Dígitos y trastos

USB-C, un conector menos universal de lo que parece

Todos los aparatos con batería que se vendan en Europa a partir del 2024 tendrán que llevar conector USB-C. Pero la principal marca afectada tiene a su alcance una opción para esquivar la norma

Después de uno de los inacabables tira-y-aflojas a los que nos tienen acostumbrados los organismos europeos, el Parlamento y el Consejo han acordado y proclamado esta semana que todos los dispositivos electrónicos con batería que se vendan en la Unión Europea se tendrán que poder cargar con un cable de formato USB-C. La norma se aplicará a partir de finales del 2024 y afectará sobre todo a los teléfonos móviles por el volumen de unidades vendidas, pero también a otros tipos de aparatos de medida pequeña y media: tablets, lectores de libros digitales, auriculares, cámaras fotográficas, videoconsolas de mano y altavoces portátiles. Incluso está previsto que se tengan que adaptar los ordenadores portátiles, a pesar de que sus fabricantes dispondrán de 16 meses más para hacerlo.

La Comisión Europea ha calculado que la adopción de un único conector de carga nos ahorrará a los consumidores unos 250 millones de euros anuales (por los cargadores que supuestamente no tendremos que comprar porque ya tendremos en casa) y evitará unas 11.000 toneladas de desechos electrónicos (por los cargadores que supuestamente ya no tiraremos porque habrán dejado de servirnos). Estas cifras parecen muy altas, pero en realidad no lo son tanto: las 54.000 toneladas de cargadores que se tiran cada año en el mundo son solo un 0,1% de los 53.600 millones de toneladas de residuos electrónicos que los humanos generamos anualmente según el informe Global E-waste Monitor 2020 de la ONU, y que sí que constituyen una verdadera catástrofe medioambiental.

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Claro que cualquier progreso es positivo. Pero falta ver si, por mucho que puedas usar el mismo tipo de cargador para todos tus aparatos, no te hará falta tener igualmente más de uno, si quieres poder cargar, por ejemplo, los auriculares al mismo tiempo que el móvil.

Por otro lado, la supuesta universalidad del nuevo conector de carga en realidad no es tal. El uso del mismo conector USB-C físico en varios aparatos no implica la compatibilidad eléctrica. Así, si bien el cargador (la petaca que enchufamos a la toma mural de corriente) de un ordenador portátil tiene potencia de sobra para alimentar un teléfono móvil, no pasa el mismo en sentido contrario. Y es poco probable que el usuario acepte llevar encima todo el día el voluminoso cargador del ordenador solo para poder cargar el móvil a media tarde.

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Una norma que apunta directamente a Apple

También hay que recordar que el nuevo estándar europeo hace poco más que formalizar una tendencia que el mercado de la electrónica ya estaba siguiendo por iniciativa propia. Retirar el cargador (a pesar de que no siempre el cable) de la caja de los aparatos electrónicos es beneficioso para el medio ambiente, pero sobre todo lo es para el negocio de los fabricantes: si la caja del teléfono es más pequeña, se pueden poner más unidades adentro de cada contenedor transportado, y si no se incluye ninguna petaca que haya que enchufar, la cantidad de variantes del producto que hay que fabricar (enchufe europeo, norteamericano, británico, australiano) se reduce considerablemente. Ahora bien, no se sabe si esta reducción de coste se traducirá en un precio más asequible para los consumidores: las marcas siempre pueden decir que han dedicado el ahorro a mejorar las prestaciones del aparato.

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Respecto a la elección del formato USB-C de conector, es positiva aunque sea por su carácter reversible, que lo hace mucho más cómodo de usar que el micro-USB habitual hasta no hace mucho. Pero la práctica totalidad de los smartphones con sistema Android ya están saliendo a la venta con conector USB-C. El sentido principal de la nueva norma europea es presionar a Apple.

Porque el fabricante del iPhone es una anomalía en este ámbito. Los 250 millones de teléfonos que vende cada año –incluidos más de 55 millones en Europa– llevan el conector propio Lightning que la empresa adoptó en 2012 para el iPhone 5 en sustitución del Dock de 30 contactos que usaban los modelos anteriores, y desde entonces se ha resistido a usar ningún otro. Cuanto menos, en los teléfonos, porque paradójicamente, los portátiles MacBook y algunas tablets iPad ya se cargan con USB-C. E incluso la petaca que alimenta los portátiles y los modelos más recientes de teléfono también tiene salida de formato USB-C.

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Apple, el segundo fabricante mundial de smartphones, sería pues la principal damnificada por la nueva obligación europea. Hasta ahora la firma no se ha manifestado al respecto, pero el septiembre pasado, cuando se empezó a tramitar el proyecto de estándar, sí que refunfuñó asegurando que tendría efectos negativos en la innovación. Hay que reconocer que el carácter reversible del conector USB-C fue introducido en el segmento de consumo precisamente por el Lightning de Apple, pero también hay que recordar que este le genera a la empresa un buen negocio en concepto de accesorios compatibles, negocio que ahora peligra. Sin olvidar el volumen de desechos que representarían todos los cables y cargadores Lightning existentes si hubiera que tirarlos.

Si los organismos europeos insisten en forzar a Apple a abandonar el conector Lightning, la marca todavía tiene una escapatoria: como la norma hace referencia a los aparatos que se cargan con cable, los futuros iPhones podrían prescindir de él y pasar a ofrecer solo carga inalámbrica. Apple tardó más que otras marcas en adoptarla, pero la incluye en todos sus modelos de teléfono desde el iPhone 8 del año 2017. Hay un precedente: Apple ya eliminó el mini jack de auriculares y todos sus rivales en la gama alta lo han acabado imitando. E irónicamente, la base MagSafe de carga inalámbricas tiene en el extremo del cable... ¡un conector USB-C!

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Por lo tanto, no es de prever que la nueva norma tenga efectos inmediatos visibles en nuestros hogares. La desaparición de los varios conectores actuales en favor del USB-C se irá produciendo de manera natural con la renovación de los aparatos. Probablemente, lo más interesante del reglamento europeo sea un aspecto que ha pasado casi desapercibido: la exigencia de compatibilidad entre sistemas de carga rápida, que tendría que frenar la absurda carrera que en este ámbito mantienen las marcas chinas de móviles y que amenaza con acabar fatal.