Entrevista

Juan Diego Botto: "Espero que los jóvenes sepan gestionar las cosas mejor de lo que hemos sabido hacerlo nosotros"

Actor, director y dramaturgo

BarcelonaEl 25 de noviembre estrena como protagonista No me gusta conducir, una serie firmada por Borja Cobeaga sobre la crisis de la mediana edad. Mientras tanto, mantiene en cartel el film En los márgenes, centrado en los desahucios que todavía se producen a pesar de que los medios hayan atenuado el foco sobre este fenómeno. Y todo esto mientras todavía gira su obra lorquiana Una noche sin luna. Juan Diego Botto vive un momento dulce profesionalmente, pero vive con preocupación el cambio de era.

El protagonista de No me gusta conducir es cerrado y arisco. Tu papel en En los márgenes es el de un hombre que no está a la altura de las circunstancias. ¿Te gustan los personajes imperfectos y poco heroicos?

— A todos nos gustan los personajes imperfectos porque son los más similares a la vida real. Los perfectos y heroicos son minoría, y yo prácticamente no conozco a ninguno. Pero ha sido azar, pura coincidencia. Cuando leí el guion de la serie de Borja Cobeaga me gustó porque cogía al personaje en un momento de su vida de deconstrucción. Es alguien con un elevado concepto de él mismo, pero poco a poco la realidad lo va poniendo delante de sus límites... hasta que acepta que es un gruñón.

¿Te atreverías a señalar tus imperfecciones?

— Todos los que hemos escrito alguna vez hablamos un poco de nosotros mismos y, al fin y al cabo, esto es una manera de reflejar nuestras propias imperfecciones.

Cobeaga mantiene el costumbrismo de trabajos anteriores suyos, pero aquí hay un giro hacia la amargura. ¿Qué le querías dar tú al personaje?

— Me gustó mucho cómo cogemos a este hombre en un momento en el que se acaba de divorciar, su padre ha muerto recientemente... y es entonces cuando y se da cuenta de que él creía estar destinado a la grandeza y a ser una figura importante de la cultura pero no ha pasado de profesor mediocre. La anécdota es casual –un hombre que se saca el carné pasados los cuarenta– pero por debajo hay muchas corrientes de fondo.

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Los jóvenes que aparecen en la serie son felices y empoderados, en cambio. ¿Hay una lectura generacional?

— Quizás Borja tiene una explicación sobre por qué lo escribió así. Pero es cierto que hay una mirada muy generosa y optimista con la juventud, y crítica con nuestra generación. Supongo que ahora llegamos al momento en el que tenemos la edad que tenían quienes mandaban hace 25 años –y que nosotros criticábamos–, así que ahora nos corresponde ser autocríticos sobre cómo hemos gestionado nosotros este trocito del mundo y nuestra época.

¿Crees que los actuales millennials y Z, dentro de veinte años, estarán igual de frustrados que la generación anterior, siguiendo un cierto ciclo inevitable de la vida?

— Espero que no, que sepan gestionar las cosas mejor de lo que hemos sabido hacerlo nosotros. Que no sea una cosa sisífica de estar condenados a subir y bajar la piedra, una y otra vez.

¿Te consideras optimista?

— Soy un realista con esperanza.

El tópico dice que el pesimista es un realista muy informado.

— Yo estoy esperanzado, de verdad.

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¿Por qué ha costado tanto sacar adelante En los márgenes teniendo a Penélope Cruz produciendo y encabezando un reparto en el que también estáis Luis Tosar y tú mismo?

— Es que ignoro los motivos, pero el hecho cierto es que nos costó y que fueron muchos años de llamar a varias puertas.

¿Cómo se argumentaban los no? No debía de ser solo un portazo...

— Nadie te explica. Lo que recibes son evasivas. “No lo vemos”, “no es el momento”, “no es lo que estamos buscando”, “¿no tendrás un thriller, o una comedia?”... Quizás por la naturaleza social de la película, quizás porque habla de los desahucios o, obviamente, quizás porque detrás de una financiación están los bancos, nos costó más de lo que tendría que costar, teniendo en cuenta el reparto.

