Hacerle el juego a la ultraderecha

El martes por la tarde, el Todo es mentira, el magacín de Risto Mejide, conectaba en directo con la portavoz de Vox, Rocío de Meer. Horas antes había hecho unas declaraciones en las que planteaba expulsar de España a ocho millones de personas ilegales y que no respetan "los usos y costumbres"del país."Díganos: ¿a cuántos inmigrantes pretenden deportar?", le preguntó Mejide nada más empezar. La portavoz aseguró que el titular que se había esparcido por todos los medios era falso e incluía al Todo es mentira en ese supuesto error."Les enviaremos un burofax para que rectifiquen, porque no hemos dicho que haya que deportar a ocho millones de personas". Insistía en que era "absolutamente falso". Como es habitual en la conducta mediática de la ultraderecha, provocaba confusión en torno a su discurso y tergiversaba las afirmaciones, aprovechándolo para volver a soltar un largo mensaje xenófobo. Mejide ya tenía el caldo de cultivo que quería para obtener su dosis de protagonismo y chulería. La cortó y, como Rocío de Meer no callaba, se pusieron a hablar los dos a la vez. "Señora De Meer, con todo el respeto, si ha venido aquí a dar un mitin de Vox, se ha equivocado de programa". La portavoz seguía con su discurso, desafiando al presentador."Le hemos dado la oportunidad de matizar sus palabras", como si la hubieran invitado para hacerle un favor. De todas las tesis periodísticas sobre cómo tratar la extrema derecha en los medios, esta es la más dañina, porque contribuye a hacer crecer su mensaje. A la extrema derecha no hace falta darle oportunidades de matizar porque, por más matices que añadan, sus ideas no cambian. Entrar en conflicto con los medios forma parte de las estrategias comunicativas de estos grupos. Utilizan la polémica y el combate agrio para adquirir repercusión y dar fuerza a sus argumentos: venderse como partidos supuestamente democráticos que sufren la censura y la incomprensión de los periodistas. El rifirrafe entre Mejide y De Meer se prolongó y el presentador acabó por hacer lo que a Vox le gusta: espectáculo de crispación que se viralice. Mejide, convertido en una caricatura de sí mismo, sentenció:"Si ha venido aquí a amenazarnos y a soltar el discurso, ¡ahora soy yo el que la deporta a usted de este programa!". Y cortó la conexión de manera abrupta, entre aplausos obedientes.

Mejide cayó de cuatro patas en el juego de la extrema derecha. Máxima irresponsabilidad periodística. Participar de sus polémicas y entrar a debatir sus matices. Darle un espacio para publicitarse, exhibir su talante. En Todo es mentira, el populismo de unos y otros permitió alimentar la noticia de la deportación de ocho millones de personas. Temeridad informativa que pretende dar lecciones y acaba amplificando y normalizando las ideas de ultraderecha invitándolos a matizar lo que no necesita matices.