido protestas y plantadas pero el negocio de los conciertos se ha convertido en una maquinaria perversa, con sus entradas subastadas a precio de escándalo y un control sobre la imagen de los artistas que es una forma de censura hija directa de una forma de entender la música según la lógica turbocapitalista. Como los medios, sin embargo, queremos servir a los lectores, en la mayoría de casos se pasa por el aro. Pero quizá debería plantearse un diálogo con la industria desde un respeto que ya no se observa. Los fotógrafos han creado la iconografía del rock durante décadas, parte esencial de todo ello, y ahora se les desprecia y censura así. Quizáit's only rock and roll, Que cantaban los Stones.Y don't like it.