Anatomía de un escándalo monárquico

La única ventaja de las monarquías es su capacidad para ponerse en evidencia y generar escándalos que después se transforman en carnaza televisiva. La plataforma Max acaba de estrenar una serie que recrea las interioridades de la entrevista que en el 2019 la BBC le hizo al príncipe Andrés para despejar sus vínculos con el magnate Jeffrey Epstein, detenido por abusos sexuales a menores. Aquella emisión supuso un punto de inflexión en la familia real. Fue tan desastrosa para la imagen de la monarquía que la entonces reina Isabel despojó a su hijo de todos los títulos. Esa entrevista es la más vista de la historia de la televisión pública británica. Quizá por ese gran impacto social, la serie de Max es la segunda recreación que se hace de esa emisión histórica. Primero fue Scoop (La gran exclusiva) en Netflix, una película que se basaba en el punto de vista de la productora Sam McAlister, clave en la mediación para conseguir la entrevista. Ahora, A very royal scandal (Un escándalo muy real) se centra en los dos protagonistas que se sentaron cara a cara en el Palacio de Buckingham. Los actores Michael Sheen y Ruth Wilson están extraordinarios como príncipe Andrés y la periodista Emily Maitlis. Les acompañan también un muy buen elenco de secundarios que aportan matices que dan profundidad a la historia. La ficción permite acceder a interioridades de esa grabación, como las tensiones en el proceso de negociación, los argumentos que influyeron en la decisión del príncipe para sacarla adelante, el proceso de preparación por parte de los dos protagonistas y, sobre todo, aspectos del montaje final que desconocíamos.

Narrativamente, la serie intenta ir un poco más allá de la entrevista. Incorpora flash-backs para contar los vínculos entre el hijo de la reina y Epstein. Pero sobre todo pone el foco en el talante del príncipe Andrés y su manera de relacionarse con las mujeres que le rodean: Sarah Ferguson, sus dos hijas, el asistente personal, su madre y la propia periodista de la BBC . No se trata sólo de saber qué ocurrió con la chica menor de edad que le denunció, sino que se intenta mostrar un talante que tiene que ver con los privilegios de la monarquía. Andrés es un déspota excéntrico sin ninguna empatía. Finge una especie de preocupación, pero sólo con la voluntad de protegerse a sí mismo. Existe una inconsciencia del protagonista que provoca perplejidad. Existe un intento, por parte de la serie, de exhibir la monarquía casi como una frivolidad tóxica. Se juega muy bien con las miradas de los personajes y sentimientos no expresados. Esta narrativa obliga, en algunas secuencias, a servirse del supuesto más que al rigor, pero el relato es coherente y adictivo. Los dos primeros capítulos saben encontrar un final que invita al espectador a mirar el siguiente episodio. A very royal scandal es el testimonio de la decadencia de una institución que todavía debe dar para muchas recreaciones televisivas más.