El personaje de Tosar intenta salvar el mundo, pero no llega. Siendo tú uno de los cineastas más comprometidos y significado políticamente, no sé si este personaje lo escribiste pensando en ti mismo...

— No, todos los personajes fueron fruto de la observación: están inspirados en una o varias personas que fuimos encontrando a lo largo de los años, mientras investigábamos. El personaje de Rafa es el perfil eterno del activista, que yo he podido observar desde pequeño. Gente que son imprescindibles, porque sin ellos habría realidades que nunca se modificarían y vidas que nunca mejorarían, pero que pagan un coste personal siempre elevado.

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¿Tú te consideras activista?

— Uf... En cuanto a mi trabajo, no. Soy actor, soy realizador, soy dramaturgo y, sencillamente, hablo de temas que me interesan. Y, fuera de esto, como es consabido, he tenido momentos de mucha participación e implicación.

Pero, más allá de que te interesaran, se detecta la voluntad de aportar algo.

— Sí, pero creo que es una cosa "a más a más", como decís aquí.

No sé si es una respuesta teñida por el pudor o la modestia...

— Hablo de los temas que me emocionan. A otros les llama la atención y lo consideran enormemente social o político. Pero, a mí, simplemente me parece una historia que pasa, que está en nuestro entorno y que me emociona.

¿No crees en el cine o el teatro como artes capaces de generar cambios positivos?

— Nadie puede creer que una película, una novela o una canción cambiarán el mundo, pero es verdad que el arte puede contribuir a generar un debate o provocar que el espectador se haga preguntas. También puede poner el foco en realidades que permanecen ocultas.

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Y también puede dar voz a todo tipo de personajes.

— Y creo que esto es muy importante. Cuando estudiaba, un profesor de arte nos hizo reflexionar sobre un cuadro de Van Gogh que eran unas botas y nos hizo dar cuenta de que no era habitual que el arte convirtiera en sujeto de admiración unos zapatos de obrero gastados y rotos. El arte no tiene que dar solo voz a los hidalgos y caballeros, o a los señores con corbata. Hay belleza, también, en los obreros o en las mujeres que sufren un desahucio. Uno de mis poemas preferidos de Lorca, hablando de las estatuas, dice: “No hay amor bajo los ojos de cristal definitivo, el amor está en las carnes desgarradas por la sed”. Y yo también pienso que la belleza está en estas carnes desgarradas.

El auge de las plataformas, ¿va a favor de esta diversidad o más bien apuesta por la fórmula y los géneros establecidos?

— (Suspira). En fecha de hoy no creo tener la respuesta. No soy optimista, en este sentido. Cada vez más, quien tiene el filtro de decidir qué se produce ahora son las plataformas y las televisiones. Y lo que hacen es fijarse en qué ha funcionado desde el punto de vista económico anteriormente y repetirlo. Hay una película media que ha definido la personalidad del cine español en los últimos 40 años y que es lo que denominamos cine de autor. Pues bien, esta es la que sufrirá más, a pesar de hacernos triunfar internacionalmente. Hablo de títulos como Alcarràs, Cinco lobitos, As bestas... Si no fuera por TVE, difícilmente saldrían adelante. Sin la parte pública, si dependemos solo de televisiones y plataformas, lo esencial del cine español podría dejar de producirse.

¿Hay modelo alternativo?

— Sí, fortalecer la esfera pública.

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Antes mencionabas a Lorca: lo interpretas, escribes sobre él, lo citas en las entrevistas...

— Sí, es una obsesión... Hay una obra de él que se llama Comedia sin título en la que habla sobre cómo llevar el olor del mar a una sala teatro y cómo llenar de estrellas un patio de butacas. Pues bien, cómo llevar la realidad a la escena es mi obsesión, como dramaturgo y también ahora como director de cine. Hay otra cita que me ha conmovido: “Debajo de las multiplicaciones, hay una gota de sangre de pato”, que es una reflexión sobre cómo, bajo los titulares, las estadísticas y los números, hay seres humanos, hay sangre real. Y el arte se fija en estas personas que están escondidas tras las cifras.

¿Has pagado un precio por tu compromiso?

