El tanto de Trump que el caso Kimmel ha eclipsado

BarcelonaGoogle ha enviado una carta de 28 páginas a la Comisión de Justicia del Congreso americano en la que anuncia que restituirá las cuentas de YouTube que fueron eliminadas durante la pandemia para diseminar desinformación sobre la cóvid-19. En medio de la tormenta por la continuidad de Jimmy Kimmel, la noticia ha pasado relativamente desapercibida, aunque es un triple desde medio campo de Trump que evidencia una vez más su éxito a la hora de postrar a las grandes tecnológicas –que hasta hace cuatro días pasaban por ser pérfidos agentes del progresismo– a sus pies. Basta con saber que el desinformador jefe, Elon Musk, ha tenido suficiente con dos palabras para comentar la noticia: bien hecho.

Google aprovecha en su texto para renegar de Biden, de quien dice que ejerció presiones "equivocadas e inaceptables" para hacerles modificar su (tenue, muy tenue) política de moderación. Ciertamente es mala noticia que el poder ejecutivo interfiera de bajomano en estos presuntos espacios de intercambio. Pero al menos Biden lo hacía cargado de argumentos y con la salud pública –otro derecho fundamental– en el horizonte y mientras los cadáveres en el país se contaban por cientos de miles. Y se enfangaba en una maniobra fea porque las tecnológicas llevan tiempo decidiendo que los criterios del bien general son secundarios ante el único baremo que les importa: el de los beneficios. Invocan la libertad de expresión sólo como hipócrita excusa con la que se inhiben a la hora de moderar la sepsis que circula por sus canales. Porque higienizarla sería caro en recursos y perderían el favor del dios delengagement: la toxicidad engancha y hace girar los engranajes de sus beneficios despampanantes. Es necesario regular las redes y hacerlo a la luz del día, con consensos políticos y escuchando la opinión de los expertos, no según su capacidad de hacer ruido, sino a partir de su autoridad.