— Estoy promocionando una serie de Borja Cobeaga de la que estoy muy orgulloso. Y Cobeaga es posiblemente uno de los mejores directores de comedia de este país, uno de los que arriesga más y que tiene una de las voces más singulares. También acabo de estrenar una película con Luis Tosar y Penélope Cruz. Todo esto mientras estoy haciendo una obra que está teniendo éxito por los teatros de España. No me siento en condiciones de decir que he pagado ningún tipo de precio por mi compromiso.

No todos los medios de comunicación te lo reconocen. O en las redes.

— Uno tiene que asumir que, cuando tienes una opinión, siempre pagas un precio para defenderla. Siempre habrá gente a la que le molestará tu opinión y expresará que discrepa contigo. Pero es que esto ya lo tengo descontado, es parte de la realidad. No me quita el sueño. Ves centenares de comentarios en redes sociales pero no dejarás de opinar porque hay gente que deteste lo que piensas.

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Cuando te oigo hablar sobre cuestiones de orden político, como el auge de la ultraderecha, transmites una serenidad absoluta. Y no sé hasta qué punto es disciplina para no alimentar a la bestia. ¿No hay nunca un pronto de ira?

— No me parece que la ira sea productiva. Como emoción es natural e inevitable, pero un creador o incluso un ciudadano tiene que saber transformar esto en algo productivo. La ira en sí misma no me parece ni constructiva, ni creativa, ni productiva. La madurez, la civilización, implica transformar estos sentimientos primarios y básicos en aportaciones. ¿Me preocupa el auge de la extrema derecha? Por supuesto. ¿Me pondré a insultar a la gente de extrema derecha? No. Tenemos que analizar por qué se da este auge y, también, qué autocrítica tenemos que efectuar.

¿Hasta qué punto la izquierda, por acción u omisión, ha sido causante indirecta de este resurgimiento?

— La izquierda es un concepto demasiado amplio, donde entra desde el PSOE hasta el ala más izquierdista de la coalición de Unidas Podemos. Y hay responsabilidades, sin duda, pero muy jerarquizadas: algunos tienen mucha más que otros. Y de ninguna forma es la principal causa. La socialdemocracia tiene que revisar muchas cosas, porque ha aceptado un marco en el que ha ido dando por buenas premisas de la economía neoliberal que han ido limitando su capacidad de gestión. Y esto le ha impedido defender conceptos y victorias culturales, económicas y sociales. Al final, mucha gente no ve la diferencia entre que gobiernen unos u otros.

Y a veces parece que la ultraderecha gane la batalla del discurso.

— Estamos en un momento histórico en el que ya no se debaten las opiniones, sino los hechos mismos. Se discute sobre la verdad. La forma de operar de muchos medios de comunicación es a través de la mentira. Y se cuestiona la verdad misma, de forma que resulta muy difícil construir nada. La crisis ha hecho que haya menos para repartir, así que élites financieras y grandes medios de comunicación están dispuestos a defender con uñas y dientes su parte.

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Probaste el cine de superhéroes en El escuadrón suicida. ¿Te gustaría profundizar en esta vía o solo estabas haciendo turismo profesional?

— Me encantaría seguir. Me lo pasé muy bien, disfruté mucho y fue maravilloso trabajar con James Gaan como director, y junto a Margot Robbie e Idris Elba. Para mí, cada día de rodaje era un viaje a Disneylandia. Cuando se estrenó la película, me salieron unos cuantos trabajos ahí, pero el azar hizo que yo estuviera ya empezando a filmar mi película, así que tuve que aplazar muchos proyectos. Y algunos trenes, claro, ya no los podré coger.

No te debes de arrepentir...

— No, no, en absoluto. En los márgenes es mi proyecto personal y hacía años que lo intentaba levantar. No lo cambiaría por nada. Como la obra de teatro.

Tal como describes el panorama, ¿la próxima película no la podrás estrenar ya hasta el 2032?

— Ya veremos si vuelvo a dirigir cine, que es una cosa muy larga. He disfrutado del proceso, pero estoy tan cansado que solo pienso en parar un rato. Ideas hay, para proyectos futuros. Otra cosa es si tendré fuerzas y energía para sacarlos adelante. Con la guionista Olga Rodríguez tenemos dos ideas, pero, de momento... pausa.